Publicado originalmente como "El espacio público en asentamientos de origen informal: una construcción colectiva del espacio social" en la tercera edición de la Revista CLEA —una publicación anual de la Coordinadora Latinoamericana de Estudiantes de Arquitectura (CLEA)—, este artículo plantea que el factor más importante del espacio público es la posibilidad de construirnos como ciudadanos.
La producción y significación del espacio público en asentamientos de origen informal es asumido por las personas que lo habitan. Así, el proceso de constitución de la idea de lo público se forja a partir del momento de ocupación del vacío que carece de una oferta de servicios (Hernández, 2011). Esto parte de la necesidad de habitación que da forma al vacío mediante una vivienda como idea primaria para los intereses del sujeto.
La configuración del vacío delimita dos espacios: el primero, el lugar para la construcción de la vivienda; y el segundo, todo lo que no hace parte de esta, lo público o “residual”. Este espacio residual se conforma de actividades sociales y vecinales, y adquiere un carácter vinculante al entrelazar necesidades y asimilar lo urbano como inherente a la agrupación de viviendas dependientes de ciudad.
El espacio público deja de ser lo no construido o lo que no es de la vivienda, más bien, es el escenario de soluciones colectivas frente a inconformidades de los servicios básicos y complementarios que transforman lo aparentemente residual en la ruta para subsistir en colectivo. El espacio residual supera el hecho físico, si bien es crucial para el proceso de consolidación y subsistencia de estos barrios frente a la ciudad, también genera vínculos sociales a partir de la búsqueda y satisfacción propia de servicios, produciendo la idea del “otro” y de corresponsabilidad (Sánchez, 2007). Gracias a ello se pueden construir lazos de comunidad alrededor de una necesidad sobre aquel espacio residual que ahora es vinculante y da forma al hábitat autoproducido, con significados que poco a poco se asentarán en el imaginario de sus habitantes sobre el espacio público (De Freitas y Ontiveros, 2006).
El carácter vinculante del espacio vacío entra en conflicto ante la construcción de nuevas viviendas, la adquisición de servicios públicos y la búsqueda de legalización normativa. Esto resta espacio progresivamente a lo residual, consolidando la traza definitiva del barrio y obligándolo a empatarse morfológicamente con el resto de ciudad. Adicionalmente lo posiciona como último en el conjunto de necesidades y prioridades, por lo que su importancia y significado como sustento de relaciones sociales, económicas y culturales para una comunidad está ahora en segundo plano. Sin embargo, se configuran espacialidades con grandes lazos hacia lo público.
Las espacialidades con percepción de lo público
Primera espacialidad
La construcción de viviendas y la adquisición de servicios públicos, devuelven la atención sobre el espacio público que se ha transformado morfológicamente, es decir, tiene ahora una cara definida por las fachadas y la forma predial, por lo que la calle adquiere las características del espacio residual. Pero claramente la dimensión de esta no es equiparable al tener precisamente esa forma definida. Por eso la búsqueda de otros espacios ahora dentro de las manzanas del barrio, que en principio tienen una connotación desde lo privado, pero que se posicionan como parte o extensión de lo público, en la medida que son el resultado de trabajo comunitario (Hernández, 2011).
Estas espacialidades con percepción de lo público son lugares en los que la frontera de lo público y lo privado se diluyen por el uso y significado social que sus habitantes le otorgan. La primera de estas especialidades son los espacios con potencial para lo público, y que de alguna manera fueron adquiridas a través de un proceso de gestión comunitaria. Lugares como el salón comunal plantean un fuerte sentido de pertenencia y sensación de propiedad relacionado con el proceso de construcción siendo este similar al de la vivienda, pues han sido producto del mismo modelo progresivo que han generado vínculos inquebrantables con el sujeto. Este tipo de espacialidades estimulan y construyen en la comunidad una posición crítica cuando diversos conflictos de posesión e intereses intentan distorsionar o alterar el uso conjuntamente con su carácter público.
Segunda espacialidad
Lo público se extiende también al comercio, ya que el negocio se adentra en la vivienda (el local interior) o se extiende a la calle (el local ampliado), esto configura nuevas espacialidades y nuevos significados. La sala o el garaje es ahora la tienda, la peluquería o el “internet”, y el andén o la calle representan mayor área de trabajo y/o socialización. Esto permite entender que la vivienda además de refugio es productiva, tiene la posibilidad de generar ingresos económicos y ello sugiere que las normas establecidas al interior de la vivienda se transforman cuando se adentra lo público a lo privado (Hernández, 2011).
