- Área: 1114 m²
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Fotografías:Marko Bradich
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Ubicada en un área privilegiada, rodeada por bosques y aún cerca de la ciudad de Guatemala, la casa Chinkara se presenta como una vivienda dual, la cual explora el contraste entre lo natural y lo intervenido por el hombre; lo primitivo y lo actual.
La casa se imaginó como una roca emplazada en el terreno, un elemento etéreo ordenado a partir de las curvas del nivel. Éste, alberga dentro de sí una galería de arte, espacio íntimo de contemplación, un contenedor de experiencias materializadas en las distintas obras de arte que la conforman. Este volumen rocoso es esculpido de tal forma que permite la iluminación cenital de la galería y la fuga visual de los diferentes ambientes que se encuentran dentro de él hacia el paisaje natural.
Este volumen en piedra funciona como el corazón del edificio, alrededor del cual se adhieren, penetran o superponen las diferentes estancias de la vivienda, contenidas cada una dentro de diferentes volúmenes blancos forrados en ACM, material artificial, que contraponiéndose a la piedra simboliza la intervención del hombre en el entorno natural del proyecto. Como resultado, la residencia se lee como una composición armoniosa entre el terreno, piedra y hombre.
Aun cuando la vivienda puede leerse como una composición masiva de volúmenes, por dentro cada una de las estancias conserva una escala residencial, íntima, humana. La calidez de la madera en el piso, lo rústico de la piedra, la altura de los ambientes y la ornamentación de los mismos refuerzan la idea del buen vivir, invitando constantemente a los residentes a la contemplación y la intimidad.
A esta noción introvertida del proyecto se contrapone la experiencia de la casa hacia el paisaje. Exceptuando a la galería de arte, cada una de las estancias que conforma la vivienda es contenida en un volumen definido, el cual se abre hacia el exterior, integrando la riqueza de la vida natural del con las experiencias contenidas en el interior de la casa. Grandes ventanales en rojo intenso, los cuales son incrustados en los volúmenes que conforman el edificio denotan esta intención de enmarcar el paisaje desde adentro.
Por fuera, la casa se lee como un conjunto de vitrinas que exponen los espacios interiores que la componen, así como las vivencias de sus habitantes en el día a día; por dentro, todas las actividades de los residentes se ven ornamentadas por un fondo natural, conformado por las diferentes especies de árboles, animales y sonidos del exterior.
En definitiva, la casa Chinkara es más que una vivienda, es un intermediario entre lo natural y lo artificial; lo íntimo y lo externo; lo masivo e impresionante, con lo residencial y cotidiano.