El siguiente artículo propone el repensar la arquitectura en la vivienda de interés social en Colombia. Natalia Carrero Rojas y Pablo González profundizan en el tema como docentes y en su práctica 57Uno, donde plantean continuamente el balance entre la vivienda de calidad y la viabilidad inmobiliaria.
Tener vivienda propia es una de las más grandes aspiraciones que tiene el ser humano desde la era de la modernidad; el sueño de ser propietario de una casa ha movilizado gran parte de la fuerza productiva del hombre y la economía de las ciudades. Este anhelo por la vivienda -primitivo e innato a la búsqueda de refugio y cobijo- es hoy un ejercicio más político y económico que experiencial.
En el marco de los desafíos que supone solventar el déficit de vivienda en Colombia, hemos indagado en la búsqueda de soluciones que median entre el ejercicio inmobiliario y el reconocimiento de la vivienda como escenario para la construcción de la identidad humana y la dignidad. Para ello, a través de cinco estrategias que pertenecen a nuestras investigaciones proyectuales, abordamos el reto de la vivienda social en serie, masiva, habitable, sostenible y centrada en la experiencia de los habitantes.
Flexibilidad
En Colombia, la cultura constructiva de los últimos 30 años ha venido usando de manera casi obligatoria el sistema de muros estructurales fundidos en concreto. Si bien esto obedece a la necesidad de industrializar el proceso de obra y optimizar costos, deja a la arquitectura en condiciones de rigidez elevada en términos espaciales y con altas restricciones para la configuración de viviendas (existe algo de flexibilidad que solo parece posible en sistemas constructivos más ligeros y con mejor tolerancia a distancias libres entre puntos de apoyo).
La arquitectura de producción en masa y acelerada deriva en la planta tipo repetida, con limitaciones para alinear las viviendas con las dinámicas de las vidas humanas, altamente cambiantes. Esto resulta en la desactualización de unidades que son el cobijo de vidas humanas.
La indagación entre técnicas para flexibilizar este paradigma en la cultura de la construcción y el desarrollo inmobiliario ha derivado estrategias que plantean -bajo el mismo sistema constructivo de muros en concreto- la agrupación de servicios -como baños y cocinas- e instalaciones en una única franja al interior de la vivienda; así mismo, un esquema de planta libre para que los demás espacios puedan ser usados conforme a las necesidades de cada usuario.
Progresividad
Hacer de las aspiraciones, posibilidades; de eso habla la autoconstrucción. Ir y, con el tiempo, colonizar nuevos espacios. Alternativas para la regulación de las formas de construcción culturalmente arraigadas dependen de quienes reinterpretan las necesidades para la creación de escenarios intermedios que favorecen la legalidad y la técnica, pero que también dan cuenta de las posibilidades ocultas en sencillas reinterpretaciones.
La vivienda no debe ser concebida como un sistema cerrado y definitivo, sino como un armazón tectónico sobre el que las dinámicas humanas se manifiestan con fluidez. La arquitectura debería brindar más posibilidades que restricciones.
Productividad
La arquitectura de vivienda es de campo expandido, va más allá de la concepción de una unidad, casa o apartamento; ata los lazos entre las comunidades y las localiza como entes activos dentro de la ciudad.
Lo ideal es buscar habilitar espacios que permitan que en los proyectos sea posible hacer acuerdos y establecer en ellos vínculos de convivencia que deriven estrategias de autogestión, sostenibilidad alimentaria o adquisición de sustento económico (incluso para las comunidades y los núcleos extendidos, a parte de las unidades de vivienda).
Habitabilidad y sostenibilidad
La sostenibilidad en la vivienda social y económica es un reto para la habitabilidad. El ejercicio inmobiliario de reducir el déficit de vivienda desde lo cualitativo y las normativas que favorecen la producción masiva de unidades con bajos estándares en factores como calidad del aire, acceso a luz solar y confort térmico, entre otros, ha abierto una brecha que la arquitectura sostenible se ha propuesto reducir.
Creemos que la sostenibilidad es cuestión de análisis y método, de recomponer la mirada hacia la vivienda social como pieza clave de la ciudad. Supone aproximarse al diseño para hacer uso recursivo de todo el repertorio de habilidades y herramientas disponibles para dignificar el hábitat humano.
Gestos sutiles permiten que entre la luz, se canalice el aire, se regule la temperatura y se gestione la visual hacia el exterior; la suma de estos acoge la más grande de las aspiraciones humanas, en convivencia con el medio ambiente y los recursos naturales disponibles.
Identidad y estética
La arquitectura ha sido testigo de la cultura; cómplice de las costumbres de los grupos humanos y de la manifestación del clima, el paisaje y la topografía del espacio geográfico. En el caso de la vivienda, basta con observar la arquitectura vernácula de las culturas antiguas, o la arquitectura popular de las ciudades, para encontrarse con maravillosos ejemplares y representaciones de la inteligencia propia de los territorios, de la sabiduría de la tierra y de la conexión profunda con el espíritu del lugar.
Con la densificación de las ciudades y la industrialización de los procesos de construcción, la vivienda se ha trasladado a edificaciones compuestas de unidades que se repiten como fórmulas y dejan de lado las respuestas locales que configuran la identidad de un lugar y sus habitantes.
La apuesta para recomponer la mirada a la arquitectura social radica en una aproximación estética, en pensar soluciones que constituyan aportes en la implantación, los pequeños detalles, la lectura del contexto y la búsqueda de la belleza; esto, en el marco de las posibilidades de los sistemas constructivos, las restricciones económicas, políticas y gremiales.
Por lo anterior, creemos en la fortaleza implícita de los materiales locales; por el impacto ambiental que implica la utilización de materiales foráneos y porque la identidad de un lugar se fortalece, a través de la expresión tectónica de las edificaciones. El uso de la arcilla, la madera, la piedra o el metal, dependiendo del contexto, permiten que la arquitectura conecte con el sentido de pertenencia arraigado a las técnicas constructivas.
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