La tienda de barrio tiene una relación de doble vía con lo público, una es que lo público sirve de vitrina o área de trabajo lo que hace asequible y rentable al negocio, mientras que, por otra parte, las personas adoptan inconscientemente una postura protectora de lo público (o al menos de ese espacio próximo). Esto permite configurar pequeños fragmentos de espacios defendibles que son entretejidos en el intercambio social producto de las transacciones económicas. El espacio defendible es también el lugar de encuentro social, pues la relación con el tendero evoluciona de la simple transacción de un bien por dinero, a la transacción de historias, siendo un lugar donde es posible ser escuchado, dialogar y abrir debates a medida que van apoderándose del espacio.
La tercera espacialidad
Constituido por instituciones comunitarias, lugares privados que son percibidos como públicos dado su carácter y uso social, cultural y pedagógico. De esta manera la institución muta en un lugar de constante acción, interacción y lucha por el mejoramiento barrial. Los límites nuevamente se diluyen entre lo privado y lo público, dichos límites son permeables, no abiertos, obligando a entrar en contacto con las personas de la institución, construyendo un punto de encuentro que configura rutinas cotidianas, y transforman la realidad del espacio, motivando nuevas dinámicas y percepciones en la calle (Niño y Chaparro, 1997). Así, las relaciones generadas son cada vez más relevantes en un territorio con conflictos de inseguridad, desapego y falta de cohesión social, la calle ahora es viva (Gehl, 2006).
La calle, el catalizador de dinámicas
De la calle normalmente se piensa como el lugar para la circulación y el desplazamiento de un punto a otro, sin carácter alguno de propiedad, pero donde ocasionalmente se producen encuentros. Sin embargo, en barrios de origen informal la calle se constituye como el lugar por excelencia de lo público, es menos rígida, logrando así sobrepasar la idea moderna de calle y vehículo, del peligro y precaución. La calle puede mutar instantáneamente, un lienzo en blanco que adquiere sentido, color y vida por medio de diferentes actividades, usos, significados y lenguajes. La calle es juego, tienda, cancha, pista, escenario, anfiteatro, ring y lugar para degustar un tinto alrededor de charlas comunitarias.
Un aspecto crucial dentro de la percepción que se tiene de la calle es el envolvente. Las viviendas circundantes plantean la piel que determina como se vive el espacio y la experiencia del sujeto en el lugar. Una calle con colores, texturas y detalles genera percepciones positivas favoreciendo la presencia de encuentros, diálogos o actividades, pues estos están cargados de identidad por guardar similitudes con sus procesos de construcción y significación, ambos creados por la gente. Así, el límite de lo privado se disuelve a través de la fachada (elemento que de por sí es permeable por la existencia de ventanas, puertas y terrazas) hacia lo público gracias a la carga emocional que le atribuyen las personas (Valera, 1999).
El andén
La presencia del vehículo es innegable aún con bajo tráfico, y en respuesta a esto se configura otro espacio constitutivo de lo público: el andén. Este se presenta esencialmente en sectores consolidados donde se requiere un espacio seguro y diferente al del vehículo para la circulación peatonal donde la vida no corra peligro. Pese a sus estrechas dimensiones se presta para el juego, el diálogo o la promoción de un producto o tienda. El andén también es el espacio para exteriorizar a lo público la identidad de quien habita la vivienda, pues la texturas, materiales y colores sobresalen integrándose al paisaje urbano.
Estos, trascienden a una dimensión social más allá de ser elementos constitutivos del espacio publico segun la normatividad vigente. Los espacios que por ley son como parte del espacio publico efectivo son los maximos de los procesos de mejoramiento en dichos asentamientos. Pensar que la plaza, el parque y la alameda pueden ser la solucion sin el entendimiento de lo que realmente significa y hace parte de lo público, genera rupturas en los procesos de gestion comunitaria y causa percepciones negativas de inseguridad y desarraigo, lo que manifiesta la incomprension de los profesionales que disenan el espacio publico en este tipo de contextos.
Una homogeneización del lugar
El espacio público, gran escenario social
La idea de espacio público en barrios de origen informal es una construcción individual y colectiva, concebida por la necesidad de habitación, que reconfigura la idea de lo público como espacio social por excelencia y que da cabida a toda interacción cotidiana y extraordinaria (Hernández, 2011). Dentro de él, es posible incluir el espacio urbano, abierto, público y semipúblico o cualquier espacio que le permita al individuo formarse como ciudadano consciente de derechos y deberes, capaz de exteriorizar su pensamiento (Yory, 2007). Es inevitable la generación de relaciones con el espacio y con otras personas, cuando este posibilita que esas relaciones se complejicen superando el mero hecho del diálogo a la movilización de esfuerzos. Mientras lo público en otros sectores de la ciudad tiene un carácter de espacio ordinario funcional, en barrios de origen informal el espacio público es la base para forjar vínculos inquebrantables, y pasa de ser de todos y de nadie a ser propiedad de las personas.
