La arquitectura es una de las carreras en las que podría existir un campo laboral muy amplio y diverso, que puede ir desde la clásica visión del arquitecto que diseña, hasta un perfil más técnico y cercano a la gestión y política, pasando por el tremendo espectro y campo intermedio.
Sin embargo y a pesar de este tremendo horizonte de posibilidades, las universidades, en general, apuntan a la formación de un arquitecto tipo, que es el diseñador, donde y sin ser esto negativo, podemos decir que es limitado o insuficiente.
La visión que se tiene al entrar a la universidad y la que también tiene la mayoría de la sociedad es la del perfil clásico del arquitecto que diseña un proyecto, o como muchas veces se nos dice, “hace los monitos”. Gran parte de esto tiene que ver con como se nos prepara o forma en las universidades y como estas dan cabida a un espectro mayor de tipos de arquitectos que apuntaría hacia una cierta especialización, como si sucede en carreras como ingeniería, agronomía o medicina.
En Chile al menos, se ha perseguido este modelo clásico, y resulta patente en como las mallas curriculares y proyectos que salen de las universidades son muy cercanos en unas y otras. Me atrevo a decir que muy pocas colocan un cierto énfasis en distinguir que existen más posibilidades y campos laborales que se podrían abrir, y en los que la formación de un arquitecto sería muy útil, generando una tremenda frustración en los profesionales que salen al mundo laboral y se dan cuenta de las pocas posibilidades reales.
Se ha dejado de lado la participación activa de los arquitectos en campos como la ciudad, la gestión de políticas y normativas o la inserción en círculos más relevantes de la sociedad como política, empresa o sociedad. Quizás una explicación es por la escasa formación o preparación que tenemos como arquitectos para poder insertarnos posteriormente en estos contextos. Poco y nada se nos enseña de gestión, relaciones públicas, aspectos técnicos o políticas públicas y cuan útil sería mayores conocimientos en estas áreas.
Nos falta abrirnos y entender que en muchos casos, el diseño no es la única forma de ser arquitecto, es una posibilidad de hacer arquitectura.
Sin embargo tenemos que entender, que de propiciar una formación más específica y diversa, se deben limitar los campos de acción, al igual como sucede en carreras como la ingeniería o la medicina. Probablemente nadie que es ingeniero estructural intervendrá en finanzas o administración o ningún psiquiatra realizará trabajos en traumatología.
Propiciar una diversidad de perfiles y posibilidades permite satisfacer no sólo una mayor cantidad de demandas, sino que también, satisfacer las aspiraciones y talentos de los miles de arquitectos titulados y para los que el diseño propiamente tal, no resulta tan atractivo.