Este artículo de Diego Capandeguy fue publicado originalmente en Revista Rita con el título "Las vastedades del sur. Encuentro con la Patagonia". El texto se basa en todas las influencias sobre la arquitectura y construcción dentro de la Patagonia Atlántica, como los paisajes, historia, cultura, aspectos geopolíticos y pactos eco-sociales.
Acto I: Impregnación vital
Para quienes habitan y trabajan en una gran vastedad planetaria, su vínculo con sus paisajes, con su geografía física, humana y mítica, es sustantivo como en otros territorios; pero también tal área tiene sus propias singularidades. En el Conosur Americano, la Patagonia y la Pampa se presentan como dos vastedades muy diferentes. Ambas son una construcción cultural y muchas geografías. En la Patagonia dominan ambientes de estepa, en la Pampa las llanuras de pastizales. En ambas prima una perpetuación de la mirada y de la escena paisajística horizontal, distante y casi sin obstáculos. Sólo en apariencia presentan una amplitud, monotonía y calma, en contraste con los valles y rinconadas cordilleranas con sus nítidos y cercanos fondos escénicos.
Esta crónica se detendrá en la Patagonia, la vastedad austral de América del Sur, especialmente la Patagonia Atlántica o Argentina. Esta se ubica gran parte al este de la Cordillera de los Andes, con más de 1.000.000 de km2, y tan sólo con algo más de 2.5 millones de habitantes.
La Patagonia es una gran extensión planetaria cargada de lugares (reconocidos socialmente), que fue y es lar humano. Todavía subsisten significativas toponimias compuestas premodernas que sobrevivieron a sus sustituciones y transformaciones desde fines del siglo XIX. Cabe recordar sonoridades frecuentes como hué (dónde hay); mahuida (cerro o montaña); cura (piedra); co (arroyo); lauquen (lago); copihue, coligüe o ñire (nombres originarios de plantas y árboles); caycayen (ave); malal (corral); o alhue (un alma en pena) [1].
La Patagonia también evidencia signos de su macrohistoria, sea en sus geoformas, sea en fósiles (como los de dinosaurios y otras especies); sea en el bosque petrificado de Jaramillo en Santa Cruz; sea en especies de árboles milenarios aún vivos como los pehuenes de Moquehue o los alerces cordilleranos cercanos a Esquel.
Su geografía humana está cargada de violencias, de estados imperiales que a partir del siglo XVI asumieron su nombre, la legitimidad de su conquista y colonización; de posteriores estados nacionales “modernos” con sus relatos de consolidación y dominios de interiores y desiertos que no eran tales, vulnerándose, desplazándose y expulsándose a sus pueblos originarios seminómades. Tales comunidades indígenas se fueron redefiniendo, adaptando y mixturando [2]. Actualmente las reivindicaciones de tales pueblos originarios por los territorios recuperados de uso colectivo y los sueños plurinacionales se, encuentran en diversas agendas sociales y políticas, especialmente en el Conosur Andino. Asimismo, sus territorios fueron sede de viejas cárceles humanas en sus rinconadas no metropolitanas y de violencias y tragedias ecológicas.
La Patagonia contemporánea podría representarse por una multiplicidad de paisajes [3]. Unos son paisajes carismáticos, muchos de ellos sublimes, como el Glaciar Perito Moreno, los del Cerro Torre y del Fitz Roy, y algunas escenas en el Lago Nahuel Huapi. Asimismo varias implantaciones antrópicas pueden ponderarse como paisajes carismáticos, caso de algunas intervenciones como el Hotel Llao Llao en Bariloche. También se perciben micropaisajes carismáticos como las restingas meteóricas de la costa atlántica visibles en la bajamar, algunos parajes en la Meseta de Somoncurá, o los micropaisajes humanizados de las viejas estancias, de los pequeños caseríos, pueblos y villas de montaña, como San Martín de los Andes, Villa Traful -con sus elementos pintoresquistas- o El Chaltén. Asimismo, operan como paisajes manufacturados diversas infraestructuras de la colonización agrícola bajo riego a partir de embalses iniciados en las primeras décadas del siglo XX, como en el Río Negro y en el Valle Inferior del Río Chubut, hoy en parte en crisis; las grandes represas, los puertos y los campos petroleros algo genéricos; y los restos de emprendimientos extractivos y megaproyectos que posan en la estepa o en su costa, que tuvieron su ciclo activo o se frustraron, con diversas historias algo opacas.
Pero lo dominante en la Patagonia Atlántica son los paisajes discretos, no carismáticos. Es el caso de las grandes extensiones esteparias y de las bardas y barrancos bajos. Estos paisajes discretos se pueden interpretar según las teorías sobre las condiciones de campo a modo de espacios de propagación esencialmente relacionales, como sugiere Stanford Kwinter [4].
