En esta ocasión, Alfonso Arango González aborda en su libro "El trazo del Horizonte" esa linea que define lo superior y lo inferior, tanto en como cinco arquitectos contemporáneos la conciben y representan en sus arquitecturas, como recopilando los relatos cosmogónicos de cinco culturas distantes sobre el cielo y la tierra, y su traducción en el espacio construido. Revisa una reseña del libro bajo sus palabras, a continuación.
Desde el horizonte se irradia un aura de misterio que ha cautivado a la humanidad desde tiempos inmemorables. Entre el cielo y la tierra se ha contemplado a la distancia la aparente línea, cuya horizontalidad difusa define y a la vez se define entre lo superior y lo inferior. Inalcanzable y esquivo, el horizonte ha estimulado la creatividad de la humanidad y ha inspirado sus obras artísticas, sus cosmogonías y sus arquitecturas.
El trazo del horizonte es un trabajo que indaga el algunos de esos misterios, todos explorados a través de los ojos de la arquitectura y la construcción del mundo de los hombres. A manera de simil, la composición de ese mundo binario entre el arriba y el abajo inspiró la estructura básica del libro en dos partes:
La primera, titulada “El horizonte y el dibujo”, está dedicada al estudio de como cinco arquitectos contemporáneos -Alberto Campo Baeza, Sverre Fehn, Peter Zumthor, Frank Gehry, Peter Eisenman- conciben y representan esa concepción de sus arquitecturas en el horizonte. Aquí, se parte desde el interés por el dibujo y sus implicaciones en la concepción de un proyecto arquitectónico. La conexión entre la mano, el ojo, el cerebro y el proyecto que se va formando y modificando a medida que se registra en el papel; conexión que alimentó la curiosidad por indagar puntualmente en el bosquejo arquitectónico. Tras la revisión de algunos de los bosquejos de los arquitectos seleccionados, se identificó que la línea del horizonte no es un factor común; la ausencia de la línea dibujada en algunos casos y su inmediata relación con la concepción de una arquitectura desprendida del suelo contrasta con otros ejemplos en los que el embrión arquitectónico y la línea horizontal son indivisibles. Estas aproximaciones disímiles conviven en un mismo lapso de tiempo, hecho que desató múltiples preguntas, tales como: ¿es considerado el horizonte fundamento en la concepción arquitectónica? En caso de serlo, ¿cómo ha sido concebido a través del tiempo?, ¿se ha transformado su significado?, ¿hay alguna relación entre la concepción del horizonte y su representación gráfica?, ¿puede esto explicar la ausencia de la línea horizontal en algunos bosquejos arquitectónicos contemporáneos? Y, finalmente: ¿existe alguna relación entre el dibujo, el horizonte y la arquitectura?
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La segunda, titulada “El horizonte y el cosmos”, en búsqueda de resolver, o al menos atizar la curiosidad por algunas de esas cuestionantes, recopila los relatos cosmogónicos de cinco culturas distantes entre si a través del tiempo y el espacio, con las cuales se esboza cómo la concepción del cielo y la tierra que da origen a un mundo habitable determina, a su vez, la creación del espacio construido. La arquitectura, al menos en los ejemplos empleados, está determinada por la concepción del mundo, por lo que es posible establecer una estrecha correlación entre el canto del origen del mundo y el espacio construido que vuelve a presentar (representar) el evento del origen inaugurado por la distinción entre el cielo y la tierra, interrelacionados por los humanos y sus arquitecturas. Distinción caracterizada, en todos los casos, por el Horizonte y su dibujo.
