No es nada personal con el color amarillo, pero seamos sinceros: estábamos saturados de la monotonía.
Amamos el amarillo, pero no cuando es usado sin gusto y con corrupción. Nos gusta el amarillo tan natural en Lima como el de la imagen que encabeza este texto; ese de tono tierra, el de cada atardecer, el que brilla como el sol. Estos últimos años nuestra ciudad ha estado forzosamente invadida de este color: escaleras amarillas, puentes amarillos, muros amarillos, rejas amarillas… quizás demasiado. Y si ciertas obras no eran amarillas en sí, las intenciones detrás venían cargadas con un tufillo de esa tonalidad.
“Un amarillo puede ser radiante o hiriente”, bien lo dice Eva Heller en la psicología del color. Y entonces ha sido inevitable que lo radiante se desvanezca, y se torne hiriente la estética bandera de la reciente gestión municipal (2015-2018). Por su visión a corto plazo en la planificación urbana, sin noción de espacio público y áreas verdes, por su silencio incómodo y no diálogo para con los ciudadanos, por su desidia e individualismo, entre otras faltas. Definitivamente, lo amarillento ya no sólo era de la pintura plástica que identificaba sus obras como la marca del zorro; sino que se percibía en el aire, con cada gesto o hasta con su mudez. Todo se ha visto difuso en amarillo, acompañado de la cruda realidad en blanco y negro, arrebatándonos la naturaleza de coloridas posibilidades.
Esto es una catarsis de los que hemos vivido co-habitando con estas “obras” poco constructivas, por no decir destructivas de nuestra ciudad. Necesitamos enumerarlas como un listado de cosas que no se volverán a repetir. No queremos que parezca una oda a estas obras, más bien es para no olvidar los nefastos efectos que puede ocasionar la falta de reflexión al intervenir el espacio público. También es un vistazo de algunas de las problemáticas urbanas que aún enfrenta la capital peruana.
Y aún teníamos un asunto pendiente: para decir adiós a una relación tóxica, luego del pesar y ser conscientes de lo que no nos conviene, la mejor manera de despedirla es valorando lo que ha permitido vislumbrar. Todavía hay ciudadanos sacando cuentas de lo que pudo ser y lo que no fue, en tanto que en las últimas publicaciones al respecto se ha visto mucho resentimiento naturalmente por la deshonrosa forma en que se nos entregó una Lima Amarilla. Muchos de estos proyectos se quedarán por un buen tiempo en nuestra ciudad, entonces este adiós no significa su desaparición, sino el freno de su proliferación; pero sobretodo la visualización de la belleza que subyace tras estos males.
Permitámonos decir adiós rescatando la belleza colateral que emergió en medio del silencio, las protestas, los atropellos y excesos.
Todo empezó con las escaleras amarillas
Durante las primeras gestiones del alcalde Castañeda, en distintas zonas de Lima periférica e informal se confrontó la inaccesibilidad de los habitantes de las laderas con las zonas más planas de la ciudad, surgiendo así la construcción de escaleras amarillas. El color fue el sello y podría decirse que estas acciones fueron génesis de la Lima Amarilla. Lo más recordado es que se construyeron cientos que beneficiaron, integraron (y sedujeron) a muchos habitantes de Lima, creando nuevas oportunidades. Sin embargo, siempre quedó abierta la posibilidad de nuevas estrategias de conexión acompañadas de un sistema de integración de los barrios con espacios públicos o paisajísticos. Así la estética amarilla se convirtió en una estrategia recurrente en los demás proyectos de esta gestión, escapándose definitivamente de toda lógica urbana. Como si tan sólo de repetir el color se tratase y fuera suficiente para garantizar una buena obra.
By-pass / Alameda 28 de Julio
Esta es quizás la obra más amarillenta, difusa, distorsionada e hiriente de todas las que nos dejó esta gestión. Se llevó historia e identidad, con ello la naturaleza de los enormes árboles que daban sombra a quien andaba por ahí. Nos entregó un gran suelo y ramas de palmeras sobre grass artificial, y algunos jardines con carteles de "no pisar”. A pesar de todas las protestas ante un vendaval de interrogantes, la obra continuó en silencio y con muros mentales durante 3 largos años. Hoy la supuesta alameda 28 de Julio es hito del No-Paisajismo. Y el bypass muestra -irónicamente- a través de más de 500 grietas, la fractura que significó para el espacio urbano.