En el mismo sentido, Paul Therroux visualizó a la Patagonia como una geografía de entidades escalares sin graduaciones en la que ...es preciso elegir entre lo minúsculo o lo desmesurado [5]. En otro registro, el artista Francis Alys, en Patagonia, A Story of Deception, intenta captar una condición de espejismo y de elusión [6]. Su planteo contrasta con las primeros registros fotográficos documentales y algo pictorialistas, frecuentemente vistas horizontales, de Perito Moreno en sus informes en la segunda mitad del siglo XIX [7].
Ciertamente la Patagonia está estigmatizada por la potencia de su experiencia y por las diversas sensaciones visuales, táctiles, olfativas y acústicas que la misma supone. Aquí domina el viento, film de polvo que todo lo envuelve; el encantamiento de las mareas oceánicas; los mundos del bosque andino, con notables sacralidades para los pueblos originarios; los eventos naturales extremos y periódicos, como la ruptura glacial o los volcanes cordilleranos en erupción. William Conway habla de una noción muy bella, la de especies paisaje [8]. Se tratan de las poblaciones de fauna indisociables de una escena física, como los pingüinos magallánicos, las ballenas francas australes o los guanacos. Asimismo la Patagonia es una territorialidad cargada de aprehensiones científicas y etnográficas de viajes, frecuentemente desde cierta forastería [9].
Las escenas, las formas, sus extremos escalares, la potencia fenomenológica y ficcional de los paisajes carismáticos y discretos de la Patagonia Atlántica, en ocasiones se yuxtaponen de modo pregnante y se diluyen en la inmensidad con las luces suaves del Sur Austral y del viento. Ello invita a preguntarse sobre la vulnerabilidad adaptativa de la vida y de la materia inerte, lo cual subyuga y atrapa misteriosamente.
Acto II: Arquitectura y proyecto del territorio
Las prácticas de la arquitectura en las vastedades, incluso las aparentemente menores, ¿no se cargan de sentido al soñarse, reflexionarse y simbolizarse como parte de territorialidades más amplias? ¿Cómo articular tales aproximaciones escalares? La idea de proyecto de territorio, frecuente en otras culturas como la europea o la japonesa, ¿qué sentido toma en el Sur Global en el presente? Acaso, ¿ello se limita a proyectos nacionales de alcance regional, como muchas iniciativas del desarrollismo o del neoextractivismo? ¿O hay otras formulaciones posibles?
Trabajando con Thomas Sprechmann en la Patagonia durante varias décadas, en prácticas de urbanismo menor -en pequeños pueblos, ruralidades y en sus Áreas Naturales Protegidas- se dio una pulsión recurrente. La misma oscilaba entre comitancias y objetivos operativos; entre aprehensiones racionales y fenomenológicas de sus paisajes; y la construcción social de identidades por sus actuales pobladores, no necesariamente exentas de conflictos. Y se desencadenaron diversas conversaciones y reflexiones sobre una conceptualización con un sentido más amplio: la Patagonia Jardín Global, una vastedad soñada y pugnada cómo tal [10].
En efecto, la Patagonia, la Amazonia, los Grandes Bosques de América del Norte, Groenlandia, Siberia, Mongolia, el Sahara, la Sabana y la Selva Africanas, Australia, el resto de Oceanía, y la Antártida, se conceptualizaron como grandes vastedades a modo de Jardines Globales de la contemporaneidad:
Se invita a concebir a la Patagonia como una nueva entidad territorial, como un Jardín Global jardín pero también patio de la Antártida. Los Jardines Globales son la contracara de la llamada Ciudad Global -de Saskia Sassen- [11] esto es, las grandes metrópolis más internacionalizadas que juegan en red como New York, Londres y Tokio. Todos son territorios radicales, de alta especificidad, reconocidos a nivel mundial. Ambos, los Jardines y las Ciudades Globales, surgen en las últimas décadas. En cierto modo son inevitables y de gran atracción. Bruce Chatwin destaca como la Patagonia envuelve y captura a quienes se acercan a ella [12].
Su asociación con la noción de un gran jardín se enmarco en las sensibilidades paisajísticas de principios de siglo. El jardín suponía un recinto contenido, con componentes seleccionados, con una interacción fuerte con la naturaleza, sea en sus grandes pero pequeños Parques Nacionales y en otras Áreas de Alta Naturalidad, sea en sus ámbitos extractivos duros como los vinculados a la actividad hidrocarburifera, como ocurre con los campos de Comodoro Rivadavia en Chubut o de la formación de Vaca Muerta en Chubut. La Patagonia, como los jardines reales de muchas casas, comprenden una multiplicidad de lugares, unos más retóricos, otros más sacros, unos son rincones de ocultación, otros son sitios de disposición de los residuos de la actividad humana. También se presentan fantasmas periódicos como la actividad nuclear, un camino hacia la nada, recordando a Svetlana Alexiévich [13].
