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Arquitectos: El Equipo Creativo
- Área: 260 m²
- Año: 2012
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Fotografías:Adrià Goula
Japón y Brasil, dos culturas a primera vista antagónicas, minimalista y silenciosa la primera, exuberante y bulliciosa la segunda. El restaurante Ikibana ofrece una interesante fusión de sus gastronomías. Su diseño pretende también ensalzar algunas de sus singularidades compartidas, como por ejemplo la importancia del paisaje en ambas culturas.
Es imposible pensar en Brasil sin pensar en la exuberancia de su paisaje, desde el poderío de la selva amazónica, hasta la luz y color de sus costas y playas. De esta exuberancia y feminidad se contagia también su cultura y su estilo de vida, siempre alegre y colorido.
La pintura, las artes visuales y las artes escénicas japonesas están repletas de referencias al paisaje nipón, mostrando una forma de vivir en comunicación constante con la naturaleza. Por ejemplo, el jardín japonés es uno de los paisajes artificiales más exportados internacionalmente. Igualmente el Ikebana, el arte floral japonés al que hace referencia el nombre del restaurante, es un antiguo arte que nace de un respeto hacia la naturaleza profundamente arraigado en la cultura japonesa.
Los Ikebana son ligeras y elegantes composiciones estáticas que simulan un movimiento, y en los cuales es muy importante la proporción, composición y equilibrio entre sus tres elementos principales: ramas, hojas y flores. El diseño del restaurante se basa en estos principios esenciales, buscando crear un paisaje artificial en constante movimiento compuesto por materiales naturales y nobles, tanto vivos como secos.
El resultado se muestra como un paisaje sinuoso, creado a través de diferentes elementos programáticos o islas. Por un lado las barras y cocinas se distribuyen en diferentes puntos del local, creando nodos de intensidad repartidos por todo el espacio. Por otro, los comensales se sientan en el interior de coloridos cuencos. Y alrededor de estas islas un espacio fluido recorre el local generando infinidad de puntos de vista y activando el local por el recorrido incansable de los camareros mostrando sus platos.
Las fachadas y el techo representan los dos elementos principales de los que se compone una pieza de arte Ikebana: la hoja y la madera. Por un lado, la vegetación natural en la doble fachada funciona como una cortina que tamiza la luz y la visión entre el interior y el exterior, creando un espacio más acogedor.
Por otro lado el espectacular techo, construido como un bosque de de ramas entrelazadas, permite que la luz lo atraviese de manera desigual, proyectando en todas las superficies del local un cálido tintineo de luces y sombras. En menor proporción pero no menos importante, encontramos el elemento flor en las mesas, la cuales con su forma de pétalo salpican el espacio con una explosión de colores frutales y tropicales.
El techo pretende recrear la sensación de estar dentro de un bosque, una selva, un espacio orgánico. Su estructura ondulada y entrelazada , sus claroscuros, su textura... recuerda a un entramado de ramas. Se construye a través de 8 láminas diferentes de un tipo de madera tropical llamada Mongoy, y colocando estas 8 láminas en diferentes direcciones y posiciones. Las láminas se diseñaron primero en el ordenador en 3D, y luego en el taller se construyeron unos moldes que sirvieron para moldear y dar forma a las piezas finales.