Cedric Price
Cedric Price nació en 1934 y ha sido una de las figuras más influyentes en la arquitectura actual. Muy cercano a las propuestas utópicas de Archigram y Yona Friedman, con sus propuestas en las que siempre resaltó la importancia de la flexibilidad en el diseño arquitectónico, logró posicionarse también como un teórico importante de la segunda mitad del siglo XX, que escribió poco pero predico con sus ideas. Sus proyectos representaban una adaptabilidad extrema, siempre pensando en la posibilidad de que su uso cambiase de forma impredecible. Pero sin lugar a dudas, uno de sus proyectos más importantes fue el Fun Palace (Palacio de la Diversión), diseñado en colaboración con la directora de teatro Joan Littlewood entre 1961 y 1972 y que proponía unas escenas sin precedente para interactuar con el entorno urbano, que dieron como resultado un edificio que, en cada una de sus partes, respondía adecuadamente a las necesidades de sus visitantes. Esencialmente “re-programable”, el Fun Palace se adelantó a su tiempo al mostrar un interés y apoyarse ampliamente en las nuevas tecnologías. Lamentablemente fue un proyecto incomprendido y en 1974 su propuesta fue rechazada por última vez.
El diseño se basa prácticamente en un sistema de andamios y pasarelas móviles, junto a muros también móviles, todo enlazado mediante un sistema virtual que permitía reorganizar el programa de acuerdo al flujo de la gente. Otro aspecto realmente innovador por aquellos años, ha sido la visión de como adaptar y reutilizar espacios abandonados en zonas básicamente industriales, para reconvertir su uso hacia espacios culturales, algo muy común en la actualidad. Diseñado con una capacidad para 55,000 personas, el único elemento fijo era una gran red con 75 torres de acero que se levantan sobre una gigantesca base horizontal y que al cabo de 10 años sería desmontada, dejando el espacio disponible apara futuros proyectos. El Fun Palace era un homenaje a la cultura de lo efímero, una enorme máquina para las fuerzas creativas por el que Littlewood y Price trabajaron largos años sin éxito.
Para el desarrollo de estas propuestas se trabajaron una serie de maquetas y sobre todo dibujos que hacían énfasis en la teoría Cibernética, los principios del teatro más vanguardista, en los que el usuario más que un visitante, sería un actor más que participaría activamente en las actividades del edificio. Un espacio público y social en el Londres de los años 60s. En el diseño del Fun Palace se reconoce un trabajo realizado por el placer de diseñar, de investigar, de soñar. Tal como en la gran mayoría de proyectos utópicos, que se diseñaban como arquitectura sin encargo, una práctica habitual en esos momentos y que ahora es el centro de diversas discusiones acerca de la profesión. Como el mismo comentaba: “Designing for delight and pleasure should very seldom be seen to happen, and must encompass—indeed nurture—doubt, danger, mystery and magic.”
Price se llamaba a sí mismo el anti-arquitecto y su visión revolucionaria de una profesión que debía cambiar y evolucionar al ritmo que la sociedad cambiaba era radical y novedosa, cuando los años previos y bajo la influencia del modernismo, la arquitectura se había colocado en el imaginario colectivo como una disciplina sólida y únicamente desarrollable en manos de los arquitectos. Su propuesta era más amplia y veía al arquitecto como una mezcla de tecnólogo-sociólogo-diseñador, algo muy cercano a lo que es la arquitectura en la actualidad. Ya su colaboración con una directora teatral en lugar de con un grupo de arquitectos habla por si sola en este aspecto. El proyecto del Fun Palace se mostraba como paradigma de todos estos temas, al ir más allá de las fronteras arquitectónicas y desarrollarse en torno de los aspectos sociales, políticos y culturales.
Mucho se ha conjeturado acerca de la influencia de este proyecto en el diseño de Renzo Piano y Richard Rogers para el Pompidou Centre en 1977, aunque ninguno de ellos ha confirmado nunca nada al respecto. De alguna manera, muchos ven en el Fun Palace la primera utopía de un edificio cultural funcionando a la manera de parque o campo de juegos; una visión también trabajada por Friedman en la misma época. Pero no es solo el Centro Pompidou un ejemplo de las influencias de Price. Los actuales centros comerciales que abundad en las periferias de las grandes ciudades (y cada vez más en los centros de las mismas) repiten los esquemas planteados hace casi 50 años: Grandes espacios adaptables, unidos por pasillos abiertos e interminables, estructuras y ascensores de alta tecnología y utilización de sistemas digitales para su control. El Fun Palace del siglo XXI.