Fue el primer edificio realizado por Lewerentz en el Cementerio del Bosque de Estocolmo, proyectado entre 1920 y 1924 y terminado en 1925. Es uno de los hitos planteados como focos en la propuesta original del Cementerio (proyecto ganado por concurso en 1915 por Asplund y Lewerentz) y como tal se encuentra al final de un largo sendero flanqueado por pinos. Ejemplo refinado de “clasicismo nórdico”, está vinculado con la arquitectura de la Deustche Werkbund y con la de Tessenow, ya que el joven Lewerentz trabajó una temporada en los estudios de Theodor Fischer y Richard Riemerschmid, en Austria, notables miembros aquella sociedad, a fines de la década de 1900.
Estamos en presencia de un pequeño edificio enigmático, compuesto por dos cuerpos sutilmente relacionados pero de opuesta naturaleza. El atrio, espacio de espera y encuentro, está materializado por una columnata de vagas reminiscencias corintias y coronado por una cubierta a dos aguas con su respectivo tímpano triangular al frente, a la manera de un templo clásico. Las columnas, altas, esbeltas y foliadas, dialogan con los troncos de los árboles que rodean la capilla y encierran un espacio virtual dominado por una explícita transparencia. Éste hace las veces de intermedio, de transición entre el bosque y el interior de la capilla.
La relación entre ambas partes es más compleja que en la Capilla del Árbol de Asplund, donde estos espacios están integrados bajo una misma cubierta. Lewerentz toma como referencia al paradigma de templo con pórtico, el Panteón romano y sus posteriores derivaciones renacentistas, pero en un juego dialéctico novedoso, el atrio se desvincula por completo del cuerpo principal de la capilla y se posiciona lateralmente a la nave. Es esta nueva relación entre ambas partes es lo que le otorga al edificio su carácter moderno, a pesar de que su lenguaje es claramente neoclásico. Ambos volúmenes tienen proporciones acentuadamente verticales regidas por la sección áurea y si bien están muy próximos, no llegan a tocarse. Los ejes de los dos cuerpos son casi perpendiculares. Esto obliga a atravesar el atrio y a entrar a la capilla por una de sus caras laterales (en lugar de hacerlo por uno de sus frentes, la solución más obvia), para girar y hacer frente al catafalco y al altar. Como la planta es acusadamente rectangular y ambos vanos se encuentran en muros enfrentados pero en extremos opuestos, se produce una tensión diagonal en el espacio interior que acompaña la secuencia de movimientos.
La nave propiamente dicha es una caja muraria con cubierta a dos aguas, desnuda y ciega, a excepción de la puerta de entrada y de una única ventana que concentra gran parte de la escasa ornamentación exterior. Una vez en el interior, la luz penetra por la ventana, ilumina lateralmente al catafalco de mármol y baña el espacio. Este recurso le otorga al espacio interior una claridad misteriosa y sugerente. También le da un carácter primitivo que recuerda a las capillas románicas, carácter reforzado por el altar en mármol blanco con baldaquino neoclásico, algunos austeros muebles y candelabros (todos diseñados por Lewerentz) y un piso de mosaicos. El trabajo con los pisos de la nave fortifica el protagonismo del catafalco, subrayado por la luz, ya que forma un manto neutro horizontal, sin modulaciones que refieran a centralidades o a focos. El solado del atrio refuerza la disociación entre ambos espacios. El eje de la calle que conduce a la capilla coincide con el eje del atrio, que se adivina al final del camino desde gran distancia. Al acercarnos, un claro en el bosque nos permite verla en su totalidad. Este modo de llegar enfrenta al caminante con el lado más largo del cuerpo principal (ciego y desnudo ya que la única ventana se encuentra sobre el muro opuesto) y con el atrio.
Así, desde lejos solo percibimos el edículo de mármol blanco contra el fondo neutro de la nave principal. La capilla se encuentra vinculada con un par de pequeños edificios para la espera de los deudos y con un jardín funerario rectangular semienterrado, que se articulan con una serie muros bajos, escaleras y senderos de piedra en una continuidad que refiere a los ciclos de vida, muerte y resurrección.
Arquitecto: Sigurd Lewerentz Ubicación: Cementerio del Bosque de Estocolmo Año Proyecto: 1925 Fotografías: Carlos Candia, AA VV. “Architect Sigurd Lewerentz”. Vol. I. Byggförlaget, Stockholm, 1997., Cortesía de proyectosinteriores.wordpress.com, Usuario de Flickr: gtinch