En esta colaboración, Gloria Cortés Aliaga -curadora del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) de Santiago- nos explica el proyecto Galpones del Sur de los arquitectos y artistas chilenos Héctor y Nicolás Ducci, quienes replican una valiosa técnica arquitectónica de los colonos alemanes que llegaron al sur de Chile a fines del siglo XX, y conocida como “cajón y espiga”, que permite que las vigas de madera se ensamblen sin utilizar pernos ni clavos.
Coincidiendo con la celebración en Chile del Día del Patrimonio y la inauguración de la muestra Galpones del Sur, el pasado 31 de mayo se levantó en el frontis del Museo Nacional de Bellas Artes (Santiago) un modelo de galpón alemán realizado en 1892, además de cinco maquetas patrimoniales exhibidas en el segundo piso del museo.
Luego de 10 años de trabajar en las reparaciones de los galpones de la comunidad amish de Estados Unidos (Martha's Vineyard, y New York State entre 2001 y 2011), los arquitectos Héctor y Nicolás Ducci (ducci&ducci) replican su experiencia en Chile con las estructuras de madera de los alrededores del Lago Llanquihue, donde han trabajado con la familia Mellado-Matamala.
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LA INSTALACIÓN
El ingreso del Museo Nacional de Bellas Artes es intervenido mediante la instalación site specific de un granero alemán (1892), que rememora la presencia de arquitectos migrantes en el sur de nuestro país. Se trata de una apuesta territorial de la arquitectura colona en el espacio museal, como modo de poner en tensión los elementos que dan forma y lugar al gran contenedor de obras.
Una gran estructura de 13,80 metros de ancho en su fachada y 5,32 metros de largo, sólida y autosoportante (free-standing), se construye mediante el uso de una gran cantidad de vigas-diagonales, encastradas con firmeza en los postes, que rigidizan la estructura y la convierten en un elemento anti-sísmico. Heredada de Europa, principalmente de Alemania y los Países Bajos, la llamada técnica de “cajón y espiga”, permite que las vigas de madera se ensamblen sin utilizar pernos ni clavos. La rigidez de las estructuras conforma un espacio de transformación del paisaje del siglo XIX, las que al quedar en desuso en la actualidad se convierten en lugares de incongruencia e improvisación del entorno, pero que al mismo tiempo, son integradas al paisaje como huellas de la memoria.
Esta estructura sólida está basada en conceptos que trascienden el instante de su construcción: la solidez es una cualidad de existencia y de orden, requerimientos ineludibles en una sociedad cuya base se encuentra en la ampliación del territorio y la economía de lugar.
Este concepto se aborda simbólicamente cuando el galpón original se traslada desde su lugar de origen y se reinstala en la fachada del museo, generando una yuxtaposición entre la monumentalidad y solidez de la arquitectura institucional, y la estructura simbólica de la economía nómada, flexible y sólida de los espacios construidos en el sur de Chile. De este modo, la colonización del territorio y la integración del paisaje en el escenario de lo público, monumental y artístico, tensiona la función del museo y la habitabilidad de su contenido como espacio en constante construcción, expandiéndose siempre a nuevos ámbitos y territorios del arte.
LAS MAQUETAS
Al interior del museo, en el segundo piso, se localizan cinco maquetas de diferentes modelos de galpones construidos a fines del siglo XIX por migrantes europeos. Estas maquetas dan cuenta de la diversidad de formas y su especificidad en función del lugar en el que estas estructuras se instalan.
Las poéticas de restructuración del patrimonio generan diálogos complejos en las diferentes capas de la historia económica e industrial de nuestro país, versus el arte y su significancia en el entramado social. Los galpones traen al presente y/o ponen en evidencia el abotargamiento de la arquitectura industrial y su parangón económico. Por otra parte, cómo se han construido –o deconstruido- al margen de los derroteros políticos urbanos los hacen parte de un posicionamiento crítico frente al territorio hoy, y ponen en relieve las reversiones de modelos patrimoniales que han permitido su reemergencia. De este modo, las maderas nativas de nuestros bosques australes utilizados en la construcción de las estructuras sureñas,
forman parte del entramado vivo de la memoria de un paisaje que se ha visto afectado por los desastres naturales y la creciente intervención del hombre.
LA ARQUITECTURA Y EL SÍMBOLO DEL TÍMPANO
#DíaDelPatrimonio Hoy en el @MNBAChile “Galpones del Sur: Instalaciones” http://t.co/Umx3CcDSj6 pic.twitter.com/vjIPdsSB2c
— Johnny Melaslabo (@melaslabo) Mayo 31, 2015
El tímpano del Palacio de Bellas Artes, de 13,80 metros de longitud, recibe al tímpano del galpón en una suerte de repetición y reflejo del triángulo que lo conforma. De esta manera, a través de este elemento arquitectónico se unen el pasado con el presente, adaptando y coexistiendo en y con el entorno del museo.
Este acceso separa el adentro y el afuera compartiendo este simbolismo con el ritual del paso representado por el umbral. También se le confiere un sentido femenino, de apertura y penetración a un espacio, que se enfrenta a los grandes muros (de carácter masculino). Así el progreso de la economía moderna del XIX, sustentada en la industrialización y el concepto de nación viril, se enfrenta al dominio de las bellas artes y al mercantilismo aristocrático refundado con la aparición de una nueva clase media que ingresa a las salas del museo.
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Gloria Cortés Aliaga es Historiadora del Arte, Magíster en Historia del Arte por la Universidad Adolfo Ibáñez. Actualmente es Curadora del Museo Nacional de Bellas Artes. Fue Jefa de Exposiciones del Centro Cultural La Moneda, desempeñándose también como Curadora de exposiciones nacionales. Coordinadora de Archivos del Centro de Documentación de las Artes hasta el año 2008.
Se especializa en temas de arte chileno y latinoamericano de fines del siglo XIX y principios del XX sobre representaciones republicanas, relatos marginados y perspectivas desde el género.