Asimismo, la condición global de la Patagonia se asocia a la geopolítica internacional. Es que esta constituye una territorialidad pugnada y estigmatizada por actores globales en diversas materias, sea desde los grandes operadores extractivos; sea desde las posiciones de bases militares, logísticas, de comunicaciones y de investigación de potencias del Norte en la Patagonia, en el Atlántico Sur y en la Antártida; sea desde el imaginario persistente del turismo de naturaleza global asociado a la paradójica construcción cultural de las grandes vastedades planetarias. ¿Este posicionamiento global puede soslayarse en las visiones de las localías y de naciones como Argentina o Chile? ¿Cómo repensarlo en un registro poscolonial? En cualquier caso, el maravilloso dibujo icónico de la América del Sur invertida de Joaquín Torres García evidencia una aporía o una ficción moderna. Recientemente, Rem Koolhaas, en su muestra global Countryside, The Future, se focaliza en el campo como una territorialidad humana asociada a la producción de commodities (alimentos, la minería, generación de energía), servicios logísticos y la adquisición de tierras para la preservación. Se trata de una percepción pragmática del actual avance tecno productivo, un fenómeno también cargado de tensiones sociales, de paradojas y de mixturas en el Sur [14].
Acto III: Celebración y activismo arquitectónico
En la Patagonia pueden reconocerse multiplicidad de proyectos territoriales, con sus anclajes y desanclajes discursivos respecto a las prácticas políticas concretas. Algunos son grandes proyectos territoriales de papel o legitimadores; otros hay que hallarlos y visibilizarlos en las prácticas actorales de diverso cuño, entre ellas la de sus habitantes, sean nacidos o criados allí como dicen en varios pueblos. El desafío es lograr proyectos de territorio patagónicos no autoritarios y compatibles con las sensibilidades y pactos ecosociales contemporáneos. Ello podría enmarcarse en las actuales visiones filosóficas poshumanistas.
A pesar de los temas de época, como el calentamiento global, la reducción de los glaciales, el aumento del nivel del mar, la desertificación, o los populismos y autoritarismos emergentes, y los más amplios miedos de la época, [15] la arquitectura en estas vastedades podría soñarse, celebrarse y practicarse con especial activismo e intencionalidad.
Algunos asuntos arquitectónicos de la Patagonia como proyecto territorial atraviesan escalas y programas. Piénsese en una mirada desde la conformación adaptativa de reintegraciones de tierras a los pueblos originarios y a otros actores populares; la ecología de paisajes, trascendiendo fronteras políticas y administrativas, y la condición de Áreas Naturales Protegidas limitadas a algunas territorialidades; la conveniencia de sus arquitecturas e infraestructuras; el buen localizar respecto a la propia geografía física y humana, a sus cualidades atmosféricas en tierras con gran viento permanente y de lluvias esquivas y cañadones intermitentes; o la operativa por insularidades autosuficientes. También cabe amplificar sus potenciales poéticos y de sentido, tal como se perciben embrionariamente en proyectos de diversas escalas, sea realizados por idóneos en su propio ámbito, sea formulados por arquitectos titulados, sea soñados por otros actores. En cierto modo, muchas disciplinas cercanas a la arquitectura interactúan y quizás están mutando en sus fronteras, señal de nuevos tiempos [16].
En síntesis, en la Patagonia, como en otras grandes vastedades, parece sustantivo soñar e intentar actuar impregnándose de sus maravillas paisajísticas y de sus problemáticas, sin ingenuidad ni cinismo. Con ello se honraría su condición profunda como Jardín Global, con su alta naturalidad, sus patrones y sueños antrópicos que se asoman en el Cono Sur de América Latina. Es que la Patagonia es casi como una gran isla que se despliega en cierta cautividad en el acuoso hemisferio sur, sin la mítica Tierra opuesta ni edénica de invención europea. Esta es tierra de sus lugareños, ámbito de memorias poco visibilizadas, y un latente Jardín Global, todo lo cual presenta una desafiante carga de necesaria equidad socio-ambiental, de trascendencia, de misterio y de magia.
Notas
- Vúletin, A., Neuquen: Toponomástico…, Neuquen: Siringa Libros, 1979.
- Briones C y Ramos A. comp., Parentesco y política. Topologías indígenas en La Patagonia, Viedma: Universidad Nacional de Río Negro, 2016.
- Capandeguy, D., Dreams of Patagonian Landscapes. Posibles claves analíticas y operativas en las nuevas territorialidades emergentes, Montevideo: MOTDU / FADU / UDELAR, p. 51 y ss.
