Mono no aware es un concepto básico de las artes japonesas que hace referencia a la sensibilidad o capacidad de sorprenderse o conmoverse, sentir cierta melancolía o tristeza ante lo efímero, ante el paso del tiempo.
Ante esta premisa, los arquitectos Nicolás Aracena Müller, Cristóbal Martínez y Tomás Torres (FONDA) desarrollaron para el concurso YAP_Constructo 8 —un programa desarrollado en Chile por CONSTRUCTO en asociación al MoMA y dirigido por los arquitectos Jeannette Plaut y Marcelo Sarovic— una construcción de madera mojada, aromática y vibrante que alberga un movimiento constante que diverge entre el recorrido propuesto por la gravedad y el impredecible fluir del agua.
Un diseño que recuerda el agua que escurre por los túneles en el sur de Chile o aquellos canales de madera que sirven para conducir agua de una vertiente hacia otro lugar. Mediante el hallazgo de un conjunto de antiguas piezas de madera reutilizadas, Mono no aware propone recordar ese momento justo después de la lluvia, un goteo que alimenta una red de flujos que se mueven provocando reflejos, chorreos y pozas.
Trozos enormes de madera se superponen, alcanzables y próximos, puestos ahí para ser tocados, olidos y usados, dejando que sus ranuras y formas cuenten su propia historia. El pabellón invita a descubrir espacios apenas construidos por líneas, quedarse y entonces sumergirse en la fragilidad y escala ínfima del agua.
Proceso de creación
La importancia del agua en el encargo nos condujo a ciertas imágenes y recuerdos que son puntos de partida del proceso de creación. La búsqueda de referentes que resaltan la potencia del agua nos llevó a dos referentes que guiaron la formulación del proyecto: el Túnel Las Raíces, un recuerdo común de un espacio húmedo, goteante que revela cómo el agua escurre por sus muros; y los canales de madera comúnmente utilizados en el sur de Chile, una solución constructiva simple que permite encauzar el agua de una vertiente hacia una nueva dirección utilizando solamente la gravedad. El cruce de estos puntos de partida nos llevó a probar el escurrimiento de agua sobre madera.
Experimentando con la idea de encauzar agua a través de piezas de madera, alterando sus ranuras, formas, y posiciones, construimos un modelo a escala que buscaba producir gotas, chorreos e investigaba la mojabilidad de las superficies de la madera. Nos sedujo la mezcla de control y espontaneidad en el agua que se producía sobre la superficie de la madera, la que respondía a los cambios que provocamos y a la vez encontraba la manera de escurrir de otras maneras, como también los reflejos y caminos que producía.
Fue la construcción de este modelo y la experimentación con el agua y la madera la que nos hizo recordar una experiencia que la instalación logra retratar y presentar. La construcción de esa atmósfera que se siente momentos después de que deja de llover y aún es posible ver gotas cayendo y moviéndose sobre las superficies, afectando los colores de los materiales, los reflejos de la luz y sus sensaciones. La reproducción de una atmósfera y fenómeno natural que combina quietud, nitidez y claridad que apela a todos los sentidos.
Por entonces recordamos unas enormes vigas de madera de pino Oregón de enormes dimensiones que pertenecieron a antiguas fábricas y galpones en Estados Unidos y que se importan del mayor largo posible para su comercialización por partes a pedido. Nos parecen particularmente potentes por las siguientes virtudes:
- La posibilidad de un cambio de escala radical de los elementos de pequeña sección que habíamos trabajado, a unos de tamaño monumental poniendo al alcance de las personas (y del espacio público) piezas únicas. Poder tocarlas, apoyarse en ellas, olerlas.
- La limitación de opciones al trabajar con un conjunto conocido y determinado de piezas.
- La evidencia de un uso anterior, sus perforaciones, grietas y cortes que revelan una historia previa que añade una carga sensorial.
Trabajamos entonces diseñando una estructura que aprovechara estas vigas de grandes dimensiones sin modificarlas, de manera que pudiéramos usarlas solo temporalmente, y que fuera capaz de portar agua por su misma superficie, iterando y probando sobre una maqueta 1:25 algunas de estas pruebas incluso con agua, simulaciones de iluminación y posteriormente prototipos para las uniones . Mediante este prototipo vimos que para que el agua escurra por gravedad, las vigas iniciales debiesen posicionarse a una pendiente de 3% y luego ir decreciendo a medida que se van acercando al suelo.
