Una de las características más sobresalientes de Chiloé es su arquitectura, desarrollada desde sus inicios por sus primeros habitantes en los bordes costeros interiores, alcanzando cerros aledaños. Las iglesias, los fuertes y principalmente los palafitos, están revestidos por tejas y tejuelas, las cuales han dado una característica única a la construcción de las viviendas en la isla.
Casas típicas e iglesias de Chiloé están construidas y revestidas en maderas de mañío; pellín; alerce; raulí y coigüe, las cuales hoy en día escasean por sus estupendas características; durabilidad; aspecto y por su resistencia a la humedad. Pero a causa de la tala excesiva, el alerce se encuentra amenazado en su supervivencia y está prohibido cortar ejemplares vivos; pasando a ser reemplazadas por materiales alternativos o derechamente por materiales que emulan el aspecto de las tejuelas o tablas de las maderas antes mencionadas.
Hoy en día se han desarrollado tejuelas sintéticas de fibrocemento y también se utilizan tejas recicladas de construcciones antiguas. Éstas son colocadas montando una sobre otra para evitar el paso de la lluvia y el frío. La parte visible de la tejuela es casi 1/3 de su largo total y el dibujo depende de las distintas formas de cortar el extremo visible.
Si bien, se ha intentado de innumerables formas emular este revestimiento, como en el emblemático caso del ‘Mall de Castro’, no hay ninguno que llegue al nivel de hacernos dudar sobre si este material es igual en cualidades al de la materia prima misma.
Sin embargo, y ante la escasez de los materiales dotados por la naturaleza, queda abierta la pregunta respecto a la necesidad de utilizar los productos que surgen de las nuevas tecnologías y renunciar así, a la nobleza de los productos originados a partir de materias primas locales.