- Área: 193 m²
- Año: 2015
-
Fotografías:Luis Díaz Díaz
-
Proveedores: Argelith, Il Ferrone, Kerakoll
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Emplazada en el casco histórico de Almazán, junto a la puerta de Herreros y a espaldas de la plaza de santa María, se sitúa esta casa de finales del siglo XIX. Previamente a la intervención se encontraba en mal estado de conservación. En un primer momento se valoró por parte de la propiedad el derribo como punto de partida, para después levantar una nueva estructura y aprovechar al máximo la edificabilidad que el planeamiento permitía. Tras largas conversaciones sobre el proyecto, se decidió recuperar la fábrica original, manteniendo y reinterpretando los recorridos, estancias y materiales que acompañaron la infancia de su propietario, ahora decidido a volver a ocuparla y convencido por rehabilitar lo construido. El condicionante de partida sería tratar de preservar el carácter de lo que fue su casa natal, desplegando de nuevo “el tiempo comprimido que el espacio conservaba en sus mil alveolos”.
No solo se trató de consolidar una parte de la escena urbana, sino también una porción de historia personal.
Las decisiones de proyecto en cualquier caso no renunciaron a realizar una intervención integral y dar respuesta a unas nuevas necesidades funcionales. La geografía de pequeñas estancias que conservaba la casa se redefinió, resultando espacios de mayores dimensiones, mejor adaptados a los requerimientos de la ampliada familia.
La construcción a consolidar se estructura mediante muros de carga de tapial y entramados de madera. La casa está distribuida en tres niveles. Un primer nivel con acceso desde la calle, recogiendo los espacios comunes de la casa, un segundo nivel albergando los dormitorios y la buhardilla. Cuenta además con un patio ubicado al fondo de la parcela, antes dedicado a leñera y horno, en desuso, también consolidado y añadido en la intervención como una estancia más a usar durante los veranos.
Tras una delicada operación de demolición selectiva se descubrió y rehabilitó la estructura de madera, tanto en planos horizontales como en elementos verticales de apoyo, antes oculta tras falsos techos de caña y escayolas, pasando a tener la estructura original, una vez restaurada, un papel importante en el ambiente interior de la casa.
Una de las decisiones que más condicionan la intervención fue la elección y diseño de los pavimentos. Para cubrir los suelos se eligió una pieza de barro florentino parcialmente gresificado para el interior, y una pieza cerámica clinker para el patio, resistente a las frecuentes heladas que registra en invierno Almazán. Los despieces de los pavimentos fueron objeto de estudio detallado, adaptado a la geometría irregular de las estancias, originando un juego de giros acoplados al trazado de los muros. Los tonos tierra del suelo y de las tejas árabes recuperadas de la casa original, serían el contrapunto cromático al blanco neutro con el que se revistieron paredes, techos y la propia estructura de madera, y al azul propio de las carpinterías históricas de Almazán con el que se pintaron las ventanas y balcones de la casa.