- Área: 11500 m²
- Año: 2012
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Fotografías:Roland Halbe
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Proveedores: Donato Stone
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La Dovela es una piedra aérea, la “Piedra del Sol”. El monolito de basalto azteca excavado en el Zócalo de Mexico D.F., significa "Tonatiuhtlan de Ollin" o "Sol de Movimiento”. El dios solar que representa, Tonatiuh, agarra un corazón y expresa la necesidad de continuidad del tiempo solar. Los rayos que podemos apreciar en esta preciosa pieza arqueológica, son el símbolo de de la luz, que debemos encontrar a través del descubrimiento de lo que somos, de lo que sentimos y de lo que hacemos. Se requiere tenacidad y paciencia (Tierra), fuerza espiritual (Fuego), saber adaptarse a las diferentes circunstancias de la vida (Agua) y atención consciente (Aire). No es de extrañar que los aztecas, incas, mayas, egipcios, etc., identificaran al Sol con el espíritu universal de vida, tratando de asociar sus características físicas con las espirituales. De esta forma, daban a conocer la grandeza de lo intangible.
La arquitectura alude a este intangible constantemente. Lo hace sin embargo a partir de elementos de imponente fisicidad. Las pirámides, como erupciones materiales, tienen en la cultura mexica un enorme esplendor constructivo, social, urbano y simbólico. Y en la vecina cultura maya, los cenotes son estructuras geomorfológicas , en los que lo sagrado es el espacio excavado, abierto a la luz y a la lluvia.
Entendemos la cultura contemporánea como expresión constante de la conectividad con los movimientos del tiempo, y las capas de historia que se superponen e hibridan la cultura mexicana son de gran inspiración para hacer una obra de arquitectura hoy. Por ello, La Dovela aparece como una piedra de aire, soportada por el espacio que emana de una secuencia de terrazas excavadas; que se ofrece al sol, que mueve el tiempo al atravesar sus lamas; y que protege de la lluvia y nos cobija dentro de la tierra. La Dovela trata de recoger todas las resonancias del mundo que emerge sobre ella, para darlas orden. Los espacios excavados se entregan a lo público, se abren al cielo, protegidos por la simbólica estructura metálica. El proyecto confronta las naturalezas elementales con las que se construye: la densidad profunda del espacio negativo, de componente vertical; y la tensión horizontal del aire contenido y soportado por La Dovela, pieza última clave de un equilibrio abstracto que pierde su peso para mostrarse ligera, aérea, mutable y leve como una nube que cualifica el espacio de la tierra al filtrar los rayos solares.
No obstante, el espacio nos dicta sus normas, y la arquitectura las manipula. El diseño de la estructura se basa en la paradoja de conciliar el orden isótropo de su intradós, ortogonal y bidireccional, con la esencia de la geometría variable de su sección. Un objeto matemático que traspone su estricto orden al espacio pero no lo impone, permitiendo a los elementos de la naturaleza (el agua, la luz y el aire) su última configuración. La realidad perceptiva es el resultado de esta lucha entre el orden aparente y el espacio fluctuante que provoca la exposición a la diversidad de las luces solares que vibran entre las lamas de la estructura, creando cuatro campos de intensidad que son la proyección de los cuatro espacios excavados que articulan la espiral de los vestíbulos del teatro. Nuevamente los cuatro tiempos, los cuatro soles de la leyenda mesoamericana sobre la creación del mundo, las cuatro etapas de la Tierra desde su creación…
El contacto entre el sol y la tierra no podría recoger pautas del orden de ninguno de ellos. Así en el diseño de la estructura que generara la conexión gravitatoria entre La Dovela y las excavaciones en la tierra, dispusimos un diseño de gran figuración, como si de cariátides y atlantes se tratara, siendo evocación de la diversidad, reflejo del mundo del hombre que habitará el espacio. Por lo tanto, los pilares participan en el movimiento, en el tiempo, y se disponen con libertad en el baile espacial, confiando en la rigidez de la estructura su disposición no simétrica en la trama interna de la dovela.
Adentrarnos en el espacio negativo de los vestíbulos excavados a cielo abierto, nos permite acceder a un nuevo, y último acontecimiento. Ya dentro de la tierra, el Teatro aparece como fin de esta secuencia de espacios. Aquí la síntesis del edificio culmina con la función de un tiempo detenido, recreado, un lugar para contemplar.