- Citado en Allen, S., «Del objeto al campo: condiciones de campo en la arquitectura y el urbanismo», en Abalos, I., ed., Naturaleza y artificio: el ideal pintoresco en la arquitectura y el paisajismo contemporáneo, Barcelona: Gustavo Gili, p. 163/166.
- Chatwin, B. y Theroux, P., Retorno a la Patagonia, Madrid: Anaya & Mario Muchink, 1985, p. 22
- Alys, F, A Story of Deception / Historia de un desengaño (Patagonia 2003 – 2006), Buenos Aires: Malba / Colección Costantini., 2006, p. 3.
- Moreno, F. dir. , Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios del Neuquen, Río Negro, Chubut y Santa Cruz… , La Plata, Museo de la Plata, 1897.
- Conway, W., Patagonia: los grandes espacios y la vida silvestre, Buenos Aires: El Ateneo, 2007, p. 21.
- Como Antonio Pigafetta, P. Tomas Falkner, Charles Darwin, Robert Fitz Roy, Francisco Moreno, Thomas Bridges, Bailey Willis, Saint-Exupéry, Egidio Feruglio, Bruce Chatwin, Paul Therroux, Luis Sepúlveda, Alberto de Agostini, German Sopeña, Sebastião Salgado, o Carlos Sorín, entre otros.
- Capandeguy, D. y Sprechmann, Th., «Patagonia Jardín Global. Urbanismo en el mítico fin del mundo», Revista Elarqa Mx, N⁰ 50, 2006, p. 28/49
- Sassen, S., La Ciudad Global: Nueva York, Londres, Tokio, Buenos Aires: Eudeba, 1999.
- Chatwin, B., Patagonia, Santa Fe de Bogotá: Norma, 1977, p. 45.
- Alexiévich, S., Voces de Chernóbil (Crónica del futuro), Montevideo: Penguin Random House, 2016, p. 47 y 56.
- AMO/Koolhaas R, Countryside, A Report, New York: Guggenheim / Taschen, 2020.
- Danowski D y Viveiros de Castro E, ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, Buenos Aires: Caja Negra, 2019.
- Capandeguy D y Sprechmann TH, «The Future of Atlantic Patagonia: On Urban Planning and Prospective Toward the End of the Anthropocene? » en Helbling, W et al edit., Global Change in Atlantic Coastal Patagonian Ecosystems A Journey Through Time, Cham, Suiza; Springer, p. 387/416.
Bibliografía
VÚLETIN, A., Neuquen: Toponomástico…, Neuquen: Siringa Libros, 1979.
BRIONES C Y RAMOS A. comp., Parentesco y política. Topologías indígenas en La Patagonia, Viedma: Universidad Nacional de Río Negro, 2016.
CAPANDEGUY, D., Dreams of Patagonian Landscapes. Posibles claves analíticas y operativas en las nuevas territorialidades emergentes, Montevideo: MOTDU / FADU / UDELAR, p. 51 y ss.
CHATWIN, B. Y THEROUX, P., Retorno a la Patagonia, Madrid: Anaya & Mario Muchink, 1985, p. 22
ALYS, F., A Story of Deception / Historia de un desengaño (Patagonia 2003 – 2006), Buenos Aires: Malba / Colección Costantini., 2006, p. 3.
MORENO, F. dir. , Apuntes preliminares sobre una excursión a los territorios del Neuquen, Río Negro, Chubut y Santa Cruz… , La Plata, Museo de la Plata, 1897.
CONWAY, W., Patagonia: los grandes espacios y la vida silvestre, Buenos Aires: El Ateneo, 2007, p. 21.
CAPANDEGUY, D. Y SPRECHMANN, TH., «Patagonia Jardín Global. Urbanismo en el mítico fin del mundo», Revista Elarqa Mx, N⁰ 50, 2006, p. 28/49
SASSEN, S., La Ciudad Global: Nueva York, Londres, Tokio, Buenos Aires: Eudeba, 1999.
CHATWIN, B., Patagonia, Santa Fe de Bogotá: Norma, 1977, p. 45.
ALEXIÉVICH, S., Voces de Chernóbil (Crónica del futuro), Montevideo: Penguin Random House, 2016, p. 47 y 56.
AMO/KOOLHAAS R, Countryside, A Report, New York: Guggenheim / Taschen, 2020.
DANOWSKI D Y VIVEIROS DE CASTRO E, ¿Hay mundo por venir? Ensayo sobre los miedos y los fines, Buenos Aires: Caja Negra, 2019.
CAPANDEGUY D Y SPRECHMANN TH, «The Future of Atlantic Patagonia: On Urban Planning and Prospective Toward the End of the Anthropocene? » en Helbling, W et al edit., Global Change in Atlantic Coastal Patagonian Ecosystems A Journey Through Time, Cham, Suiza; Springer, p. 387/416.