Las burbujas inmobiliarias y los recientes remezones económicos internacionales han dejado en evidencia la precariedad laboral en el ejercicio profesional de la arquitectura, independiente del tamaño de la oficina y su prestigio global: así han surgido iniciativas colaborativas como Archleaks, quienes recogen testimonios anónimos sobre malas prácticas laborales en despachos europeos, mientras en España la interminable crisis ha radicalizado la precariedad del mercado, alimentando el nacimiento de Sindicato de Arquitectos de España (SArq) en noviembre de 2009, el primero en su especie.
Asimismo, en Estados Unidos se fundó The Architecture Lobby, una organización que aboga por el valor de la arquitectura entre el público general y por el trabajo arquitectónico dentro de la disciplina. "El mito que los arquitectos lo tienen todo -profesionalismo, libertad creativa, autonomía, poder cívico, caché cultural- dura hasta tu primer día de trabajo", señalan. Y claro, a veces nos olvidamos que el arquitecto es, ante todo, un trabajador asalariado como cualquier otro.
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La actual crisis económica global ha generado una respuesta ciudadana tal, que no sólo está detonando múltiples transformaciones sociales, económicas y políticas, sino también devela, difunde y viraliza nueva información sobre la realidad de los mercados laborales, ya se encuentren mutilados por las especulaciones o robustos ante las tempestades. Asimismo, el índice macroeconómico de la tasa de desempleo dejó de monopolizar la percepción primitiva de bonanza económica ("el trabajo dignifica"), y se añadieron las diversas capas que complejizan aquel dato duro: la calidad de los trabajos, la igualdad de oportunidades y la equidad salarial [paywall].
Sí, son años de transformaciones: incertidumbres políticas, liderazgos multipolares y radicalizaciones ideológicas. Y también son tiempos de un crecimiento desigual, ya no sólo patrimonio de países subdesarrollados sino también del Primer Mundo, con movimientos tales como 15M, Occupy Wall Street. Aquella indignación "contra el 1%" se ve reflejada también en nuestro gremio: arquitectos sin contrato, mileuristas o sobrecalificados, contrastando con las grandes estrellas del firmamento, aquellos que suelen encontrarse cada semana en los terminales de aeropuertos alrededor del mundo, siempre muy ocupados.
EL UNO POR CIENTO
Parafraseando la bandera de lucha de Occupy Wall Street, pasamos del cargo de consciencia del "arquitectos para el 1% del mundo" a la híperbole del "1% de los arquitectos para el 1% del mundo". Ya no es sólo la angustia del bajo salario, las horas extras sin paga ni la idealización del oficio, sino también es la primacía de una formación retrógrada que sigue formando e idolatrando arquitectos-diseñadores, a su vez que coarta el estímulo a otras combinaciones posibles: arquitecto-urbanista, arquitecto-economista, arquitecto-emprendedor y arquitecto-constructor, sólo por nombrar algunas.
Una verdadera tozudez formativa, considerando la ya consolidada saturación de arquitectos y la explosión del mercado universitario a nivel mundial... desde los años sesenta. Por ejemplo, Burgos y López (2010) señalan que en México "55 de cada 100 egresados de instituciones de educación superior trabaja en áreas diferentes a la que estudiaron y existen 16 carreras críticas con exceso de oferta de egresados, lo que hace que se tengan empleos mal pagados y con dificultades para obtener puestos en esas áreas".
Una tozudez que el mercado agradece a brazos abiertos.
MEJOR (IN)FORMADOS
En ese sentido, el Sindicato de Arquitectos de España (SArq), surgida al fuego del extinto colectivo Arquitectos Explotados, busca defender los derechos laborales del colectivo, a partir de una contradicción ya asumida: "a pesar de ser [...] un sector altamente especializado, que goza de una tradición y un prestigio social sólidos y que ha vivido en los últimos años su gran apogeo económico, los trabajadores de este sector (la base de la pirámide) ha sido y es maltratada de manera vergonzosa en materia laboral".
En 2013, SArq publicó la tercera edición de la Encuesta Situación Laboral de Arquitectos en España, una de las más acabadas encuestas en este aspecto a nivel internacional. Esta encuesta arrojó que uno de cada diez arquitectos españoles viven fuera de su país y dos de cada cinco cobran subsidio de desempleo o simplemente no tienen ingresos. El estudio no le achaca la culpa únicamente al mercado o a contratistas explotadores el mal estado del arquitecto español, sino pone el foco en ellos mismos: "tenemos que estar mejor (in)formados como trabajadores; tenemos que ser más responsables como empresarios; y tenemos que desarrollar modelos de empresa que nos permitan ganarnos la vida dignamente".
Mismo punto que recogió en su momento CNN Expansión en Arquitectos emprendedores, quien entrevistó a Carlos Pascal, socio de Pascal Arquitectos: "los planes de estudios de la mayoría de las escuelas y universidades mexicanas se limitan a enseñar a sus alumnos a dominar la arquitectura, pero no a ser verdaderos emprendedores". En esa línea, Ana Victoria García, gerente senior de Endeavor México, recomendaba a los arquitectos a "visualizar su meta en plazos, de modo que tengan un plan de acción para administrar recursos económicos, talento y tiempo".
Para el SArq el conflicto también cuenta con enemigos internos: "contra lo que más estamos luchando es contra arquitectos de otra generación que fomentan un sistema ilegal", explicó su vocero Ramón Durántez en un reportaje de El País en 2010. Una crítica que recoge con fuerza la organización estadounidense The Architecture Lobby, quienes rechazan la concepción clásica de que la experiencia compensa el bajo sueldo, la ausencia de contrato y el desamparo social. Un cambio que la organización busca aplicar en tres ideas conceptuales: para redirigir la percepción del público de lo que hacen los arquitectos, debemos reconceptualizar nuestro valor. Para reprogramar nuestra propia identidad, debemos admitir que somos trabajadores; y con el fin de capacitar a nuestros graduados, tenemos que convencerlos de su valor.
En este contexto, iniciativas como SArq y The Architecture Lobby visibilizan una discusión necesaria -menos atractiva y más terrenal- que los ya tradicionales temas públicos tratados largamente en simposios, conferencias unipersonales y charlas academicistas: el arquitecto como empleado. Pues para exigirle a la sociedad una mejor retribución sobre nuestro aparente aporte -sea cuál sea-, hay que partir por casa. Y en ese punto, estamos en deuda. Muy en deuda.