En esta edición del Día Internacional de la Mujer hemos unido fuerzas con la publicación impresa colombiana de-Arq (Universidad de Los Andes) para conocer el trabajo de cinco arquitectas colombianas contemporáneas, quienes representan distintos enfoques complementarios dentro de nuestra disciplina: diseño, investigación, docencia y experimentación.
Hoy conoceremos a María Cecilia O'Byrne, arquitecta de la Universidad de los Andes. Académica, gestora e investigadora con particular interés en el legado de Le Corbusier tanto en Colombia como en el resto del mundo. "Para poder decir algo sobre Le Corbusier tuve que estudiar, aprender y conocer tanto de su obra como de el gran mundo de conocimiento que resume en ella", comenta O'Byrne. "A Le Corbusier debo agradecer haberme convertido en una persona con un cierto bagaje cultural", agrega.
María Cecilia O'Byrne según María Cecilia O'Byrne
Nunca soñé con ser otra cosa que arquitecta. El problema comenzó cuando me gradué, porque entendí que no era fácil serlo. Trabajé en dos oficinas de arquitectos recién graduada y no me gustó. Se tornaba en un trabajo mecánico, con poca creatividad, además de ser mal pago. Luego intenté trabajar en el Estado, como jefe de planeación de un pueblo, como todos los de este país, con muchas necesidades y pocas opciones. Fue interesantísimo, pero terminé con una amenaza por no haber facilitado a nadie sacar tajadas durante el tiempo que duré en el cargo. Salí corriendo. En este país, en los años 90, sabíamos perfectamente que las amenazas se cumplían. Luego lo intenté en como consultora del PNUD… y conocí la burocracia de la pobreza.
Sin haber sido muy buena estudiante, decidí con mi compañero, que nos iríamos a estudiar. Salió cupo para los dos en la maestría de Historia, Arte, Arquitectura y Ciudad en la ETSAB-UPC, dirigida por Josep Quetglas y, para hacer el cuento corto, mi vida dio un vuelco total y encontré el espacio que por 23 años fue la fuente de mi vida laboral: la academia. Allí estuve, hasta el año pasado que decidí darme una jubilación anticipada, dejar la ciudad para vivir en el campo y comenzar una nueva vida, donde espero que la meditación, poco a poco, sea mi principal actividad.
¿Qué personas y referentes han marcado tu carrera como arquitecta?
María Cecilia O'Byrne (MCO): Ya nombré a mi principal maestro: Quetglas. La última vez que lo vi le tomaba el pelo entre seria y agradecida, pues en la maestría me enseñó a leer; en el doctorado, a escribir y ahora, con su jubilación, me sirvió de ejemplo para vivir el último tiempo de la vida, como un tiempo de júbilo, cercana a la naturaleza.
De su mano conocí a Le Corbusier que ha sido mi segundo gran mentor. Para poder decir algo sobre él tuve que estudiar, aprender y conocer tanto de su obra como de el gran mundo de conocimiento que resume en ella. A Le Corbusier debo agradecer haberme convertido en una persona con un cierto bagaje cultural.
Y trabajar cerca de Germán Samper me ha dado la oportunidad de conocer en vivo y en directo lo que es ser realmente un maestro que ha logrado, a pesar de los éxitos y golpes de la vida, mantenerse como un ser amable, generoso y con ganas de vivir y dar lo mejor de sí hasta el último instante. Es un ser impecable.
¿Qué mujer arquitecta colombiana —histórica o contemporánea— deberíamos conocer en profundidad?
MCO: Creo que la mujer más seria en su labor como docente e investigadora que ha tenido este país es Silvia Arango, no siendo la única. Estoy lejos de conocerla con seriedad y tenemos intereses que parecieran estar en las antípodas una de la otra. He criticado muchísimas veces en clase algunos apartados de su libro más conocido —Historia de la Arquitectura en Colombia— que fuera el único libro en ganar el premio de una Bienal de arquitectura en este país. Pero tengo que agradecerle que lo haya hecho, de tener la valentía de intentar dar cuenta de un panorama tan complejo en un solo libro y de seguir trabajando sin dudarlo en la formación de la juventud de este país. Yo me di por vencida pronto.
La paridad de género en las salas de clases universitarias no coincide con el escenario del mundo laboral. Algunos lo atribuyen a la invisibilización y desconfianza en la mujer, otros exclusivamente a temas de méritos. Desde tu punto de vista, ¿qué crees que sucede?
MCO: No sé, no es un tema que me interese.
¿Qué otros temas crees que la visibilización de grandes arquitectas aporta a la disciplina, además de la defensa de la igualdad de género en la disciplina?
MCO: En general a lo que se le da visibilidad hoy en día es tan pobre que pareciera una ventaja no ser visible en un mundo que peca por la banalidad. Hay que trabajar por el gusto de hacerlo, porque uno se siente mejor ser humano haciendo lo que hace, porque haciéndolo de ese modo, seguro el mundo que se transforma con ese trabajo lo hace para mejor. Pero lo cierto es que estamos en una sociedad —y no me refiero solo a la colombiana— que olvidó que la vida trata sobre ser felices y el trabajo no está dando esa felicidad.
¿En qué proyectos te encuentras trabajando en la actualidad?
MCO: Aprovecho la oportunidad para hacer visible un trabajo que he realizado con compañeros y amigos que se presenta al público hoy jueves 15 de marzo en el Archivo de Bogotá: se trata de una exposición doble, cada una con su libro. En la que he trabajado directamente con Ingrid Quintana, Ricardo Daza y Virginia Gutiérrez se titula “La obra arquitectónica de Le Corbusier: un aporte excepcional al movimiento moderno. Las 17 obras declaradas patrimonio de la humanidad”.
Cinco arquitectas colombianas destacadas en diseño, investigación y docencia
En el último tiempo el Día Internacional de la Mujer ha recuperado el significado político de sus inicios, aglutinando algunos de las discusiones más recientes en torno a la mujer: la brecha salarial, la denuncia de abusos sexuales a través del movimiento #MeToo y, en el caso particular de nuestra disciplina, la visibilización de la mujer en la arquitectura.