Esta entrevista forma parte de una colaboración con la revista digital Hysteria.mx, fue originalmente publicada el 24 de enero de 2020 con el título "Historias de la frontera entre México y Estados Unidos" como parte del No. 31 titulado "Cuerpos y Territorios" y realizada por Tadeo Cervantes.
Alejandra Aragón es una artista visual, fotógrafa, documentalista y activista oriunda de Ciudad Juárez, Chihuahua, una ciudad ubicada en la frontera norte de México, tristemente famosa por los casos de feminicidio que se han registrado desde principios de los 90 hasta la fecha, y es desde ahí que Alejandra narra diferentes aspectos que atraviesan la vida cotidiana de las mujeres en ese territorio lleno de violencias, pugnas y complejidades.
Tadeo Cervantes.- En el siglo XIX la pintura del paisaje fue una estrategia para poder dimensionar eso que es el territorio en un estado-nación en formación ¿Encuentras alguna relación entre esta estrategia y tu trabajo documental? ¿Encuentras algún paralelismo entre eso y un territorio que hay que re-estructurar?
Alejandra Aragón.– Definitivamente el territorio debe re-distribuirse y por ende re-estructurarse. En el periodo del que hablas el paisaje fue usado como una herramienta directa para afirmar la “dueñidad”, la propiedad, el poder, el triunfo de la tecnología sobre la naturaleza y la dominación de la tierra. No sé si estoy intencionalmente re-configurando, porque me separan más de cien años de ese tiempo y muchas cosas pasaron en el siglo XX y los últimos años con respecto al uso del paisaje particularmente en la fotografía, pero si busco cuestionar esos paradigmas y mostrar sus repercusiones históricas. Que lo que me ocurre a mí, a nuestros cuerpos, al paisaje, a la ciudad, al país, no son particularidades, son el resultado directo de la precarización de la vida y la cultura que trajo consigo la eterna promesa del progreso moderno/capitalista.
T. C.- Hay una forma interesante de cómo ligas un archivo personal que al mismo tiempo está resonando con la política presente. Y como la memoria del pasado construye un espectro de los acontecimientos presentes. Nos podrías comentar sobre esas relaciones entre las imágenes personales y lo político.
A. A.- No sé a cuál proyecto en particular te refieres. Pero te puedo contar del mas resiente, “Vine a la Pinta porque me dijeron que acá vivía mi padre…” (en proceso). Es importante para mí hablar de como nuestras circunstancias no vienen de meras condiciones individuales, sino que existe una causalidad histórica y estructural. Mi intención con el proyecto es entretejer los vínculos que existen entre el constructo de la masculinidad hegemónica y la violencia que atañe al país. Esta no es idea mía, parto de las propuestas de Sayak Valencia y Rita Segato. Para mí, el abandono de mi padre, de mi abuelo, de los pueblos de la sierra de Chihuahua hoy a merced de supuestos grupos del narcotráfico son fenómenos consecuencia de una masculinidad afirmando sus potencias en un contexto capitalista.
Mi padre es una figura ausente que tuvo muchxs hijxs dentro y fuera de su matrimonio, en un afán de afirmar su potencia sexual, de igual manera que mi abuelo, quien dejó a su familia para afirmar su masculinidad con una mujer más joven ante el frenesí de lo que experimentó al emigrar de su pequeño pueblo, de igual forma que un joven pobre o no, se afirma con su troca cromada, sus armas, narcocorridos al poder acceder a mucho dinero. Y por encima de todo esto, el estado, paternalista, que igualmente abandonó sus eternas promesas, orillando a pueblos enteros a la diáspora para cumplir su agenda neoliberal.
El archivo es una ventana a los signos de esa historia. Usé película infrarroja, tecnología bélica para develar ese espectro invisible en la batalla. Este país está en guerra, y la guerra es un acto de afirmación masculina por medio de la dominación del territorio. Estoy en el proceso del ampliar el proyecto para hablar un poco más a profundidad de los proyectos extractivistas de estas regiones de la sierra de Chihuahua, pues es lo que parece ser la motivación principal del fenómeno del narco y las repercusiones de esta realidad en las familias que emigraron a Estados Unidos.
T. C.- Existe una relación compleja entre quien documenta y lo documentado, entre quien representa y lo representado, incluso re-presentar, cómo lidias con estas tensiones, qué estrategias utilizas.
