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Arquitectos: Felipe Alarcón Carreño
- Área: 104 m²
- Año: 2016
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Fotografías:Pablo Casals Aguirre
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Los edificios cargan consigo más que con su propia física; cargan, entre muchos otros, con valores simbólicos atribuibles a las múltiples experiencias y recuerdos vividos en ellos; de lo que imaginamos y de lo que conocemos. Cuando de una vivienda se trata, el vínculo intrínseco entre usuario y edificio confluyen en una relación donde lo simbólico de las experiencias cobra mayor valor y relevancia en la cotidianeidad de su uso.
La reforma de esta pequeña vivienda explora, entre otros temas, la relación de sus usuarios con sus experiencias y lo edificado, ese íntimo vínculo de la significación de lo material y su arraigo con los recuerdos. El conservar cierto estado de las cosas se convertiría así en una forma oculta de persistir en esperanzas truncadas por la realidad, las que finalmente van en desmedro de la posibilidad de avanzar. Se intenta así, por medio de la arquitectura, otorgar un nuevo orden a la vivienda, donde la forma del recuerdo y su cotidianeidad se expresen de manera sutil y menos concreta.
En este sentido, la primera operación de proyecto es el despeje, aquella programada intención de establecer qué se conserva y qué se elimina. Se mantiene así la matriz estructural original de lo existente; la doble crujía, y a su vez, se intentan recuperar ciertos materiales que reutilizados en la construcción guarden un lazo con lo anterior, como algunas aplicaciones con maderas de la demolición o las tejas del antiguo techo como una albañilería que conforma el muro de fachada.
Un volumen inclinado, que por una parte se apoya a la estructura original y por otra a un volumen para almacenaje, multiplica el vacío interior de la casa, otorgando un nuevo aire y fundamentalmente una nueva luz. Una ventana corrida en la sección más alta del volumen permite que la luz indirecta proveniente del sur resbale por el cielo curvado conformado por las cerchas invertidas de la estructura e integre al interior un elemento antes inexistente, el cielo. La tensión producida por la forma y su disposición, hacen que la mirada fugue hacia ese nuevo elemento, que siempre estuvo, y que hoy acompaña el recuerdo.