- Área: 2300 m²
- Año: 2010
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Fotografías:Fabiola Menchelli, Hector Armando Herrera
¿Qué sucede cuando el concepto de un proyecto se reduce a una fachada en el proceso de su desarrollo? ¿Es la mera búsqueda de una estética una meta válida en la arquitectura? ¿Vale la pena el fachadismo? ¿Hemos de convertirnos en arquitectos dermatólogos?
Un cliente nos contactó para diseñar un hotel de suites corporativas en la Nápoles, una colonia residencial en la ciudad de México que en los últimos años ha dado paso rápidamente a la presencia de oficinas. El terreno se localiza en la acera opuesta al centro de convenciones del World Trade Center, por mucho el edificio de oficinas más concurrido de la ciudad. Las suites fueron concebidas para alojar a hombres de negocios que visitan el WTC y las exposiciones anuales.
Una de las principales quejas de los empresarios viajeros es que, por más que pretenden evitarlo, su vida cotidiana termina transformándose en una rutina aburrida y tediosa: despertar a las 5:30 am, tomar un taxi al aeropuerto, un café de Starbucks mientras esperan la partida, un omelette insípido en el avión, un taxi al mismo hotel poco memorable, junta a las 9 am, almuerzo de negocios, reuniones vespertinas, bebidas, de vuelta al hotel, dormir, levantarse a las 5:30 am, tomar el vuelo de regreso… y así sucesivamente. Sus vidas parecen estar llenas de monotonía.
Esto nos motivó a crear un hotel en el que cada nueva estancia fuera una experiencia completamente distinta, intentando así romper su esclavizante rutina. Cada suite tiene una planta y una distribución espacial distinta. Las diferentes formas se ensamblan como un Tetris gigante para formar una torre. Para culminar la torre, la última forma se deja en voladizo para generar suspenso…. Una vez ensambladas las formas, se elevan para dotar de un acceso al edificio. Y para acentuar el carácter específico de las suites, cada forma fue concebida en un material diferente: madera, metal, roca volcánica, mármol, cerámica, piedra de cantera, vidrio.
Cuando la construcción del edificio había comenzado, el cliente de pronto cambió de parecer y decidió que, desde un punto de vista operativo, era demasiado complicado tener 15 suites distintas. Quería sólo dos tipos de suites: de una sola altura y de doble altura. Quedamos estupefactos.
Nos animó avisándonos que su decisión era agridulce. La parte agria era perder el concepto original; la dulce, que podríamos conservar la fachada pues en verdad le gustaba.
Teníamos que ingeniárnoslas para adaptar las plantas y reorganizar los interiores sin sacrificar la fachada. Al final, el cliente obtuvo su hotel y nosotros conservamos nuestra fachada.