A. A.- Estoy definitivamente de acuerdo con esto que mencionas. Ha sido justo una de mis preocupaciones y lo que me desvió un poco de la práctica meramente documental, aunque no del todo. Para mí es una condición intrínseca de la fotografía documental, ya que en el proceso del registro de la vida o los eventos en donde los otros son actores el acto de fotografiar los objetiva. Esto es así porque lo convierte en imagen, que se puede reproducir, vender, etc. Pero trato de no caer en el debate pueril que circula mucho especialmente en el mundo del arte contemporáneo de si debemos o no descartar la
práctica documental, porque ese proceso de objetivación se da en muchas otras prácticas del arte.
Existen eventos en la vida social que tienen que ser documentados, que debe de quedar registro de que esto o aquello ocurrió. Es válido. Lo que si creo es que hace falta que ese gremio se cuestioné mucho más la capitalización de las imágenes y la forma como se relacionan con los sujetos. Porque, para bien o para mal, para vivir de esta profesión, existe un mercado sumamente enfocado a la práctica documental. Acabo de ir a un encuentro de fotógrafas latinoamericanas en Ecuador, y fue sumamente interesante ver las estrategias que las mujeres están llevando a cabo para cuestionar esta relación de formas super creativas, como el trabajo auto representativo de Elizabeth Farinango, ecuatoriana de origen Kichwa.
En lo personal esa reflexión la he estado planteado desde varios proyectos: Autorretrato Premonitorio (2017), Canibalismos de la Mirada (2018) , Paisajes Paralelos (en proceso) y más recientemente en Los Muros no son para Siempre (2019), estos últimos tres proyectos colectivos.
Te cuento el caso particular de Autorretrato Premonitorio, el cual consideró una respuesta a las formas en las que se ha representado la vida de las mujeres de Ciudad Juárez generalmente de modo documental. Para mi era de suma importancia encontrar una forma de hablar de como fue crecer en una ciudad en la que desde pequeñas aprendimos que en cualquier momento nos podían desaparecer o matar, pero sin revictimizar, sin caer en el lugar común de retratar el cuerpo de otras mujeres. Me pregunté ¿por qué seguir depositando sobre nuestros cuerpos la carga simbólica de la violencia en Ciudad Juárez?
Entonces empecé a entrevistar amigas, a jugar con mapas de mi experiencia creciendo en la ciudad, a hacer derivas buscando signos de mi feminidad, y resultaron estas imágenes de baños de una secundaria donde las chicas se siguen diciendo putas como me lo decían a mí, de una papelería, de un mural de Blanca Nieves en una tapia. Me di cuenta de que entre el territorio y mi memoria se podía condensar mi identidad y mi experiencia como mujer. Mi memoria estaba llena de imágenes y sensaciones de la televisión y música de los 90’s, que fue justo el momento cuando los feminicidios
empezaron a ocupar el imaginario mediático.
Además por esos días estaba leyendo a Marguerite Duras y Elena Garro. Duras tiene un texto bien bonito en su novela de El Amante en donde crea un bucle de tiempo interesante: ella en su vejez recurre a su memoria para situarse en el lugar de la niña que fue, viendo desde el pasado su futuro, para darse cuenta de que lo había presentido, lo había adivinado. Y así me sentí yo, como esa niña que sabia que su futuro estaba escrito por haber nacido en una ciudad como Juárez. De Garro retomo la idea de que la violencia anula el tiempo. De ahí viene la idea del fotograma. Detener el tiempo ya que el trauma y la violencia detienen la vida, anulan el futuro.
Antes mi idea era un tanto ingenua, quería dar una solución a este problema de la representación. Pero pues ya no pretendo dar respuestas, solo resultó que en esta particular experiencia el territorio toma el lugar del cuerpo, y las imágenes mediáticas el lugar de la memoria. Y ahí estoy yo, y espero se puedan encontrar otras como yo.
T. C.- ¿Qué papel juega lo urbano y lo territorial en tu trabajo, en una Ciudad como Juárez, donde la violencia desfragmentó la habitabilidad?
A. A.- Pues creo que justo a esta pregunta intenta dar respuesta el proyecto “Los Muros no son para Siempre” un trabajo colectivo que llevé a cabo con las artistas también juarenses, Maire Reyes, Nayeli Hernández, Iris Díaz, Ana Iram, Paloma Galavíz, Marcia Santos y una participación a distancia de Olga Guerra, una artista de Juárez que vive en Uruguay.