A inicios del 2015, con una visión sesgada de sobrevalorar el automóvil sobre el peatón, el proyecto planteó unir mediante by-pass la avenida Wilson con las avenidas Arenales y Arequipa; además de una alameda que conectaría el Parque de la Exposición y el Campo de Marte. No hubo estudio previo que justifique este proyecto, sólo acusaciones sospechosas. Se generó una gran polémica de un grupo de ciudadanos, arquitectos y especialistas desde antes de iniciar a la obra, porque se intervendría sin cuidado alterando el imaginario urbano de los limeños sobre este icónico nodo de Lima, un atrio urbano del centro histórico con representativos espacios públicos. Rompiendo pistas y derribando árboles, se generó una desconexión en la ciudad para los peatones y ciclistas. Algunos puntos urbanos quedaron aislados, el nodo vehicular no se resolvió, sólo se trasladó. Podemos hablar también de los millones invertidos provenientes del dinero que estaba destinado a mejorar la ribera de río Rímac con el proyecto Río Verde.
Diversos arquitectos en formación se unieron y alzaron la voz, surgiendo la Unión de Estudiantes de Arquitectura de Lima (UDEAL). Ellos, tras realizar una serie de análisis y conclusiones sobre el proyecto, convocan a marchas y conversatorios intentando detener la obra recién comenzada. Fue memorable la marcha por una Lima Planificada y el plantón frente al Colegio de Arquitectos del Perú (CAP) para que se manifestara en representación de los profesionales sosteniendo una postura clara al respecto. Sólo se obtuvo un pronunciamiento poco relevante, quedó más el acto de cómo los estudiantes hicieron que los profesionales entren en acción. Estas movilizaciones estudiantiles siguieron desarrollando más eventos por la planificación y mejora de la ciudad, aunque la gestión municipal nunca estuvo abierta al diálogo desperdiciando la oportunidad de trabajar colectivamente. Desde las aulas universitarias, la agitación se sentía y no dejaba impasible a nadie. Un día el maestro Wiley Ludeña, quien dió algunas charlas al igual que otros arquitectos influyentes, detuvo su clase para dar el mensaje: una invitación a salir a las calles con los estudiantes que estaban unidos por el derecho a la ciudad.
“El ágora vuelve a las calles”, define Fabio Rodríguez refiriéndose a este hito histórico. “No se trata de un simple reclamo, sino del deseo por mejorar la ciudad en la que vivimos”, sostiene Claudia Hiromoto.
LO BELLO: Un antes y después. Lima ha plantado un bien inmaterial, como el logro que representa que los estudiantes de diferentes universidades se unan por un mismo fin. Hasta el día de hoy la UDEAL es cada vez más fuerte y fiscalizadora de lo que se hace o no en nuestra ciudad. Estamos seguros de que seguirán organizando interesantes propuestas desde las aulas y las calles. ¿Qué nuevos movimientos surgirán? ¿Esperaremos a que vuelvan a suceder atentados contra la ciudad para reaccionar, o seguiremos este camino ya iniciado siendo ciudadanos cada vez más activos?
Muros Amarillos en Centro Histórico de Lima
“Ni siquiera estaban deteriorados, estaban intactos”. Sin embargo, en marzo del 2015, el alcalde de Lima ordenó borrar varios murales del Centro Histórico de Lima. Estos formaban parte del programa de muralización de la anterior gestión municipal de Susana Villarán (2013) donde muralistas de ocho países distintos, reconocidos artistas urbanos entre grafiteros y curadores, participaron en estas intervenciones relativas al Festival de Arte Urbano Latinoamericano pintando trece muros. Borrarlos por un capricho sin interés por la cultura es también querer desaparecerla en todas sus formas. No hubo respeto por el esfuerzo que se hace al pintar murales, que mayormente son autogestionados.
Ciudadanos y artistas se indignaron y protestaron frente a este atentado contra la libertad de expresión artística. “Muchas personas piensan que hacemos un escándalo de esto y que debemos estar acostumbrados a que nos borren, pero no se dan cuenta del fondo del asunto, al borrar los murales se aleja a la gente de aprender algo nuevo, de pensar, de criticar. En lo personal, cuando vi un graffiti en la calle, me cambió la vida. ¿A cuantos más les ha sucedido lo mismo? ¿Por qué quitarle eso a la gente? ¿Quienes prefieren el amarillo mudo que todos conocemos?”, reflexiona el artista JADE Rivera. Por su parte, el artista Olfer Fernández emprendió una batalla legal ante Indecopi. Hoy tres años después, le dieron la razón. “[El resultado] hace justicia a muchos compañeros del arte callejero y más aún al cambio que se genera en la ley de derecho de autor”, comenta. El municipio deberá pagar una cuantiosa multa.
