
El mundo observa el desarrollo de China con una mezcla de admiración, curiosidad y aprensión. Desde proyectos de infraestructura masivos (como plantas hidroeléctricas y una moderna red ferroviaria de alta velocidad) hasta el surgimiento de ciudades enteras construidas desde cero, el país exhibe una ambiciosa estrategia de crecimiento y una impresionante capacidad de ejecución. Sin embargo, este rápido progreso también trae consigo desafíos significativos y marcados contrastes. Por un lado, la modernidad se afirma en rascacielos futuristas y tecnología de vanguardia; por otro, sigue existiendo una necesidad apremiante de preservar el rico patrimonio cultural e histórico del país, reflejado en templos antiguos, palacios imperiales y ciudades históricas.
El rápido crecimiento urbano también ha traído consigo problemas como el hacinamiento, la contaminación ambiental, el aumento de la desigualdad social y la pérdida de tierras agrícolas. La urbanización a gran escala ha provocado la desaparición de pueblos tradicionales, la degradación ambiental y la homogeneización de la arquitectura y los estilos de vida en muchas ciudades chinas. Es en este contexto en el que Liu Jiakun, galardonado con el Premio Pritzker 2025, destaca por su planteamiento arquitectónico sutil pero profundamente transformador. Su obra responde a estos y otros retos de la sociedad china al tiempo que valora los materiales y las técnicas tradicionales, así como la creación de espacios comunitarios.
Su obra fusiona técnicas vernáculas chinas con materiales modernos, dando como resultado edificios innovadores, sostenibles y profundamente arraigados en su contexto. Con frecuencia utiliza materiales locales como tierra apisonada, ladrillo y madera, lo que refuerza la conexión entre sus estructuras y las tradiciones de construcción regionales. Este enfoque no solo preserva la continuidad cultural, sino que también permite que sus edificios se integren armoniosamente en su entorno.


Además, al trabajar con materiales que son familiares para los artesanos y constructores locales, Jiakun mejora la viabilidad y la eficiencia de los procesos de construcción. El jurado del Premio Pritzker destacó especialmente su "reverencia por la cultura, la historia y la naturaleza", haciendo hincapié en su capacidad para crear edificios que fortalecen las comunidades al tiempo que respetan los contextos históricos y naturales. Esta sensibilidad es evidente en West Village, un complejo multifuncional en Chengdu que transforma un bloque urbano en un vibrante espacio comunitario, integrando viviendas, comercio y áreas públicas alrededor de un patio central. La materialidad del proyecto refleja la filosofía de Jiakun: la estructura principal utiliza hormigón visto, lo que garantiza la durabilidad y un carácter expresivo, mientras que los elementos de ladrillo y madera establecen una conexión visual y táctil con la arquitectura vernácula china. Los grandes paneles de vidrio crean continuidad entre los espacios interiores y exteriores, promoviendo la transparencia y la fluidez espacial. Además, el paisajismo cuidadosamente integrado refuerza el concepto de espacio colectivo, transformando el patio en un punto de encuentro activo para la comunidad.
Jiakun también yuxtapone con frecuencia materiales naturales e industriales, creando un diálogo sutil entre tradición y modernidad. En lugar de recurrir a una ornamentación excesiva, sus composiciones minimalistas resaltan la belleza inherente de los materiales, permitiendo que su integridad permanezca visible. Este respeto por los materiales da como resultado estructuras que envejecen con gracia y requieren un mantenimiento mínimo, lo que refleja su enfoque arquitectónico sostenible y atemporal.
Su compromiso con la sostenibilidad se extiende a la reutilización de materiales, incorporando madera reciclada, ladrillos y elementos industriales para reducir el impacto ambiental. Un ejemplo sorprendente de este enfoque son los ladrillos Rebirth, desarrollados después del terremoto de Sichuan de 2008. En lugar de desechar los escombros de los edificios destruidos, Jiakun los transformó en un nuevo material de construcción, dándoles nueva vida y significado.
El proceso consistió en recolectar y desmenuzar los escombros, que luego se mezclaron con fibras de paja de trigo y cemento para crear un compuesto duradero. Después de moldearlos y curarlos, los ladrillos resultantes se incorporaron a varios proyectos, como el Museo Shui Jing Fang en Chengdu y el Campus Novartis de Shanghái. Más que una solución técnicamente eficiente, estos ladrillos simbolizan la capacidad de la arquitectura para reconstruir no solo espacios físicos sino también la memoria y la identidad de una comunidad, convirtiéndose en un emblema de resiliencia y sostenibilidad en la arquitectura.

El uso de materiales y técnicas de construcción tradicionales refleja la filosofía de Jiakun de crear una arquitectura profundamente arraigada en su entorno y en la vida cotidiana, a la vez que hace declaraciones audaces y expresivas. En su declaración oficial al recibir el Premio Pritzker, resume su enfoque del diseño: adaptable, respetuoso y profundamente en sintonía con su entorno. A diferencia de los arquitectos/as que imponen su visión independientemente del contexto, Jiakun permite que el sitio informe y dé forma a su arquitectura, asegurando que sus edificios se conviertan en extensiones naturales de sus entornos:
Siempre he aspirado a ser como el agua: impregnar un lugar sin imponer una forma fija, infiltrarse en el entorno local y su esencia. Con el tiempo, el agua se solidifica gradualmente, transformándose en arquitectura y quizás incluso en la forma más elevada de creación espiritual humana. Sin embargo, todavía conserva todas las cualidades de ese lugar, tanto buenas como malas.


El trabajo de Liu Jiakun demuestra que la innovación arquitectónica no requiere romper con la tradición. Por el contrario, sus edificios prueban que el pasado puede ser un recurso valioso para el futuro, ofreciendo soluciones profundamente arraigadas en contextos culturales y ambientales. Su trabajo equilibra tradición y modernidad, pragmatismo y experimentación, siempre con un enfoque sensible y consciente. Al integrar técnicas vernáculas, materiales reciclados y un fuerte sentido del lugar, Jiakun crea una arquitectura que no solo se destaca visualmente, sino que también genera un impacto social y ambiental significativo. Su legado establece un precedente importante: la sostenibilidad no se trata solo de nuevas tecnologías, sino también de respetar y adaptar el conocimiento local.
En una era de rápida urbanización y crisis ambientales, la arquitectura de Jiakun sirve como modelo para un futuro en el que los edificios no son meros objetos, sino partes vitales e integradas de sus comunidades. Su obra nos recuerda que la arquitectura más duradera no es necesariamente la más avanzada tecnológicamente, sino la que comprende y abraza la esencia de su lugar y su gente.
Te invitamos a ver la cobertura integral de ArchDaily sobre el Premio Pritzker.