por Germán del Sol Arquitecto
La promesa del desarrollo económico, es que todas las carencias se resuelven con plata. Si falta educación, hay que invertir mas en educación, si falta salud, poner mas plata en salud, etc.
El desarrollo económico es necesario para que mejoren las condiciones materiales. Pero el desafío mayor que tenemos los chilenos como sociedad, es mejorar también el ambiente cultural para que sea mas fecundo. Para que todos encontremos más belleza y menos fealdad.
Estamos destruyendo el espacio público con carteles de publicidad, o con adefesios que pretenden ser esculturas, cobrando por estacionar en la ciudad que es lo que deberíamos promover, por ejemplo en Vitacura; o destruyendo el pie de la cordillera con minas a tajo abierto o edificios brillantes más arriba de la cota mil, por ejemplo en Las Condes y en Peñalolén, etc.
No fuimos capaces de aprovechar el gran espacio libre en medio de la ciudad que abrió el aeropuerto de Los Cerrillos o al pie de los cerros y de la cordillera, para hacer grandes parques, oportunidad que estamos destruyendo con edificios que estarían mejor en cualquier otra parte.
Tampoco aprovechamos el enorme espacio disponible para las ciudades en los valles de Chile, que están encorsetadas por el viejo prejuicio de ponerles límites que sólo benefician a los especuladores, que saben que tarde o temprano cuando ya no aguanten más, los correrán como siempre un poco más allá.
Para no ir más lejos, aquí en Santiago en vez de apreciarlos como tales y dejar que haya sitios vacíos por aquí y por allá llenos de sugerencias y posibilidades, los llamamos sitios baldíos -o inútiles- y las municipalidades les suben las contribuciones para que los construyan luego, porque no entienden que así vacíos como están, son muy fecundos para la ciudad.
Los espacios llenos están muertos. Cuantas más cabinas de teléfono, postes, caminitos, asientos, plantas y prados de pasto tenga una plaza, más muerta está. En cambio, en una plaza vacía caben todos los pasos posibles.
La arquitectura no pretende controlar la vida, sino darle lugar. Y dárselo en plenitud. Para que las cosas que suceden, sucedan apropiadamente.
