Certificados y premios de sostenibilidad se otorgan todos los días a nuevos edificios que prometen un futuro libre de carbono e impacto cero. Sin embargo, la mayoría de los esfuerzos que hacemos para construir edificios cada vez más "sostenibles", acaba el día de sus inauguraciones. El costo energético global de la arquitectura tiene mucho más que ver con la vida útil de un edificio que con su construcción. Aunque parezca que no hay salida para este actual modelo de éxito, cabe a nosotros arquitectos, repensar el significado de arquitectura sostenible en los días de hoy. Quizás debemos dejar de aplaudir y exaltar ciegamente los nuevos edificios y poner nuestra atención hacia los edificios que ya existen. Este artículo se publicó originalmente en CommonEdge como "Why Reusing Buildings Should be the Next Big Thing."
Durante la primera conferencia mundial de medio ambiente, realizada en la ciudad de Río de Janeiro en 1992, se dieron a conocer tres hechos importantes: la temperatura de la tierra estaba aumentando; los combustibles fósiles ya no eran una fuente viable de energía y que el entorno construido debería adaptarse a esta nueva realidad. Ese año publiqué un ensayo en el Journal of Architectural Education llamado "Architecture for a Contingent Environment" (Arquitectura para un entorno contingente) que sugiere que los arquitectos se unan a los naturalistas y conservacionistas para enfrentar esta situación.
Los conservacionistas sugirieron que la profesión debiera considerar la reutilización de estructuras existentes como una estrategia de sostenibilidad, porque al reutilizarlas se desperdicia menos energía, se usan menos materiales y se producen menos residuos de construcción. Desgraciadamente, uno de los principales sellos de sostenibilidad y certificación de edificios, LEED, ha sido concebido para contemplar sólo estructuras nuevas, desconsiderando por completo las estructuras existentes. La reutilización adaptativa no ha sido considerada, al menos hasta hace poco. Es como un punto ciego, un píxel muerto en las pantallas de los arquitectos e ingenieros.
En 1990, el Instituto Americano de Arquitectos (American Institute of Architects, AIA), con apoyo unánime de sus miembros asociados, creó el entonces llamado Comité del Medio Ambiente (COTE). Sin embargo, durante más de una década el cambio climático siguió siendo una preocupación secundaria entre la mayoría de los arquitectos. Entre los arquitectos asociados al AIA ya han comenzado algunas discusiones con respecto a la sostenibilidad y calentamiento global, por lo que el tema ya está dando que hablar dentro de la profesión. Como se anunció en la edición de noviembre de Architect, la revista oficial de la organización, los miembros de AIA ahora tienen un conjunto específico de parámetros para medir el rendimiento de los edificios, colocándolos en igualdad con la certificación LEED. La portada, de la última edición de la revista, dejó en claro que COTE estaba creando un premio para nombrar los proyectos "top ten" sostenibles del año, los cuales serían publicados en sus próximas ediciones.
En vista de eso, no podemos dejar de mirar esta premiación con un poco de desconfianza: editores al servicio del AIA condecorando proyectos aleatorios como una estrategia de autopromoción. Además, considerando que el AIA es quizás el más importante portavoz de nuestra profesión, debería dedicarse a presionar más a los líderes gubernamentales para que apoyen las políticas de infraestructura, energía y sostenibilidad.
La buena noticia es que varios de los ganadores de los premios trataban de reformas y reutilización adaptativa de edificios existentes en lugar de nuevas construcciones. Una escuela, una cervecería y un museo se encontraban entre los edificios antiguos que recibieron nuevas "vidas" a través de la reutilización. Incluso se otorgó un premio por una modernización: al proyecto para la histórica Renwick Gallery en Washington. Un edificio victoriano con materiales maravillosos pero con serios problemas en su climatización. No hay nada sexy en los ductos y la calefacción, ventilación y aire acondicionado de alta tecnología, pero puede hacer una diferencia de vida o muerte para una estructura histórica. En este caso, es necesario admitir, que nuestros colegas ingenieros estaban siendo bastante creativos.
Por lo que pude percibir al respecto de los criterios de evaluación del premio, proyectos de reforma y reutilización de estructuras existentes fueron muy bien evaluados en cuestiones de conservación de energía y sustentabilidad ambiental. Desarrollado por la oficina de Kieran Timberlake, el proyecto de reforma de la antigua cervecería de Ortileb, en Filadelfia, hizo uso de un sistema de sensores para ahorrar energía a través de la ventilación natural pasiva. Witold Rybczinski evaluó su estrategia en un artículo reciente, por lo que me apresure a examinar los datos que respaldan las afirmaciones de que los arquitectos de KT estaban haciendo pruebas con "cobayas" que demostraron la eficiencia de poner a las personas bajo un techo parcialmente vidriado y esperar que las temperaturas veraniegas sean mitigadas por la ventilación natural controlada por computadora. Una portada de la revista especificó que un edificio renovado "inteligente" podría hacer cosas que la versión antigua no renovada no podía hacer.
