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Arquitectos: Beatriz Meyer, Diana Radomysler, Eduardo Chalabi, Studio MK27 - Marcio Kogan
- Área: 470 m²
- Año: 2013
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Fotografías:Rômulo Fialdini
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Abierto en 1949, el Bar Rivieira, durante los 60 y 70 había sido un punto de encuentro importante para la izquierda intelectual de São Paulo - un tipo de piéce de résistance durante el régimen militar brasileño. Viviendo a través de la época gloriosa, ya bastante decadente, el establecimiento había cerrado sus puertas. Un nuevo comprador, Facundo Guerra, en 2013, decidió volver a abrir el Rivieira, exactamente donde había estado ubicado, recuperando el espíritu de antaño, con elementos que recapturaron la arquitectura modernista de ese edificio, emplazado al principio de la Avenida Paulista, la principal calle de la ciudad.
La iniciativa se asoció con Alex Atala, chef del DOM, uno de los restaurantes más prestigiosos en el mundo de la gastronomía contemporánea. Al mando de la cocina del Rivieira, todos los días, está su discípulo Luciano Nardelli. De la misma manera que el menú ofrece bebidas tradicionales, la comida también trae los platos clásicos de la vida nocturna de São Paulo delicadamente reelaborados con un toque contemporáneo y creativo.
Las líneas curvas de los ladrillos de vidrio de la fachada se transportan hacia el interior. El resultado es una barra sinuosa - hecha en resina de Coreana - registrada en la planta baja. En el centro, los camareros y barman sirven al público; y alrededor de ellos los clientes pueden ver abiertamente todo el espacio, viendo también a la gente que se encuentra del recinto. Además de la barra de forma orgánica, los baños también se encuentran en este piso.
Una escalera escultórica - originaria del recinto - nos lleva al segundo piso, donde se encuentra el gran salón del restaurante y la cocina. La organización del espacio es realizada por un muro curvo de madera que separa el restaurante de las áreas técnicas y de preparación. En este planta, hay espectáculos nocturnos con música en vivo, como en un club de jazz. De este modo, el proyecto incorpora una pequeña infraestructura para un escenario desmontable en el centro del espacio, así como una sala de control de luz y sonido, y una cáscara de madera para la acústica.
La elección de las piezas de mobiliario privilegió diseños modernos clásicos, como los taburetes de bar Bertoia en la planta baja y la silla Danesa Serie 7, de Arne Jacobsen. La disposición de todo el espacio puede ser fácilmente reorganizada según el uso. Los materiales elegidos, como la madera oscura de las paredes, tratan de crear una atmósfera acogedor para el bar. El suelo de granilito (una mezcla de mármol, granito, arena, cemento y agua), la resina y la roca son resistentes, teniendo en cuenta el uso intenso de los espacios.
Mientras que la planta baja mira hacia en el interior, con su ambiente más informal, el segundo piso cuenta con grandes ventanas de cristal desde donde es posible ver los túneles y avenidas exteriores, creando una relación con la ciudad circundante. Toda la intervención arquitectónica se hizo de manera sencilla y desnuda con el fin de no perder las características del lugar y evitando una connotación de lujo.