A diferencia del concepto de igualdad, la equidad nos enseña que todos necesitan atención, pero no necesariamente la misma ayuda. Por tanto, a través de un concepto de equidad urbana, es posible mantener las singularidades de cada comarca de un municipio, preservando su diversidad y riqueza, pero sin olvidar las necesidades de infraestructura que implican directamente desde la calidad del espacio público hasta los servicios básicos que un residencia privada recibe, diseñando la ciudad de manera bastante independiente de la región que recibe la inversión.
A pesar de la hermosa teoría, aplicar este concepto a la práctica demuestra lo utópico que puede llegar a ser. Factores como las disputas políticas y de mercado, la historia de cada zona, las sucesivas migraciones, la expansión demográfica y territorial, entre muchos otros que acentúan la posibilidad de justicia urbana, generan ciudades que pueden ser cada vez más desiguales. En América Latina, donde más del 80% de la población vive en áreas urbanas, esta realidad se hace aún más evidente.
En un territorio marcado por su historia de violencia colonial que estructura privilegios y dinámicas político-sociales hasta el día de hoy, la ciudad a menudo se convierte en un truco como mejora del bienestar a través de las oportunidades que ofrece, principalmente vinculadas a cuestiones económicas. Sin embargo, las aglomeraciones no planificadas, que hacen ineficiente la estructuración de las ciudades en cuanto al uso de los recursos productivos y naturales, aumentan aún más la injusticia urbana que no brinda a los ciudadanos una calidad de vida similar en sus espacios, influyendo incluso en la forma en que cada persona utiliza su propio tiempo, como nos recuerda el profesor Flávio Villaça:
La optimización del tiempo invertido en el desplazamiento espacial de los habitantes de la ciudad es el factor explicativo más importante de la organización del espacio urbano y su papel en la dominación social que se produce a través de él. La clase dominante manipula la producción de este espacio, priorizando siempre la optimización de sus tiempos de desplazamiento.
Esto se debe a que la desigualdad atraviesa cuestiones económicas, por lo que las familias de bajos ingresos no pueden definir dónde viven según sus deseos y necesidades, dejando como opción solo las direcciones que el presupuesto les permite: alejadas de sus trabajos, servicios y espacios públicos de calidad. Esta clara delimitación de la segregación espacial resalta cómo cada clase se apropia del espacio de manera diferente, en la forma en que utilizan los servicios o incluso en las oportunidades o riesgos que la ciudad trae a cada uno, incidiendo directamente en la restricción de acceso a recursos básicos como el transporte, saneamiento básico, salud, cultura, ocio y empleo.
Como resultado, una infraestructura deficiente que no proporciona bienes y servicios públicos de calidad resulta en una variedad de condiciones negativas que van desde la exposición a la violencia y áreas insalubres hasta tres veces el número de muertes durante la pandemia de Covid-19. Es decir, el descuido del urbanismo, la falta de políticas públicas que incentiven espacios más saludables: mata.
Por otro lado, afortunadamente, es posible señalar proyectos que logran seguir posibilidades de caminos para que una ciudad encuentre su propia equidad. Uno de los ejemplos más icónicos es el de Medellín, que atravesó un intenso proceso de inclusión y transformación urbana, en el que “el rescate de la vida en la calle y el uso del espacio público por parte del ciudadano fue un tema de amplia base” y la ciudad favoreció la calidad de los espacios públicos y proyectos urbanos independientes de la zona, que, entre tantos beneficios, rebajaron la tasa de homicidios en alrededor un 70%.
Estudiando las estrategias aplicadas y los resultados obtenidos por la ciudad colombiana como invertir en equipamientos de educación pública, llevar la presencia del Estado a la periferia, valorar los entornos de la ciudad a partir de su cultura e historia, expandir la movilidad urbana y pensar en ella como un público espacio de excelencia: vemos que lo que parece utópico no siempre es irrealizable. La unión de fuerzas políticas con un pensamiento asertivo y democrático de los arquitectos urbanos puede resultar en una ciudad que brinde mejores posibilidades a sus ciudadanos, independientemente del domicilio que habitan.
En busca de nuevas reflexiones sobre cómo podemos ser agentes que luchan contra una estructura que tiende a ser desigual y cómo nos vemos dentro de ella, te proponemos un pequeño ejercicio: navega por las imágenes de abajo (diferentes ubicaciones de la misma ciudad - una en un área considerada rica y con buena infraestructura, y otra en una zona considerada pobre) con algunas preguntas en mente: ¿Conozco realmente mi ciudad o solo vivo en espacios segregados? Cuando pienso en urbanismo, ¿a qué ciudad me refiero? ¿Cuántas ciudades caben en una ciudad? ¿Por qué ciudad lucho? ¿En qué espacios es accesible mi ciudad?
Buenos Aires (Argentina)
Ciudad de México (México)
Medellín (Colombia)
Santiago (Chile)
São Paulo (Brasil)
¹VILLAÇA, Flávio. Reflexiones sobre las ciudades brasileñas. São Paulo, SP: Studio Nobel, 2012.
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