Una isla es por definición una porción de tierra rodeada en su totalidad por agua; en ese sentido el elemento agua es límite, frontera y a su vez lugar.
El Hotel Punta Caliza diseñado por Estudio Macías Peredo Arquitectos utiliza estos mismos significados para que el líquido por naturaleza salado y color aguamarina sea isla, es decir, funja como centro y superficie, y tenga como límite y frontera lo construido, haciendo un conjunto que rodea el agua, la contiene y le da forma.
Con este preámbulo, hablar de Punta Caliza es hablar de experiencias que tienen que ver con la provocación a una continuidad de encuentros: entre agua y tierra, entre materiales, entre espacios y visitantes, éstos últimos a titulo de huéspedes encuentran un descanso que siempre tiene como encuentro primordial la convivencia.
Arena
La arena en forma de terreno delata un triángulo que en su lado más agudo y punta a la vez, se eleva en forma de torre de madera a su máxima altura para hacer evidente lo que en planta baja se extiende hacia el límite contrario. Se esconde hacia la calle detrás de una línea recta de manglar que con su fronda borra evidencia de lo construido y genera una privacidad particular hacia el lado más transitado del terreno. Luego, regresando a la torre en ese mismo costado, una escalinata muestra el acceso principal entre un par de mangles protegidos y en ese punto la altura de visual cambia y es con los pies postrados a metro veinte sobre el nivel de arena que el primer tejado de los tres —que dan forma al triángulo del conjunto—, te recibe para gradualmente llevar la experiencia hacia el centro: el agua.
Chukum y cerca maya
La reunión entre estos elementos de tradición local es la base del perímetro, la arena siempre fiel al suelo sirve de soporte para que por un lado la cerca maya se levante y con su baja altura —dejando entrever la vegetación—, divida el exterior de la primer capa interior. Frente a los sólidos carrizos, éste material ancestral cubre volúmenes alargados que corren sobre todo el perímetro y se truncan en forma de pasillos escalonados que acercan el agua y dan acceso a las habitaciones. El chukum como basamento es entonces contenedor, las habitaciones funcionarán como transición entre la primer capa interior de aire y el centro de agua.
Madera
Retomando la piel de la torre en la punta del triangulo —que como observatorio permite ubicarnos entre la laguna de Yalahau y el mar la península de Yucatán—, este material usa esta misma geometría ahora como cubierta y por consecuencia toma una presencia notable en una armonía regional junto con los otros materiales, así entonces el recuerdo ancestral toma potencia y los techos de madera recubiertos de palma remiten perfectamente a la casa maya que entiende la relación particular entre temperatura y humedad. Su solidez despoja a los muros recubiertos de chukum de cualquier carga para que por si misma funcione como estructura y esta se desplace a lo largo de los volúmenes, para que a través de los ojos haga remembranza a una técnica y su construcción. Muchos menos años atrás, veintiséis para ser exactos, el cedro rojo utilizado para las techumbres se cosechó un la finca familiar, lo cual dio factibilidad económica al proyecto para luego complementar con Zapote la estructura vertical y portante para el piso del asoleadero.
Este diálogo en vertical entre chukum y madera también se da en horizontal, guardando entre ellos jardines y agua que resguardan el espacio íntimo de descanso como núcleo de las habitaciones. Los detalles en el trabajo de este material denotan un cuidado exhaustivo tanto en los ensambles como en la disposición de las vetas; incluso las imperfecciones naturales de algunas de las piezas evidencian y demuestran que lo natural, como el sitio en sí mismo, exalta su belleza hasta en este tipo de señas.
Agua
El agua como centro y superficie es también lugar. Las escalinatas que dan acceso desde todo el perímetro delatan su profundidad, una altura que a su vez hace remembranza al nivel máximo alcanzado por el agua en otro tipo de situaciones, es decir, también es una unidad de medición. Al ser centro no se conforma con estar ahí y dialogar con el todo, incluso con el cielo, se cuela entre los muros que la flanquean para visitar las habitaciones y comunicar que su presencia también es un aviso de la relación con el afuera, que por medio de esta limitada cantidad de agua capturada por cada habitación hay forma de ir a la gran masa de agua que es de nuevo un encuentro con el todo. Desde ahí, desde ese espacio “inundado”, la casa maya se levanta y concentra; luego la torre aparece de nuevo y orienta. El descanso es lo adecuado como actividad, la relajación en este espacio es natural.
Sombras, día y noche.
El sol provoca las sombras, da sentido al día y al ocultarse, origen a la noche. El transcurso del tiempo está presente en la mente pero el sitio lo convierte -por decirlo de alguna manera- en tiempo difuso, los minutos cuentan diferente bajo las sombras totales o parciales que el diseño de cubiertas a dos aguas o en horizontal fueron pensadas para una diversidad de dinámicas en el espacio abierto para transitar, estar y convivir.
El ambiente local de la isla es pasivo y se ha hecho parte esencial de Punta Caliza para que en conjunto, con el paso del sol, tenga larga estancia bajo sus sombras y dentro del agua. Aún así, con la mente en reposo, el lugar no permite el olvido de quien le ha dado suelo: la isla y de todo lo que naturalmente ofrece; invita a salir y a recorrer para luego —al regresar ya con la experiencia vivida— reconocer que ese pedazo de “tierra” es parte del todo, que te remite al pasado local de un sitio que genera un encuentro entre agua y tierra, así como la isla misma.
Todo esto ocurre a unos doscientos metros “arena” adentro de la playa blancuzca de Holbox y del mar salado aguamarino que la caracterizan. Donde el cielo es surcado por cientos de especies de aves y donde su flora y fauna protegida son parte de la reserva ecológica de Yum Balam en Quintana Roo.
Agradecemos a Adlai Pulido por esta colaboración exclusiva para ArchDaily.
Adlai Pulido (CDMX, 1984). Arquitecto por profesión, ha desarrollado su práctica arquitectónica como un medio para entender, observar y analizar el complejo sistema en el cual se desarrollan los seres humanos. Redondea su actividad profesional con la fotografía y la escritura; ambas actividades como herramienta de observación estética y cultural del paisaje urbano arquitectónico. www.adlaipulido.com