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Arquitectos: Lajedo Arquitetura
- Área: 220 m²
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Fotografias:Oka Fotografia
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Proveedores: Arraial Marcenaria, Casa Atica, Construverde, RE Eucalipto Tratado
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La Casa Figa es una declaración de cómo la simplicidad y la sabiduría de las construcciones tradicionales pueden unirse al contexto contemporáneo, respetando tanto la cultura local como el medio ambiente. Ubicada cerca de la aldea de Caraíva, en Bahía, a pocos kilómetros río arriba, la casa es una expresión delicada de la arquitectura caiçara, donde la convivencia con la naturaleza y la preservación de los saberes artesanales son la base del proyecto.
Distribuida en cuatro volúmenes que se organizan de manera cuidadosa e intuitiva en el terreno de 850 m², la casa es un verdadero homenaje a la manera en que las construcciones locales respetan el espacio y se adaptan al ambiente. El bloque central, que reúne la cocina, la sala de estar, el entrepiso y una oficina, funciona como el corazón de la casa, mientras que los otros tres bloques, destinados a las suites, están dispuestos de manera que garantizan la privacidad y el confort de quienes se albergan allí. La arquitectura está diseñada para que cada espacio tenga su función y, al mismo tiempo, contribuya al todo de manera armónica. Los volúmenes principales se conectan por pasarelas de durmientes, creando un flujo natural entre los ambientes y con el jardín que los rodea. Los otros dormitorios son accesibles por caminos entre los canteros.
La relación entre los espacios internos y externos se realiza de manera generosa. El diseño de la casa promueve una sensación de integración constante con la naturaleza, sin intentar imponer su presencia, sino creando una convivencia mutua con el terreno y los árboles alrededor. Las puertas camarón de Tatajuba, amplias y ligeras, proporcionan esta interacción, abriéndose a la brisa y los sonidos del bosque circundante, pero también garantizando la necesaria protección cuando están cerradas.
El uso de materiales locales y reutilizados es uno de los temas de la Casa Figa. La madera rolicia, con sus variaciones e imperfecciones, se trabaja de manera artesanal, otorgando a la construcción una personalidad única. Cada tronco, elegido con cuidado, refleja la fuerza y la autenticidad de los materiales regionales. Las paredes de barro, aplicadas manualmente, garantizan el confort térmico y acústico, además de una conexión genuina con las técnicas tradicionales de la región, en una construcción que no se preocupa por la perfección de las superficies, sino por la acogida y la funcionalidad. Las paredes son enlucidas con una capa de cal y arena, que garantiza durabilidad frente a las inclemencias y los insectos, pero son semipermeables, permitiendo que la pared elimine la eventual humedad sin descascararse.
Las tejas de demolición, rescatadas de antiguos caserones desmantelados del sertão de Vitória da Conquista, crean un mosaico de colores y formas que se adaptan naturalmente al clima y al paisaje local. Cada teja lleva consigo la historia de otro lugar y otra época, creando una conexión entre el pasado y el presente, entre el material y el uso consciente. El techo de esteras de fibra de dendê, hecho por artesanos locales, también refleja la preocupación por la sostenibilidad y el uso de recursos renovables de manera respetuosa.
La elección de estos materiales no es solo una cuestión estética, sino también un acto de respeto al medio ambiente. El uso de madera y tejas reutilizadas, así como la aplicación de técnicas manuales como el barro pisoteado, reduce significativamente el impacto ambiental de la construcción. Debido a las texturas y apariencia desgastada de estos materiales, la Casa Figa se inserta en su contexto sin causar ruptura, sino de manera que se integre a su entorno con una suavidad que transmite respeto por la naturaleza y por la artesanía local.
Construida de manera cuidadosa y delicada, la Casa Figa es una invitación a vivir de manera más simple y más conectada con lo que realmente importa. Su diseño no busca impresionar, sino crear una relación genuina con el lugar, con las personas y con la historia que envuelve los materiales utilizados. A través de la modestia y la autenticidad, la casa muestra cómo la arquitectura puede ser un reflejo de valores más profundos, como la preservación, el respeto por las tradiciones y el cuidado con el futuro.