Durante el mes de noviembre de 2019, la ciudad de Venecia ha sufrido las peores inundaciones de los últimos cincuenta años. Fotografías y vídeos de la situación han sido difundidos por todo el mundo, mostrando como ciertos lugares -como la icónica Plaza de San Marcos- se han visto afectados luego de que una importante subida en los niveles de agua (de aproximadamente 2 metros) amenazara con dañar de manera irreparable diversos sitios históricos como la Basílica de San Marcos. A pesar de que la ciudad ha estado luchando contra el aumento del agua desde el siglo V, las recientes inundaciones, agravadas por los efectos derivados del cambio climático, han propiciado la toma de conciencia, evidenciando la vulnerabilidad de las ciudades costeras ante las modificaciones del nivel del mar y estimulando el debate para determinar cómo será posible mitigar estos daños en el futuro.
Pareciera que Venecia se ha acostumbrado a sufrir inundaciones de manera periódica, descritas en el vocabulario local como "acqua alta" (agua alta). Si bien esta ciudad puede padecer de aumentos en los niveles del agua casi 60 veces al año –durante los meses de otoño e invierno-, en las últimas décadas se ha registrado un notable aumento en la regularidad y gravedad de las inundaciones. La mencionada Basílica de San Marcos, por ejemplo, se ha inundado seis veces en 1.200 años pero cuatro de las mismas han ocurrido en los últimos 20 años.
Son varios los factores que producen que Venecia sea una ciudad particularmente propensa a las inundaciones. Según Reuters, el nivel del mar en torno a esta ciudad costera se ha incrementado a causa del cambio climático, con un aumento estimado de 20 centímetros de agua en el último siglo. Además de esta subida, la ciudad misma se ha ido hundiendo, descendiendo aproximadamente un milímetro al año a causa de sus terrenos blandos y movedizos. Esta frágil base sobre la que se emplaza Venecia se ha visto aún más comprometida en las últimas décadas producto del bombeo de agua subterránea para consumo humano e industrial.
La situación geográfica de Venecia también ha contribuido en el desarrollo de las inundaciones. Situadas en una laguna pantanosa y de poca profundidad a orillas del mar Adriático, las islas venecianas se han visto afectadas por las mareas, con una variación de 50 cm en el nivel del agua a lo largo del año. Una serie de islas que funcionan a modo de barrera, conocidas como "barene", han protegido a la ciudad de las inundaciones desde el siglo XII, con un constante esfuerzo de los habitantes para reforzar el bloqueo y frenar los ríos.
Cuando en los años sesenta se anunciaron las excavaciones para el Canale dei Petroli -el cual permitiría que los petroleros llegaran a un puerto en tierra firme cerca de la ciudad-, las antiguas barreras y protecciones se vieron comprometidas, erosionando la Laguna de Venecia. Como resultado, los vientos del Scirocco que soplan desde el sureste pueden ahora conducir el agua hacia la laguna que, combinada con el crecimiento de las mareas, aumenta considerablemente el riesgo de inundaciones graves.
El cambio de actitud de los venecianos respecto a su entorno construido también ha aumentado –de manera indirecta- el riesgo de inundaciones. Durante siglos, cuando se construían nuevos edificios en la ciudad, los mismos se alzaban sobre los pilares y cimientos de antiguos edificios, elevando el perfil de Venecia de forma constante. En una entrevista reciente con Rolling Stone, Pierpaolo Campostrini, experto en restauración, describió cómo los riesgos de inundación disminuyeron al construir la ciudad a mayor altura, pero cómo esto implicó el sacrificio de antiguos palacios de los siglos XIII y XV.
No han sido sentimentales con su pasado. No se preocuparon por la conservación de los edificios antiguos. Han construido nueva arquitectura sobre la vieja. Y entonces la ciudad siguió creciendo. Pero por supuesto, ya no podemos hacer eso. Ahora bien, hay ciertos límites culturales, pues no queremos perder la hermosa arquitectura renacentista que tenemos aquí. Derribarla y construir encima de ella no es una opción. Tenemos que encontrar otra forma de operar para salvar la ciudad. -Pierpaolo Campostrini, experto en restauración veneciana en la revista Rolling Stone.
La última inundación de Venecia –la cual cubrió el 85% de su superficie-, ha reactivado el debate sobre el tema, en una búsqueda por comprender de qué manera es posible salvar la ciudad a futuro, evitando las destrucciones causadas por las inundaciones. Una de las soluciones propuestas es MOSE: un esquema aún inacabado que cuenta con 78 puertas de protección. El mismo comenzó a construirse en el año 2003 y, con cuatro grandes puertas retráctiles en las ensenadas del Lido, Malamocco y Chioggia, el esquema permitiría sellar toda la laguna en quince minutos. Sin embargo, este proyecto significa la inversión de miles de millones de euros y ha estado plagado de sobrecostes, escándalos de corrupción y retrasos. Incluso si se completa, se han planteado preguntas sobre la eficacia del MOSE, con la preocupación de que el uso de las barreras –con una frecuencia casi diaria- aumente la contaminación y altere los flujos de aguas residuales.
Mientras que el proyecto MOSE es un ejemplo de cómo contener el poder de la naturaleza mediante la fuerza, un enfoque completamente opuesto y a largo plazo para proteger Venecia de las inundaciones podría partir del trabajo en conjunto con la naturaleza (y no contra ella). Se ha sugerido la posibilidad de regenerar las antiguas islas de barrera que frenaban las mareas y cesar las actividades industriales (que actualmente requieren del dragado y la profundización de la laguna), buscando restaurar el equilibrio ancestral entre la ciudad y su entorno natural. La ciudad también podría buscar una solución inspirándose en otras regiones, tomando como ejemplo los métodos holandeses para la gestión del agua, que priorizan el lema "vivir con el agua".
A pesar de que la elevación del nivel del mar es un problema inminente al que deberán enfrentarse las ciudades costeras de todo el mundo, la actual situación de Venecia tiene que ver tanto con la incompetencia política local como con los cambios medioambientales globales. El futuro no ofrece respiro, y las proyecciones sugieren que en 50 años la ciudad experimentará inundaciones a mayor escala y con una frecuencia anual. Por lo tanto, los funcionarios de la ciudad deben tomar medidas urgentes, generando mucho más que simples esquemas de bloqueo llenos de fallas para lograr fusionar las soluciones a corto plazo con los proyectos de mitigación a largo plazo, re-vinculando la ciudad con la laguna, la tierra con el agua y lo urbano con lo natural.