En el marco del 2do Encuentro Internacional de Objetos y Muros convocado por Tlaxcala 3, el día 13 de octubre del 2019, llevamos a cabo una serie de acciones de las cuales surgieron objetos, imágenes, ilustraciones y textos testimoniales. Recorrimos Ciudad Juárez desde uno de los extremos al sur donde vive Maire, pasando por los territorios que cada una habitamos en nuestra cotidianidad. Llegamos hasta el Puente Internacional Santa Fe por el cual cruzamos la frontera hacia El Paso Tx. y visitamos el barrio de Iris al otro lado, mientras Nayeli tuvo que esperarnos del lado mexicano por no tener documentación migratoria. Olga participó durante el proceso vía internet, en un intento de acercarnos ante la distancia que la separa de su natal ciudad.
El proyecto habla de cómo la ciudad entera es un muro de contención y cómo las distintas fronteras que limitan el territorio han determinado nuestra identidad y repercutido sobre nuestros cuerpos. Justo da respuesta a como es que logramos habitar esta ciudad, a pesar de sus condiciones, y como nos afecta a las mujeres esa realidad.
T. C.- En parte de tu trabajo apuestas por la vitalidad por mostrar, como en "Noches Invisibles" y "Cuéntanos de la Cuesta", aquellas personas, sobre todo mujeres, que resisten a pesar de lo agreste, nos podrías comentar un poco sobre eso.
A. A.- Si, me interesa mostrarnos como fuertes y resistentes, pero tampoco quiero romantizar la resistencia. Justo he estado reflexionando sobre la noción de “resiliencia” que se ha generado desde lugares como Juárez. La realidad es que es exhaustivo. A veces me parece que ese discurso propicia la noción de que vamos a resistirlo todo, siempre. Las identidades marginalizadas siempre han resistido. Pero también es válido no hacerlo. Irse, buscar lugares mas dignos para vivir. A veces parece que la miseria se ha capitalizado a tal punto de que, es justo desde esa condición que el arte y la cultura se sostienen. A Juárez me obsesiona entenderlo, hacer sentido de la realidad que se vive aquí. Porque para
bien o para mal Juárez se ha convertido en una categoría. Y no reniego de eso que me tocó vivir, soy de aquí, no podía ignorar mi realidad, pero estoy en un proceso donde me estoy replanteando muchas cosas.
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Alejandra Aragón es originaria de Ciudad Juárez, es Licenciada en Artes Visuales y Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Obtuvo la Beca PECDA en el 2011. Fue parte del Seminario de Producción Fotográfica del Centro de la Imagen en el 2017. Entre el 2013 y 2018 ha participado en varias exposiciones colectivas entre ellas en el Museo de Arte Moderno de Toluca, Hidalgo, Centro de la Imagen de la Cd. De México, en la Fototeca de Zacatecas, el Centro Cultural Tijuana en B.C. Fue parte del festival de documentales Ambulante y del Festival Monat der Fotografie-OFF Berlin en el 2018. Actualmente es becaria de programa Jóvenes Creadores del FONCA 2018-2019.
Tadeo Cervantes es arquitecto por la UNAM, graduado con diploma al mérito por su tesis: Contrasoma o cómo la tensión entre cuerpo y biopoder hacer la arquitectura (pos)moderna. Actualmente realiza una investigación para obtener el título de maestro en artes visuales con el tema: Cómo hacer arquitectura con los cuerpos: un refugio, una morada, una barricada. Profesor de asignatura de A de Historia de la Arquitectura en la Facultad de Arquitectura. Realizó un intercambio académico en la École Nationale Supérieure d’architecture Paris Bellevile y una estancia de investigación en la Universidad de Paris Nanterre con la doctora Anne Sauvagnargues. Ha dado varias ponencias con temas relacionados con género, arquitectura, teoría cuir y arte en: Zona MACO, Universidad Nacional de Colombia, en el Museo de X-Teresa, en la Ibero de Puebla, Universidad Paris-Nanterre, entre otras. Coordinador de producción en el Centro Cultural Border. Integrante de Maricarmen. Es miembro del colectivo Sindicato de Arquitectura