El fotógrafo de arquitectura Manuel Rodríguez ha viajado hasta Monceau-sur-Sambre en Charleroi (Bélgica) para registrar una impresionante central eléctrica construida en 1921 y que llegó a ser una de las plantas a carbón más grandes del país. En 2006 todas las miradas se volvieron hacia esta imponente construcción, al descubrirse que su actividad diaria generaba el 10% del total del CO2 emitido por Bélgica. Un escándalo que puso en pie de guerra a los activistas medioambientales de Greenpeace y que acabó con su actividad solo un año después.
Ahora, en pleno 2016, caminar por esta edificación es una suerte de la que no muchas personas podrán volver a disfrutar: la central eléctrica va a ser demolida.
Observando sus eternas paredes de una piedra ya desgastada, no es difícil trasladarse a 1921, momento de su construcción. Una central eléctrica que nació para abastecer a la ciudad de Charleroi y que en los años 70 era noticia por haberse convertido en una de las principales plantas eléctricas de toda Bélgica. Momentos de esplendor, recuerdos que hoy ya quedan realmente lejos. Y es que en este momento el escenario, es muy diferente. El abandono ha hecho mella en un edificio casi centenario, haciendo que solo la visita a su torre de refrigeración sea segura.
El observar estas instalaciones resulta casi irónico. En una especie de escenario post-apocalíptico podemos ver algunas zonas que aunque desgastadas y oxidadas, permanecen tal cual estaban en 2007. No resulta difícil el imaginar que en cualquier momento pueda aparecer un operario para poner en marcha todo, una vez más. Pero la planta hace años que descansa sin ningún tipo de actividad. Ahora el musgo recorre el suelo y las paredes de la central, dotando a estas de una viveza que hace años no tiene. El verdor del musgo sobre la piedra consumida, crea un juego de texturas, colores y significados que, de nuevo, resulta casi irónico.
La demolición de esta edificación no va a suponer únicamente el derrumbe de un pasado energético más sucio y gris. Con su caída se va también una parte de la historia belga y un edificio cuya belleza habla por sí misma. Momentos de esplendor y decadencia que quedarán capturados para siempre en una magnifica panorámica. Una instantánea que podrá disfrutar todo aquel que no haya podido visitar una central, que dentro de poco formará parte del pasado.
