Primera mujer en recibir el Premio Pritzker (2004) y nombre ya constante entre los primeros lugares de los concursos internacionales, la arquitecta iraquí Zaha Hadid contó al diario español El País que tuvo la suerte de -siendo una niña- haber viajado en compañía de sus padres y de haber conocido algunas de las obras de arquitectura e ingeniería más impresionantes de la humanidad.
Maravillada con la Mezquita de Córdoba, Hadid cuenta que el contraste entre la oscuridad y la iglesia central de mármol marcó su memoria, haciendo de esta obra una de sus construcciones favoritas hasta hoy, tras el reconocimiento de su trabajo entre arquitectos y el público en general.
Con proyectos técnicamente innovadores y formalmente osados, Hadid tiene por Óscar Niemeyer un cariño y un reconocimiento especiales. "Era un virtuoso del espacio. Tenía un talento innato para la sensualidad, por eso construyó una arquitectura moderna crítica con el movimiento moderno. Ha habido muchos arquitectos experimentando con las formas, pero él lo hizo con mayor ambición: construyó con hormigón formas aparentemente líquidas”, señala.
A diferencia de Le Corbusier, cuyo formalismo rígido se mantuvo por las amarras cartesianas -al menos en sus fases iniciales-; Niemeyer exploraba la libertad del trazo curvo, abriendo camino para experimentos formales posteriores que tienen en las obras de Zaha Hadid algunos ricos ejemplos.
“La lección de Niemeyer es cómo la arquitectura moderna se puede permitir ser cercana, llegar a pertenecer al lugar en vez de imponerse en él”, comenta Hadid sobre el arquitecto brasileño.
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