Este miércoles recién pasado se derrumbaron tres edificios en el centro de Río de Janeiro. Los edificios, de 4, 10 y 20 pisos, se situaban en calle Manuel de Carvalho con la avenida Treze de Maio, muy próximos al Teatro Municipal de la ciudad, en una zona de oficinas y comercio.
Según el ingeniero civil Antonio Eulalio, del Consejo Regional de Ingeniería, Arquitectura y Agronomía de Río de Janeiro (CREA-RJ) había irregularidades en la construcción del edificio de 20 pisos. Según el especialista, el edificio habría caído de arriba a abajo, llevándose con él ambos edificios de sus costados. Además agrega que las posibilidades de la tragedia apuntan a problemas estructurales del edificio y a la realización de ciertas obras sin permiso municipal en su interior. Se descarta por completo que una explosión por fuga de gas haya provocado el derrumbe.
Con el accidente, la prefectura de Río de Janeiro cerró varias calles de la zona. En el metro, las estaciones de Cinelandia, Carioca, Uruguaiana y Presidente Vargas fueron cerradas durante la noche de la caída, pero re abrieron luego de una inspección y volvieron a funcionar normalmente.
Resulta bastante curioso que edificios construidos en una época en que la tecnología de los materiales y los procesos constructivos llevan la delantera, se desplomen por arte de magia. Quizá es la poca fiscalización, la falta de profesionalismo y el infaltable error humano lo que nos juega en contra.
Esperamos que tanto en Brasil como en otros países, incluso el nuestro, se tome el peso de lo caro que puede costar una decisión o una ejecución de una obra realizada a la ligera. Lamentable que estos cuestionamientos sólo salgan a la luz cuando ocurre una tragedia.
