Odile Decq nació en el año 1955 en Laval, Francia- Estudió en la École Régionale d'Architecture en Rennes, Bretaña y se graduó en la École Nationale Supérieure D'architecture de París-La Villette en 1978, recibiendo su diploma del Instituto de Estudios Políticos de París en 1979. Ese mismo año, Decq instaló su oficina en París y pronto conoció a Benoît Cornette, quien en ese momento se encontraba estudiando medicina. Benoît cambió de disciplina y en 1985 obtuvo su título de arquitecto, momento en el cual la pareja modificó el nombre de su estudio por el de ODBC. En 1996, ODBC ganó el León de Oro de Venecia por sus dibujos, seleccionados por un grupo de arquitectos emergentes invitados que incluían a Zaha Hadid, Enric Miralles, Liz Diller y Ric Scofidio. Ese fue el punto de partida de los dibujos digitales, aquellos que lograron expresar el movimiento, la ambigüedad, la multiplicidad de capas, y sobre todo las nuevas dinámicas que caracterizan las formas y los liberados espacios ideados por Decq.
En 1998, Cornette falleció en un accidente automovilístico. Decq siguió trabajando bajo el antiguo nombre – ODBC- hasta el año 2013, cuando la oficina fue rebautizada como Studio Odile Decq. La arquitecta fue directora del Departamento de Arquitectura de la École Spéciale d'Architecture de París entre los años 2007 y 2012. Ella describe su trabajo como alegre, sensual e intuitivo. Entre sus proyectos más destacados se encuentran los edificios para la Banque Populaire de l'Ouest en Rennes (1990), la ampliación del Museo de Arte Contemporáneo de Roma (MACRO, 2010), el restaurante Phantom de la Ópera Garnier en París (2011), y el FRAC, Museo de Bretaña en Rennes (2012).
Conocí a Odile Decq en Venecia el último día de la Bienal de Arte del 2019, donde se encontraba con motivo de sus dos próximas exposiciones -Phantom's Phantom en el Pabellón Central Giardini y Diagonal Zero en el Palazzo Bembo, la cual se desarrollará durante la Bienal de Arquitectura de Venecia del 2020- La siguiente entrevista la realizamos en su hotel, con vistas hacia la Basílica de San Giorgio Maggiore de Andrea Palladio, al otro lado de la laguna veneciana. Acompañada por el sonido de las gaviotas y la campana de la iglesia, Decq me comentó sobre su trabajo, por qué lo llama soft-tech, y sobre la escuela de arquitectura que comenzó en 2014 en Lyon -que recientemente se ha trasladado a París para estar más cerca de su ocupada y cada vez más multidisciplinar oficina allí-.
Vladimir Belogolovsky: Has estado investigando conceptos como la percepción del espacio, la apertura, el dinamismo, la inestabilidad, el movimiento y lo que llamas "hiper-tensión". ¿De qué dirías qué se trata tu arquitectura?
Odile Decq: En primer lugar, no creo poder decir de qué se trata mi arquitectura. Es demasiado difícil para mí encontrar una definición. Pero cuando empiezo a trabajar en un proyecto, siempre trato de explicar a la gente de mi oficina una cosa: cómo se sentiría una persona al mudarse a su interior. No me gustan los lugares estáticos. Por lo tanto, siempre pienso en cómo mi cuerpo experimentará el espacio. Por eso me interesa diseñar la totalidad, me inspiro especialmente en la Maison de Verre en París de Pierre Chareau, allí absolutamente todo está diseñado. Eso es lo que intento hacer. En uno de mis últimos proyectos, Antares -una torre residencial de 28 pisos en Barcelona- mi cliente quería traer un diseñador de interiores, y pensé: "Dios mío, será un desastre total". Así que, al final, diseñé todo el proyecto, incluyendo el restaurante, el spa, la piscina y los espacios exteriores.
VB: Acabas de mencionar que tu arquitectura intenta manifestar la forma en que la gente se desplaza y experimenta el espacio. Originalmente, ¿de dónde provienen estas ideas?
OD: Creo que proviene de mi naturaleza, de mi energía [Risas.] Cuando empecé a estudiar arquitectura en la École Régionale d'Architecture de Rennes en Bretaña, no solíamos trabar en proyectos arquitectónicos. En su lugar, hacíamos todo tipo de actuaciones y coreografías de danza. Tal vez este deseo de expresar el movimiento viene esa idea inicial de liberar nuestro cuerpo.
VB: De esto se trata su arquitectura: de liberar los cuerpos.
OD: Liberar a las personas de las dificultades cotidianas de sus vidas. Cuando la gente visita mis edificios, quiero que sean libres y experimenten el momento.