Durante el proceso constructivo se decide hacer referencia a la historia de las vigas usando una cierta estética de acopio y transporte de madera que se ve reflejado en la construcción de una estructura que remite al encastillado —sistema de apilamiento para asegurar la conservación de las maderas— y el uso de cadenas en las uniones, aludiendo a las mismas que se utilizan para amarrar las cargas en camiones. Esta referencia nos parece pertinente no solo por la relación que establece entre los elementos sino también porque es a la vez un sistema de transporte y por lo tanto temporal. Al mismo tiempo, permite una resistencia y durabilidad adecuada para el uso en un espacio público.
Por último, e independiente del desarrollo posterior que aún requiere, el proceso de diseño finaliza con la obra misma pues debe ser afinado o ajustado en terreno como un instrumento musical. Una vez que el agua opere sobre las vigas, una última operación de ranuras y cortes superficiales permitirá establecer los recorridos del agua predefinidos.
Descripción del proyecto
El pabellón consiste en 17 vigas de Douglas Fir (Pino oregón Americano) de más de 10 metros de largo con secciones grandes de hasta 90 cm por 35 cm apoyadas unas sobre otras perpendicularmente y en pendiente, utilizando el sistema de acopio de encastillado para crear cinco niveles u horizontes que establecen circulaciones libres entre y bajo cada una de ellas. El pabellón creará lugares de descanso y apoyo que dejan su uso abierto a la interpretación del usuario, una cierta ambigüedad que invita al espectador a tocar, sentarse, caminar y sentir.
Las vigas no serán cortadas, entendiendo que gran parte de su valor radica en sus dimensiones, y se organizarán y distribuirán de manera que liberará un espacio mayorque se contrapone a los accesos del terreno de manera que para llegar a él haya que recorrer o atravesar el pabellón y que a la vez servirá como espacio para realizar eventos que requieran de mayores dimensiones.
El agua se inyectará en los puntos más altos de la estructura desde mangueras insertas dentro de tubos de acero y recorrerá por la superficie de cada viga por gravedad. El flujo de agua tiene entonces un recorrido propuesto por la estructura y al mismo tiempo una dosis de espontaneidad, generando efectos no planificados, momentos únicos que hacen que el pabellón se modifique constantemente según las condiciones lumínicas, climáticas u otras variables locales del lugar. El agua lentamente comenzará a colonizar la estructura y en una primera etapa el agua transitará lentamente por el recorrido propuesto por las pendientes hasta saturarlas superficialmente.
De noche, el sistema de iluminación del pabellón consistirá en una serie de lámparas construidas a partir de estanques plásticos redondos reciclados. Estas lámparas serán de luz cálida y difusa. Estarán ubicadas alrededor del perímetro interior del pabellón, iluminando las zonas mojadas y los cruces de cada viga. Revelarán otra mirada: destellos en las gotas y reflejos en las caras inferiores y humedecidas de las vigas, invitando al espectador a mirar desde abajo hacia arriba.
Pozas deliberadamente producidas a partir de una mayor compactación del suelo de maicillo, recogerán parte del goteo mientras que el resto se perderá en otras pozas ocasionales y en el riego de un jardín que busca aportar un conjunto de olores húmedos (tierra, plantas, piedras, madera).
Los trazos de agua, su velocidad y las líneas que van dejando atrás son la fuerza conductora de este pabellón, creando una instancia que le pide al espectador a detenerse a observar ese fenómeno natural que se produce luego de que se detiene la lluvia, el movimiento delicado y magnético del agua sobre una superficie natural. Se detienen en el tiempo los pequeños caminos de agua producidos por las ranuras de las vigas y que cuya huella lineal convoca los sentidos del espectador. Pozas, gotas, chorreos y un olor intenso a madera húmeda reproducen un ambiente que raramente se siente en el centro de una ciudad urbana.
Colaboradores
Diseño: Matthew Lydiatt Elton
Edición: Maya Errázuriz Hurtado
Diseño gráfico: Fernando Costa Schmidt
Cálculo estructural: Ignacio Kretschmar Folatre
Fotografía: Cristóbal Palma