Fue el caso actual de los 14 "pie de casa" entregados por el gobierno local a indígenas que habitaban en asentamientos informales la Plaza del Músico, en la capital del estado de Nayarit al norponiente de México, lo que abrió la discusión sobre la vivienda digna en el país. La crítica ha sido manifestada no sólo por arquitectos sino por la sociedad en general, al considerar este proyecto como un ejemplo de infravivienda, puesto que se presentan espacios desarticulados de 16 metros cuadrados para cada familia indígena.
En el reciente artículo publicado por el País, expone que parte de la polémica suscitada en redes sociales ha sido por la errónea consideración de que sólo el área del baño se le valoraba como la construcción completa. No obstante, el gobierno local, en el mismo artículo, defiende su postura al enunciar que al menos este grupo minorizado por primera vez cuenta con un techo sólido donde resguardarse. Esta declaración pone en duda la integración de la legislación federal del programa de Vivienda Digna que plantea que una “unidad básica de vivienda” mida 40 metros cuadrados como mínimo, más el baño, más cualquier estancia adicional.
¿Es válido argumentar que se está dando una solución real al problema sin tomar en cuenta las necesidades básicas de una vivienda decorosa? Invitamos a nuestros lectores a abrir el diálogo sobre esta situación que no sólo sucede en México sino también en otros países latinoamericanos, en donde la vivienda social y sus usuarios están tomando, cada vez más, la relevancia que ameritan.