Recuerdo las clases de sistemas mecánicos que tomé en Penn en la década de 1970 con Jim Timberlake y Steve Kieran, y la insistencia de nuestros profesores en qué toneladas de aire acondicionado era el único medio de brindar “confort” a los usuarios, bajo los estándares absurdos de ASHRAE (Sociedad Americana de Ingenieros de Calefacción, Refrigeración y Aire Acondicionado) para el enfriamiento en el verano (20-21 C° y 55% HR). Nada podría ser mejor que un desafío para aquellos pensamientos anticuadas hacia el confort térmico y el uso de aire viciado enfriado con freón (refrigerante dañino para la capa de ozono) en lugar de brisas frescas enfriadas naturalmente. Muchos edificios históricos hacen esto de manera bastante efectiva sin ventiladores mecánicos al confiar en la convección y en el efecto chimenea.
Según la oficina de Filadelfia y uno de sus directores, los arquitectos se habían cansado de probar su atrevida investigación con clientes privados, en lugar de eso decidieron comprar un edificio y usarlo como un laboratorio de prueba. En una ocasión uno de sus clientes, una escuela privada en Washington, DC, sacó un "jardín de retención de aguas lluvia" de su plaza frontal y lo reemplazó con un patio de recreo después de no estar de acuerdo con los arquitectos sobre su eficacia. Por otro lado, fue aún más difícil someter involuntariamente a los miembros del personal a un experimento que parecía temerario desde el punto de vista de la física del décimo grado: el aumento de calor debajo de cualquier techo de vidrio hará felices a las plantas, pero freiría a los humanos, por eso los llamamos "invernaderos". Agregar muchos sensores patentados al espacio no prometía decirles a los investigadores nada que un termómetro de bulbo seco o la revisión del sudor de las axilas no pudiera, y era poco tranquilizador que el programa de computadora para evaluar la comodidad del personal se llamara ROAST (rostizado).
De hecho, después de pasar por un verano un tanto caluroso, a pesar de las esperanzas de que abrir y cerrar las aberturas de los techos pudiera controlar la temperatura y la humedad, ni los pantalones cortos ni las camisetas ayudaron. Después de tres años probando diferentes estrategias, los arquitectos comenzaron a admitir que su esquema de ventilación pasiva era un fracaso e instalaron aire acondicionado en el piso superior. Un sistema de modo dual permite la ventilación natural en climas templados, pero no durante los días calurosos de verano. Aparentemente, sean edificios existentes o nuevos proyectos de arquitectura, sólo el buen aire acondicionado supera las probadas soluciones de diseñadores pasados.
¿Por qué el AIA ilustraría la portada de su revista de arquitectura con un proyecto tan cuestionable? ¿Serían los otros diez proyectos premiados tan ineficaces como la cervecería? De hecho, muchos de los proyectos en el primer "top ten" de COTE tuvieron logros bastante modestos, incluso bajo los nuevos criterios de evaluación de sostenibilidad creados por el AIA el año pasado. ¿Por qué otorgar un premio a una casa muy parecida a los cobertizos pasivos australianos de Glen Murcutt cuando los edificios de apartamentos multifamiliares en muchas ciudades están vacíos, pidiendo soluciones innovadoras de reutilización adaptativa? ¿Será que construir unos pocos pequeños pabellones "sostenibles" son mejores que docenas de edificios históricos reutilizados con un rendimiento térmico mejorado en sus ventanas, paredes y techos? Las mejoras de baja tecnología, como los jardines orgánicos y los recolectores de aguas lluvia, le dieron a la escuela un nuevo tema para sus programas educativos, superando las características de alta tecnología de un palacio de justicia federal diseñado por SOM que cuesta millones y alcanza el estatus LEED Platinum.
Si la Clase del 2018 es una indicación, los premiados de COTE no son tan sustentables como parecen. No parece que el AIA haya analizado críticamente los efectos nacionales y globales de estas métricas de diseño, como lo hicieron recientemente las empresas de ingeniería como Arup Associates de Londres. Los británicos sugirieron en 2008 que solo el 15% de la construcción arquitectónica global antes de 2050 se dedicaría a edificios nuevos, mientras que el resto se destinaría a la reutilización y las renovaciones de ahorro de energía de las existentes.
Imagina el beneficio económico para un país como Estados Unidos si el 85% de todo lo que se construye se dedicara a mejoras en las infraestructuras existentes, como adaptaciones y reformas en edificios para que consuman menos energía. El lobby de auto-promoción del AIA es vago acerca de los beneficios de este tipo de gasto en sostenibilidad, haciendo caso omiso de los efectos positivos de dicha inversión en Europa y Asia. Es hora de que los arquitectos desarrollen una agenda clara de infraestructura/reutilización y se dirijan a las oficinas de senadores y congresistas con propuestas legislativas contundentes.
Del mismo modo que tomó décadas para que el American Institute of Architects promoviera la preservación histórica como una de sus preocupaciones principales, y más de un siglo para honrar a una arquitecta viva con su Medalla de Oro, no ha proporcionado un liderazgo crítico al abogar por la reutilización adaptativa de los edificios existentes. Con un nuevo Congreso y tal vez un próximo cambio de liderazgo en Washington, nuestra principal organización profesional tiene la oportunidad de enmendar sus errores, y quizás de cambiar las actitudes públicas hacia la crisis más desafiante de la historia de la humanidad. Del mismo modo que los conservacionistas debieran buscar la reutilización en lugar de insistir en la restauración pura, los arquitectos deberían centrar su atención en las adiciones y renovaciones en lugar de derramar elogios en las máquinas ecológicas de alta tecnología.