Con la esperanza de que el movimiento a través de los hermosos espacios haga que la gente olvide sus preocupaciones de la vida cotidiana. En mi torre de Barcelona, la idea era maximizar los espacios principales, agrupando todas las habitaciones utilitarias al fondo. Fue la libre circulación interna la que definió los planos -y lo que luego se tradujo en la forma final del edificio-. Fue un proyecto que se generó de adentro hacia afuera.
VB: ¿Estarías de acuerdo si digo que tu trabajo se encuentra relacionado con la arquitectura high-tech?
OD: Solía estarlo, pero ya no. Antes viajaba frecuentemente a Londres, me encantaban los primeros edificios de Foster y Rogers. Pueden verse sus influencias -como la estructura de acero expuesta y los componentes industriales modulares- en mis primeros trabajos, tal como sucede en la sede del Banque Populaire De L'ouest en Rennes. Pero con el correr del tiempo cambié mi enfoque. Prefiero llamar a mi arquitectura soft-tech. Me gusta cuando la arquitectura tiene una cierta magia -la ves y no sabes cómo ha sido construida-. Por ejemplo, mi sede de GL Events en Lyon tiene un enorme voladizo de 25 metros de largo sobre la planta baja. La fachada de vidrio reflectante no permite ver cómo funciona la estructura, pero si se entra en ella, la estructura se revela.
VB: ¿Cuándo consideras que sucedió esta transición entre el high-tech y el soft-tech?
OD: En Roma, cuando hice el Museo de Arte Contemporáneo. Completar este proyecto tomó casi una década. Se inauguró recién en el año 2010. Fue mientras trabajaba allí que decidí no dedicar más tiempo y esfuerzo en expresar todos los detalles de un proyecto. Dije: "no más". Cambié mis prioridades y comencé a enfocarme en las experiencias espaciales. Finalmente, el museo es un camino continuo y fluido que conduce hacia una azotea pensada como un paisaje. Creo que los espacios de exposiciones también deben ser concebidos como paisajes. Todos los espacios son neutrales, proporcionando un escenario apropiado para el arte. Personalmente, siempre continúo avanzando. No me gusta hacer lo mismo por mucho tiempo, pero a la vez me siguen gustando mucho los elementos high-tech. Aun continúo trabajando con vidrio y acero, pero suprimiendo los detalles. Estoy buscando algo más, siempre.
VB: Hablando de tu deseo de diseñar un espacio que le otorgue a los visitantes la posibilidad de moverse libremente, dijiste: Me gustan las diagonales y me gusta mirar “hacia otro lado". ¿Podrías profundizar sobre esta idea?
OD: Me gustaría profundizar sobre lo “no-directo”. Yo siempre busco alternativas. Me gusta ver cómo la gente cruza las plazas públicas. A todo el mundo le gustan los atajos, circulan de esa manera sin siquiera pensar en ello. Creo que es la cosa más natural del mundo. Yo tomo atajos todo el tiempo, me gusta la posibilidad de ir más rápido y experimentar alternativas. Siempre trato de mostrarle a la gente que existen formas inesperadas de percibir los espacios. Me encantan las ambigüedades. Me encanta cuando los espacios se manifiestan gradualmente, cuando no se entiende todo de inmediato. Me encanta cuando la percepción tiene múltiples capas y significados.
VB: También mencionaste que la arquitectura no es tu única inspiración pues también te interesa la tecnología y, más concretamente, los automóviles, los barcos y los aviones.
OD: Todas estas cosas nos ayudan a movernos y viajar más rápido. Esa es la razón por la que las amo. Ver documentales sobre automóviles siempre me fascinó. Pero ya no tanto, ahora es un poco aburrido para mí porque la velocidad ya no es el tema central de los mismos. Creo que lo que realmente me gusta es la velocidad. También me fascinan los aviones de combate. Y, como ya sabrán, he diseñado un barco.
VB: Dijiste: "Sólo diseñar edificios no es suficiente. Es importante cuestionar todo. Ser rebelde es cuestionar. Si quieres ir más allá, tienes que cuestionarlo todo". ¿Dónde comenzó esta idea del cuestionamiento?
OD: Así es como siempre he sido. Es realmente mi esencia ¡nací así! Siempre fui rebelde y me cuestioné las cosas. Siempre fui una oveja negra. Esto no vino de mis maestros ni nada de eso. Igualmente, cuando yo estudiaba en Rennes y París en los años 70, la cercanía con las protestas de 1968 evidentemente influenció en mi educación. En esa época no había un enfoque verdaderamente serio en los estudios. Se trataba más bien de cuestionar el statu quo, por lo que para mí se volvió algo muy natural.
