Se alejaba el tranvía y llegaba el trolley, era una época de cambio en Bogotá: la Avenida Caracas llevaba pocos años de construida, fue hecha para comunicar el centro de la ciudad con las nuevas urbanizaciones del norte. Era 1946, dos años antes del Bogotazo. La población rondaba medio millón de habitantes, las avenidas eran amplias y poblada de tranvías y escasos carros. La gente se tomaba las calles en numerosas cantidades, la forma de vestir no cambiaba durante el año por la falta de contrastes en el clima y los cafés eran los espacios más concurridos durante el día y la noche.
Entre los que hoy pueden parecer pocos habitantes de la ciudad, se encontraba Vicente Nasi, arquitecto italiano que residía en Colombia desde 1928. Sobre la Caracas con calle 39, construyó uno de los muchos edificios que hizo durante sus años en Colombia. Una volumetría limpia, ventanas corridas y una combinación de pañete blanco y enchape de piedra en la fachada.
Han pasado setenta años desde que Nasi construyó ese edificio. Ahora en vez de un trolley o un tranvía está el transmilenio; antes miraba a una avenida Caracas amplia y llena de árboles, ahora observa una avenida angosta con más concreto que verde; antes en la calle se veían unos pocos carros y muchas transeúntes, ahora da la impresión de que hay más carros que personas. Una tienda de Colsubsidio y una papelería cubren el primer piso del edificio. Los muros y las rejas están manchados por el arte callejero y en el andén se está abriendo un hueco. Aún así, es parte del patrimonio cultural bogotano.
Durante muchos años el edificio fue conservado por la inmobiliaria MZ S.A., pero la Caracas cambió, y por ende, el edificio también. Entrado el nuevo milenio la mayoría de los apartamentos eran usados para bodegaje o estaban abandonados, sólo dos tiendas en el primer piso mantenían daban señales de vida. Por su historia arquitectónica y la influencia de Vicente Nasi, el edificio fue declarado patrimonio cultural, no podía tumbarse y alquilarlo no parecía rentable. Buscando alternativas se encontraron con Revive Limitada, una empresa enfocada en la recuperación del patrimonio arquitectónico. El objetivo era claro, crear un proyecto que renovara el edificio, que respetara su pasado y sentara un modelo económico sostenible.
La oportunidad traía consigo una serie de retos. La volumetría, es decir la forma, no podía ser cambiada. Tampoco podían tocarse las tiendas del primer piso ya que habían sido el pulmón del edificio durante esos años. Todo debía hacerse causando la menor molestia posible a las tiendas. La obra empezó en el 2006, el mismo año en el que se cumplían 60 años del edificio y un siglo del nacimiento de Vicente Nasi. Fue terminada en el 2008. En vez de cuatro apartamentos, ahora contaba con doce aparta estudios. Era más rentable y para un público con menor poder adquisitivo.
Aunque este proyecto de renovación respetó el pasado del edificio, es una excepción. En Colombia el decreto 606 de 2001, entre otras cosas, establece las tipologías arquitectónicas y las obras que se pueden hacer. Según Eduardo Mazuera, profesor de arquitectura de la Universidad de los Andes y uno de los miembros de Revive Limitada, esta norma busca proteger el pasado: “la forma de intervenir un edificio de conservación se presta para cualquier cantidad de atrocidades si no se conoce bien el objeto de estudio”.
El problema no parece residir en la norma, porque el decreto especifica todos los posibles casos arquitectónicos, para Mazuera, el problema reside en la falta de atención o en la excesiva creatividad que termina ignorado los elementos patrimoniales de un edificio. Para él, “la importancia de la inventiva y de la creatividad que sin caer en tentaciones excéntricas, puedan servirse de las nuevas componentes técnicas cuando éstas no interfieren con la presencia del arte”, como dijo Nasi.
Han pasado setenta años: este edificio ha visto pasar al tranvía, al trolley, al Transmilenio y pronto, verá pasar al metro elevado. Con cada medio de transporte su avenida se vuelve más angosta y los transportes le tapan más la vista a los residentes. Según Mazuera, el Metro va a afectar fuertemente ese corredor vial. “Esas estructuras de concreto sobre unos pilares muy grandes se prestan para muchos conflictos, se vuelven acumuladores de basura, lugares de vandalismo, oscuros e inseguros”, dice.
El futuro panorama no dista mucho del actual: durante el día los negocios mantienen activa la Caracas y los carros van y vienen en el tráfico. Pero todo muere en la noche, las luces son escasas en ciertas zonas, los locales de comercio cierran y sólo se ven rejas con garabatos y uno que otro habitante de la calle, una vía peligrosa para carros y transeúntes por igual. Y el edificio de Vicente Nasi sigue ahí, sobre la avenida, viendo cómo aumenta el número carros, cómo las calles se oscurecen y se talan los árboles para construir más con más concreto. Cómo cada vez hay más carros y menos personas.
Este artículo es producto de la entrevista realizada por Gabriela Gómez al arquitecto Eduardo Mazuera, profesor e investigador de la Universidad de Los Andes especializado en patrimonio. Asimismo, la principal fuente bibliográfica es “Conservación y continuidad de un edificio moderno en Bogotá, Colombia”. En: Ingenieros y arquitectos italianos en Colombia. Rubén Hernández y Olimpia Niglio (Eds.) Roma: Ermes Edizioni Scientifiche, 2016. pp.158-169. Mazuera es egresada de la Universidad de Los Andes y maestro en Restauración y Rehabilitación del Patrimonio de la Universidad de Alcalá de Henares, España. Fue asesor de la Dirección de Patrimonio (Min. Cultura) en la formulación de políticas públicas para el manejo del patrimonio cultural mueble, inmueble, urbano e inmaterial (2004-2011) y es miembro del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, delegado de la SCA desde el 2014.