- Área: 325 m²
- Año: 2010
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Fotografías:Luis Diaz Diaz
El deseo de una pareja de recién casados a punto de jubilarse es desplazar su hogar al límite urbano de un pequeño pueblo en la provincia de Zaragoza. En su decisión existe la convicción de que es posible, al mismo tiempo, un cambio radical y una acomodada continuidad con su vida precedente. Para explorar esa doble condición se ha elaborado un proyecto que pretende eludir su habitual posición como solución al final de un proceso para situarse en la de punto de partida o estado previo al acontecimiento.
Normalmente se acepta que la diferencia entre lo rural y lo urbano tiene que ver con la relación de proximidad a determinadas centralidades y con las formas de vida específicas que de ello se derivan. Descripciones asociadas a construcciones (en su sentido más amplio) que despliegan espacios, ritmos y rituales entre las personas y sus entornos. En este proyecto hemos querido evaluar a partir de lo doméstico, qué condiciones de habitabilidad y expectativas de vida eran capaces de movilizar cada una de esas formas al contrastarlas con las experiencias y deseos de los clientes. Las conversaciones llevaron a una duplicidad de intereses: por un lado aquellos referidos a la manejabilidad, formatos de uso, organización y representación que están asociadas a las de un piso urbano convencional; por otro lado, la búsqueda de una vida desinhibida, desenfadada y activa, ligada al exterior, que se aproxima bastante a una suavizada “vida salvaje”.
El solar, con suave caída hacia el norte y abierto a un amplio valle de cultivo, se ubica en los límites de un pueblo de la sierra de Algairén, dedicado principalmente a la producción de vino y aceite. La parcela ocupa parte de un olivar que ha quedado anexionado al perímetro del pueblo. La casa se sitúa en el lado norte a lo largo del límite edificable para ganar un pequeño jardín y un huerto al sur y conseguir intimidad con respecto a la calle. El proyecto se desarrolla a partir de dos viviendas en paralelo elevadas una planta sobre el nivel del suelo para ganar las vistas del valle y los olivos. La primera es una pieza rectangular de construcción convencional y crujía estrecha, deudora de las ideas del proyecto moderno, en la que los núcleos de aseos y baños separan los diferentes espacios vivideros, asegurando siempre independencia, doble orientación y ventilación cruzada. Al salir por las ventanas de la fachada sur (como haría un adolescente Gerald Durrell en busca de aventuras) se accede a la segunda vivienda: una plataforma de geometría irregular cubierta por una celosía estructural de madera que se pliega para crear diferentes ámbitos no determinados conectados directamente con los aseos y la cocina para un funcionamiento autónomo.
Las dos estructuras habitables adquieren propiedades específicas y se especializan para implementar y optimizar los recursos de la casa. La vivienda interior se prolonga en la planta baja para resolver los requerimientos de programa. El núcleo central que da acceso a las plantas superiores separa dos ámbitos de carácter arreferencial que sirven como garaje y espacio de celebraciones. La vivienda exterior se comporta como un filtro de bastidores de madera y plantas trepadoras de hoja caduca que aseguran la intimidad con respecto a la calle. Al mismo tiempo, su presencia limita el calentamiento de la casa en los meses cálidos y garantizan junto con la cubierta vegetal una de las bases del proyecto: la no utilización de sistemas mecánicos de climatización y el ahorro de recursos energéticos.
La casa doble evita disolver los límites entre las dos formas de vida deseadas o encontrar un contendor único que las iguale. Por el contrario, el proyecto propone, en su duplicidad, la coexistencia de dos formatos de casa diferenciados que promuevan un estado de transición permanente.