VB: Dijiste que te gustaría “añadir nuevas cosas” y “arriesgar más”. ¿Podrías desarrollar esa idea? ¿Qué quieres decir con arriesgarse?
OD: Me refiero a ir cada vez más lejos. Potenciar el ejercicio de cuestionamiento y hacer que los clientes se den cuenta de que podemos generar mucho más de lo que ellos creen. Me gusta hacer cosas totalmente inesperadas. Con suerte, esto les traerá beneficios, pero la realidad es que no lo sabemos con certeza. Eso es lo que quiero decir con “tomar un riesgo”. Creo que esta es mi manera de encontrarme con la arquitectura. Escucho a mis clientes, pero siempre les propongo algo más. Siempre esperan sorprenderse y creo que eso es lo que en un principio los trae hacia mí. Lo que más me gusta es trabajar en proyectos nuevos. Cosas que nunca hice en lugares en los que nunca he estado. No me gusta cuando los clientes me entregan un programa muy definido o requerimientos muy específicos. Prefiero jugar con las posibilidades, encontrar las contradicciones del programa y utilizarlas como punto de partida. Si no hay incertidumbres es difícil hacer algo interesante.
VB: En 2014 abriste tu propia escuela experimental privada en Lyon, el “Instituto de Confluencia para la Innovación y Estrategias Creativas en Arquitectura”. ¿Su búsqueda principal es romper con las convenciones, verdad? ¿Podrías comentarnos sobre la iniciativa y sobre cuál es su objetivo final?
OD: En primer lugar, es necesario aclarar que la escuela se acaba de trasladar desde Lyon hacia París. Ahora la cercanía con mi oficina es mayor, lo cual es mucho más conveniente. Ofrecemos un programa de maestría de cinco años y nuestros diplomas son reconocidos y acreditados por el RIBA. En este momento tenemos un total de 32 estudiantes. La escuela es privada, por lo que los estudiantes tienen que pagar la matrícula, pero competimos académicamente con otras escuelas europeas. El ingreso consiste en una presentación en formato audiovisual de tres minutos en la cual las personas describen quiénes son. Es una forma muy creativa de expresar pensamientos e ideas. Yo soy la primera persona en recibir las solicitudes, por lo que la comunicación es muy directa. Los solicitantes siempre se sorprenden de poder hablar directamente conmigo. Conozco a todos mis estudiantes y todos me conocen. Tres cuartas partes de los estudiantes son extranjeros y provienen de diversas partes del mundo. No nos fijamos en su trayectoria o en sus proyectos anteriores; nos interesa mucho más la gente real, sus personalidades y las intenciones que hay detrás de sus proyectos. Tratamos de ayudar a que la gente sea quien quiera ser. Nuestra escuela no se trata de disciplina, sino de creatividad y libre pensamiento. No ofrecemos los típicos cursos de lectura, sino que organizamos talleres interactivos con profesores que vienen de diversas partes del mundo –los cuales no dictan una charla y luego se van, sino que pasan varios días con los alumnos-. Esto es muy efectivo porque las discusiones son muy intensas y significativas. No existe nada parecido en Francia; no creo que exista nada parecido en ninguna parte del mundo. Es muy especial. Los estudiantes están muy contentos y son muy independientes en su pensamiento y en su futuro. Todo es posible; esa es la lección más importante de nuestra escuela.
VB: Creo que el trabajo que está haciendo es muy importante, es evidente que hay que hacer algo con respecto a los métodos de enseñanza actuales. Basándome en mi experiencia de interacción tanto con estudiantes como con arquitectos, puedo notar que los colegios ya no ofrecen una mirada innovadora sobre la profesión. Terminan siendo los estudios los que lideran este tipo de investigaciones. Están más capacitados, y sus ideas se apoyan en proyectos reales -que son más atrevidos que los diseños de la mayoría de los estudiantes-. Los estudiantes se inspiran cada vez más en edificios, y más concretamente en sus imágenes. No les intrigan las ideas o las posibilidades. Las escuelas están en crisis y la distancia con el mundo real es abismal.
Estoy de acuerdo. El problema es que ellos deciden desde una primera instancia que serán arquitectos. Las escuelas no deberían ser sólo campos de entrenamiento enfocados en la profesión. Los estudiantes deberían ser capaces de descubrir la variedad de opciones que poseen, tal vez eso les muestre la cantidad de posibilidades que existen para su futuro. No hay suficiente experimentación y apertura en los colegios. Por eso empecé mi escuela. Es una locura ¡Pero lo estoy haciendo! Doce estudiantes ya se han graduado y sólo unos pocos trabajan en oficinas profesionales. Son muy independientes, su trabajo es muy innovador e internacional.