El pasado 1 de Junio, el diario La Discusión, informaba sobre un grupo de arquitectos sorprendidos frente a la demolición de un importante hito en el patrimonio urbano de la ciudad de Chillán. Uno de los que primero levantó la voz fue Rodrigo García, autor de la Guía Patrimonial de la misma ciudad quien dijo que “esa torre remata la Avenida Libertad y es un ícono de la época post terremoto de 1939. Tenía en sus años un control de funcionalidad, de control ferroviario, pero con el tiempo se convirtió en un ícono que logró levantar una plaza y una conexión importante con la ciudad. Quitar ese símbolo me parece una cuestión grave, porque tiene un gran valor plástico y estético, de verticalidad, de expresión”.
El día 2 de Junio, el mismo diario dio a conocer la no existencia de permisos de demolición para las faenas que se estaban realizando en el lugar, las que tuvieron que detenerse de manera inmediata luego de la fiscalización a raíz del artículo y las demandas del día anterior. Ante las críticas, la empresa a cargo dijo que la torre sería reconstruida y sólo se trataba de demoler hasta las fracturas importantes para poder estructurarla nuevamente.
Al día siguiente, 3 de Junio, tras un comunicado oficial de EFE (Empresa de Ferrocarriles del Estado) se informa a la comunidad que la demolición no implica la reconstrucción de la torre.
Un triste final que muestra la escasa o nula planificación en cuanto a la conservación del patrimonio histórico de Chile. Resulta impresionante cómo de manera tan fácil y sin siquiera un permiso legal, se pueda echar abajo parte de la imagen colectiva de una sociedad, alejándonos más y más del desarrollo de esa identidad que como habitantes de nuestras ciudades siempre nos cuesta tanto definir.