De forma simultánea el afecto y vínculo con dicho espacio genera que el sujeto defienda lo público, como haría con su hogar. Normalmente en la vivienda sus habitantes no permiten la presencia de individuos, actos y fenómenos que perjudiquen la vivencia dentro de ella o su estado físico; lo mismo será con los lugares de carácter público que se convierten en espacios protegidos por los sujetos que adquieren un título inmaterial de propiedad.
El sujeto puede transformar el espacio como lo haría con su vivienda. Así, el espacio público sufre alteraciones progresivas para consolidar un lugar confortable y seguro, capaz de sustentar gran diversidad de interacciones. El espacio público es social y político en tanto supla las necesidades que la vivienda no puede satisfacer. Se reemplazan los elementos que constituyen lo público o que permiten el juego, los flujos, las acciones materiales e interacciones, que desde la legalidad o planificación debieron ofertarse, pero que, ante su origen, densidad y recursos no se posibilitaron. Esto resalta la riqueza y creatividad de los pobladores que resignifican el espacio al dotarlo de usos, formas y lenguajes múltiples (Gehl, 2006).
La falta de espacio público potencializa la calle, el andén, la envolvente y las espacialidades, configurando un escenario político de sujetos conscientes de lo que carecen, pero también de la posibilidad de suplir lo que falta con un poco de ingenio a través de prácticas individuales y colectivas que contribuyen a la construcción de identidad personal, y a la configuración de nuevos usos y formas del espacio existente.
El espacio público como escenario social y político refleja sus características más importantes en barrios de origen informal, su versatilidad, su mutabilidad y su amoldamiento espontáneo, planteados ante una necesidad. Así el espacio abierto evoluciona y se adapta a su contexto, alterando su comportamiento y “forma” a lo largo del día, comportamiento inherente a su realidad. La cancha, el negocio, los juegos tradicionales, la pista de carreras, el lugar para debatir, las interacciones sociales, la fiesta de navidad, el escenario para un video, todos ellos encuentran cabida en el mismo lugar, el espacio social.
Lo público además de permitir versatilidad de uso, apropiación, significado y nuevos lenguajes, es un escenario de oportunidades que permite decidir actuar bien o mal en el ejercicio de la ciudadanía, en el cumplimiento de derechos y deberes, donde elementos del ámbito privado forjan y amplían la concepción de lo público (Hernández, 2011). El espacio público permite movilizar esfuerzos por un bien, pero también permite decidir si se quieren hacer o no. Si la decisión del sujeto es permanecer alejado de los procesos de mejoramiento tiene la posibilidad de hacerlo, pues lo público no impone acciones a realizarse, por el contrario, permite visualizar caminos y sus respectivas implicaciones, hacer o no hacer. El espacio público abre la oportunidad de construirnos como ciudadanos, no solo en el ejercicio de la legalidad; sino en una construcción pedagógica, humana, social y sentimental del ser humano y su hábitat.
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Referencias
- De Freitas, Julio y Ontiveros, Teresa (2006). Hacia la comprensión del uso de los espacio públicos-privados en los territorios populares contemporáneos. Cuaderno urbano: espacio, cultura y sociedad, (5), 217-234.
- Gehl, Jan (2006). La humanización del espacio urbano: la vida social entre los edificios. Barcelona, España: Reverté.
- Hernández, Jaime (2011). Espacios públicos en barrios informales: producción y uso, entro lo público y lo privado. México: Infonavit, Universidad Autónoma del Estado de México, Facultad de ciencias políticas y sociales.
- Niño, Carlos y Chaparro, Jairo (1997) El espacio público en algunos barrios populares de la Bogotá actual. En Carvajalino, H. (Ed.), La calle: lo ajeno, lo público y lo imaginado (pp.98-103). Bogotá, Colombia: Barrio Taller.
- Sánchez, Alfonso (2002). Dispositivos de empoderamiento para el desarrollo psicosocial. Universitas psychologica, 1(2), 39-48.
- Valera, Sergi (1999). Espacio privado, espacio público: Dialécticas urbanas y construcción de significados. Tres al cuarto, 6, 22-24.
- Yory, Carlos Mario (Ed.). (2007). Espacio público y formación de ciudadanía. Bogotá, Colombia: Pontificia Universidad Javeriana.