Los murales que se conserven y se cuiden también pasarán a ser patrimonio. Estos murales contarán parte de nuestra historia, por eso son tan importantes, nos humanizan”. - JADE
LO BELLO: Ganó el Arte. Aparte de la multa que se efectuará y la reivindicación a los derechos de autor de los artistas afectados, el alcalde electo ha manifestado su intención de devolverles color y alegría a las paredes de la ciudad. Queda la reflexión sobre la importancia de los murales en una ciudad como la nuestra. Lima necesita de color porque el cielo gris no la deja brillar. Es necesario el color para realzar los casos arquitectónicos más valiosos o muros que realmente lo necesiten. Además, de ser los murales un espacio de expresión, fueron borrados pero nadie calló a las voces que estaban detrás. Es un apasionado ejemplo y semilla de cómo hay que ser rigurosos con nuestras obras y defenderlas.
Malecón de Rejas Amarillas en la Costa Verde
Este se llevó la línea de horizonte y con ella la vista privilegiada del mar se esfumó. Se cubrió con este voluminoso malecón/puente -un camino alzado por sobredimensionados apoyos- con rejas amarillas (para variar) de denso entramado, lo cual distrae el paisaje natural o urbano. Antes de la creación del malecón de Miraflores en la Costa Verde, dicha gestión había construido tres carriles (una vez más el auto primero). Esto afectaba el paseo peatonal por las playas aledañas y quitaba espacio a la ciclovía. Los ciclistas organizaron una marcha que lastimosamente dejó un atropellado, lo que dispuso que se replantee el reglamento para un nuevo diseño, donde nace así la idea de un paseo peatonal/ciclista. Sin embargo, su diseño tuvo problemas técnicos de medidas, y así durante buenos kilómetros.
El 14 de Enero del 2016, como una forma de protesta contra el color amarillo del enrejado impuesto en el paisaje, aparecieron candados colgados en su mayoría hacia el lado que da al mar. Al estilo del Puente de las Artes en París, las polémicas rejas estaban siendo invadidas por “románticos” candados, como protesta o demostración de amor (por la ciudad). Sin embargo, este gesto no duró mucho, pues una vez más dicha gestión municipal mandó a callar las expresiones ciudadanas de voz y color, ahora quitando los candados. Y el malecón sigue ahí.
“A veces con protestar no se gana nada, por eso busquémosle una solución y hagamos que todo se vea mejor. Llenémoslo de mensajes (en candados) con distintos colores”, reflexionó una ciudadana.
LO BELLO: Ha quedado en el recuerdo de todos los limeños que este siempre será nuestro primer puente de los candados como memoria de que la expresión, inconformidad y defensa por darle lo mejor a la ciudad es una forma de amor. Practiquémoslo. Ahora este espacio es usado de forma espontánea y creativa por los usuarios de la playa aledaña como “sombrilla” que no hay, según registra la Coordinadora para la Ciudad en Construcción (CCC). Y nuevamente lo valioso aquí es la reflexión que queda: ¿cuál era la mejor forma de intervenir este espacio? ¿Con qué delicadeza y pertinencia tenemos que intervenir este encuentro de ciudad y paisaje?
Puentes Amarillos: Río Rímac / Vía Expresa
“No se cayó, se desplomó”. Esta frase célebre quedará como regalo para nuestra memoria limeña. Más allá de la ironía, nos dejó una confirmación de la no-diferencia entre estos sinónimos para expresarse cuando de estructuras se trata. Llevándose la capacidad de entender el entorno y la función, la estructura del 'Puente Solidaridad' colapsó y se cayó/desplomó el 16 de marzo del 2017 tras la crecida del río Huaycoloro a causa del fenómeno del Niño Costero; pese a que había sido construido hace apenas 6 años antes, en la segunda gestión “amarilla” del mismo alcalde.
El puente debió haber durado 20 años al menos, de acuerdo al perfil de inversión pública. El puente de la Solidaridad solo tenía un apoyo atirantado y otro para recibir las cargas, las cuales caían en una ribera llena de desmonte. Como mencionó el arquitecto Ortiz de Zevallos, resulta incongruente que un puente se haya caído con su peso muerto. Las bases fueron débiles y con el paso del tiempo, carcomidas debido a que se apoyaban sobre riberas compuestas de puro relleno, sin posibilidad de suelo firme. Este puente era al menos una estructura necesaria para los vecinos de San Juan de Lurigancho y El Agustino. Se evidenciaba una vez más el poco cariño de la gestión hacia los ciudadanos.
