El concurso convocado por CoARQ plantea la creación de un centro cultural en la zona de Chapultepec (Guadalajara, México), lugar donde se ha revitalizado la cultura y el arte con conciertos callejeros, exposiciones de arte al aire libre y distintos eventos culturales. A manera de promover lo que ha empezado a suceder en esta zona se busca crear un centro cultural que se convierta en hito y referente de la misma. La respuesta del Taller Héctor Barroso es un edificio-escultura que logra una mención honorífica por parte del jurado.
Del centro de la avenida Chapultepec sur, un tótem surge de la copa de los arboles despertados por una primavera apenas llegada. La luz suave de la tarde acaricia y corta las caras del edificio. Dorados al sol, esos paños sólidos y rugosos recuerden a las torres de satélite del gran escultor Mathias Goeritz y del arquitecto mexicano Luis Barragán. El edificio escultural marca una verticalidad cierta, proporcionada y respetuosa de la escala de la avenida Chapultepec. El ancho de 42 metros de esa avenida se reencuentra precisamente en la altura de la torre. En los pies del centro cultural, el espacio público de la avenida se prolonga sobre una plaza de 300m2 ofreciendo una oportunidad al programa y a la ciudad de crecer más allá de sus límites.
El tratamiento del piso y del paisaje acentúa esa continuidad visual y funcional. Este vacío está rodeado por un bar-restaurante en la esquina del lugar y un auditorio convertido para las ocasiones en una sala de concierto al aire libre. Luego, ese mismo espacio público continua su paseo sobre un dédalo de jardines suspendidos, recordando la quinta fachada útil de Le Corbusier en sus cincos puntos de la Arquitectura Moderna. Remite literalmente también a los jardines de Babilonia o a la torre de Babel por el movimiento de ascensión del cual nace la sucesión de las galerías interiores y exteriores. De la plaza urbana hacía el vestíbulo del centro cultural empieza una ascensión agradable, suave y lenta entre muros estrechos color café y terrazas-jardines con una vegetación densa. La subida se hace sobre durmientes reciclados que materializan cada escalón.
En esas fallas, la humedad y el follaje toman el poder. La vista hace sitio al tacto en ese paseo arquitectónico. Unas esculturas emergen de esa “selva virgen”. El movimiento del usuario es perimetral alrededor del punto central del sitio encontrado por sus dos diagonales. Del vestíbulo interior a la torre, la ascensión sigue. El camino gira alrededor de las galerías. Para seguir la subida, unas escaleras exteriores talladas en la esquina del monolítico permiten de tomar el aire fresco, admirar la vista y recordarse los olores del camino inicial. Así, una espiral se materializa por la trayectoria del usuario alrededor del saber y del arte. En la cumbre del tótem, el atardecer de Guadalajara se deja apreciar desde lo alto de un mirador adornado con flores por un mayo dulce que se anuncia.
Arquitectos
Ubicación
Guadalajara, Jalisco, MexicoEquipo
Héctor Barroso, Vianney Watine, París González, Silene RiveraÁrea
4000.0 m2Año Proyecto
2013Fotografías
Cortesia de Taller Héctor Barroso