El puente Bella Unión (2017) resulto también ser un caso polémico. El diseño del puente se concentró en el vehículo y no en el peatón revelando la inexistencia de veredas, semáforos de control y mal diseño de ciclovías. Lo que debió ser una solución para los vecinos que se “benefician” de esta obra, resulta ser un dolor de cabeza constante, pues tienen que sortear vallas metálicas para cruzar y llegar a los paraderos o caminar mucho más de la cuenta. Sumémosle la estrambótica ornamentación sin características estructurales. Similar situación sucede en los recientes puentes sobre la Vía Expresa (el Zanjón), una vía vehicular icónica en la ciudad. Se les critica su exagerada posición formalista pero además su funcionalidad discutida. Viene a colación la crítica de la ornamentación de sus arcos amarillos y el problema frecuente de la falta de estudios antes de ejecutar los proyectos.
Siendo la ornamentación un punto muy criticado, vale mencionar lo que dijo Cartucho Miro Quesada en su momento argumentando la diferencia entre ornamento y decoración. El ornamento es algo congruente con las estructuras y las formas, algo que realza la composición, racional con su constructividad. Contrariamente a la decoración, cuya génesis es más subjetiva. Característica que determina lo falso dentro de los estilos arquitectónicos. Cuando se confunden los términos, el ornamento muta en decoración, producto de un falso entendimiento de los contextos sociales y de la cultura inserta.
“El ornamento no es superfluo. El ornamento en una cultura como la nuestra es fundamental”. - Elio Martuccelli.
LO BELLO: Recordar la importancia del ornamento, que requiere de un entendimiento de nuestra sociedad y de los contextos urbanos donde se inserta. Los errores en los puentes amarillos nos hacen ver la falencia de un ornamento que debería ser bien entendido -como lo ha sido siempre en nuestra ciudad y cultura-, no como algo accesorio y “decorativo”. Nuevamente, que no quepa duda que las obras inconsistentes se caen o se desploman, es lo mismo. A raíz de este puente débil retomamos conceptos estructurales y pensamos ¿cómo se comporta un buen puente en la ciudad? : encontramos una respuesta revalorando el Puente de Piedra de Lima, que está solemne e invicto desde el año 1610, ejemplo de un proyecto sólido. Más respeto a las buenas obras.
Los paraderos de Lima
No eran amarillos, pero sí difusos. En el 2017, la creación de corredores complementarios con buses troncales supuso también la intervención de paraderos en vías no preparadas para su implementación. De repente, empezaron a instalarse estas estructuras en todo Lima, pero de forma descuidada por no decir “como sea”. En muchos sectores de la ciudad, estos aterrizaban sin criterio alguno, sobre el grass, sobre la mitad de un parque, a media vereda, al tope de la pista. Llamó también la atención el sobrecosto que representaron estas estructuras para ser paraderos.
En muchos casos estos paraderos evidenciaban un diseño no muy pensado para los usuarios y las calles de Lima, generando más problemas por no considerar distancias necesarias para sentarse-permanecer o medidas mínimas en la vereda para transitar, bloqueando que las personas pudieran bajar cómodamente o invadiendo la pista. Se manifestó una vez más la preferencia por el automóvil, exponiendo al peatón y haciendo una ciudad más insegura.
LO BELLO: Haber notado cada una de estas imprecisas colocaciones -como si de tirar dados se tratase- y reconocer esa actitud desinteresada, y no aceptarla, es amor propio a nuestra ciudad. Queda abierta la pregunta, ¿Cuál es el diseño ideal de un paradero? Es un ejercicio maravilloso pensar en sus posibilidades y mantener la ilusión de que esto se puede mejorar, haciendo ciudades caminables/amables que se pueden entender mediante espacios de encuentro congruentes con su diseño, su entorno y las necesidades de la gente. ¿Para qué podría servir mejor dichas estructuras altas sin sentirse desperdiciadas? Si las unimos de dos en dos -siempre la unión es la respuesta-, podrían ser casas, bibliotecas o comedores, con un cerramiento adecuado emplazado en el lugar adecuado.
La necesidad de protestar y de manifestarse en contra de lo que nos agrede como ciudadanos es memorable, por eso lo registramos. No siempre tenemos claro qué es lo que queremos, pero si a veces se presenta muy claro qué es lo que no queremos. Ya sabemos que esto no va más, y que más bien nos quedamos con las expresiones colaterales de belleza, amor, y reflexión ciudadana. Ahora, que ha empezado hace poco la gestión del nuevo alcalde de Lima Jorge Muñoz, hay renovadas ilusiones. Nuevos colores se asoman, y estamos en pleno proceso de seguir re-construyendo nuestra ciudad.
Adiós Lima Amarilla. Hola Lima Multicolor.
- Nota: para no sonar como una voz aislada, el listado anterior se sostiene en datos e imágenes de la gran labor de la UDEAL. Un agradecimiento especial.