Cuestionar tanto las metodologías involucradas en la producción de arquitectura como su consumo en la representación tradicional, nos permite entablar una serie de diálogos interdisciplinares que más que limitar las posibilidades de la propia disciplina, pueden ampliarla en respuesta a los complejos contextos que marcan el escenario actual. Rodrigo Valenzuela Jerez, arquitecto fundador de EstudioRO - (E)Studio Futur@ y actual director de Escuela de la Universidad de las Américas (UDLA), Chile, nos relata en la siguiente entrevista algunas de las nociones de diseño que guían su práctica “expandida”, en la cual la forma es un resultado secundario de las estrategias y operaciones que posibilitan la apropiación de los espacios por parte de sus mismos usuarios.
Luciana Truffa (LT): Entiendo que te desempeñas como académico y director de Escuela de la Facultad de Arquitectura UDLA y que en simultáneo llevas adelante tu estudio de arquitectura EstudioRO - (E)Studio Futur@, en el cual se realiza un trabajo de “arquitectura expandida”. ¿Qué supone trabajar desde este “campo expandido”? ¿De qué manera se traducen estas intersecciones entre teoría y práctica en tus obras?
Rodrigo Valenzuela Jerez (RVJ): De manera reciente asumí el cargo de director de escuela, y ha sido un proceso de casi 4 años en el que hemos ido tratando de repensar lo que puede ser la escuela de arquitectura desde un trabajo curricular profundo, con procesos de titulación en base a proyectos construidos pero en ambientes urbanos en los que se co-trabaja con comunidades. Desde ahí parten las preguntas que aplico a mi propia manera de trabajar; ¿Qué significa hacer arquitectura hoy? ¿Cuáles son las potencialidades y los cambios que enfrentamos? Esto implica sincerar la manera en la que se trabaja y dejar de idealizar la práctica, pensando en qué se requiere enseñar para lidiar con un mundo que va a ser bastante distinto de lo que es hoy en día.
Todavía se replica esta figura del arquitecto moderno como el director de orquesta que tiene un poder sobre la toma de decisiones, algo que probablemente nunca fue real pero seguimos anhelando. Cuando hablo de arquitectura expandida me refiero a la disciplina más que como el simple diseño de productos construidos, como una forma de pensar acerca del territorio, de lo construido, de estrategias y de la sociedad. Esa modalidad tiene distintas salidas, desde casas y edificios hasta videos, conversaciones y preguntas acerca de cómo nos hacemos cargo de nuestro entorno construido.
Muchas veces los edificios no suelen ser capaces de abordar esas cuestiones, sin embargo, las y los arquitectos tienen la capacidad de entender los procesos sociales, culturales, políticos y económicos que rodean la construcción. En esta declaración de principios se mezcla la idea de la teoría con la práctica, abarcando desde el diseño y el ámbito intelectual, hasta los procesos técnicos o burocráticos que la disciplina oculta.
(LT): Tus obras se caracterizan por la flexibilidad de sus espacios y por la construcción de estructuras modulares, lo que parece ajustarse apropiadamente a nuestro contexto actual, marcado por el cambio acelerado que ha llevado en muchos casos a una anticipada obsolescencia programática y a la hibridación de los espacios. ¿A qué obedece esta decisión? ¿Cuáles son las posibilidades que le ofrecen estos sistemas modulares a la disciplina en la actualidad?
(RVJ): Me interesa trabajar más con estrategias que con formas porque éstas últimas tienen una potencialidad limitada por el juicio estético; mientras que las estrategias permiten abordar problemas más programáticos que afectan la forma, pero que a la vez cambian a lo largo del proceso de diseño. Pensar los programas domésticos detonó la idea de la flexibilidad programática y la indeterminación –que tampoco es nueva en la historia de la arquitectura— pero que tiene un potencial que no ha sido agotado aún. En Chile la forma de diseñar es conservadora y está muy basada en estereotipos.
Estas idealizaciones acerca de lo que tiene que ser una vivienda se traduce en casas muy pequeñas donde todo está medido de modo funcionalista, o bien casas muy grandes que resultan ser una suma de espacios simbólicos, como la salita, el comedor de diario y la pieza de servicio. Estos espacios finalmente no se usan, pero deben estar ahí porque responden más bien al orden social de una “casa”. Con el equipo conversamos y concluimos que si uno se saca de encima esos prejuicios, puede llegar a resultados mucho más interesantes sin hacer formas extravagantes.
La manera de usar los lugares puede ser mucho más activa en donde los propietarios toman un rol creativo y principal dentro del mismo proceso de diseño. Esto al final tiene que ver con repensar la figura del arquitecto, que en lugar de ser alguien que toma decisiones acerca de cómo la gente vive, es una especie de facilitador que crea estrategias para construir una plataforma donde las personas tomen sus propias decisiones.
Esto tiene que ver con el control que uno quiere tener o ceder porque no estamos en una posición jerárquica respecto a los demás actores que participan de la obra. Incorporar esta noción al diseño permite generar una serie de resultados formales muy diversos. Hoy queda en evidencia lo obsoleto que resulta la definición de espacios cuyo rol se define tanto simbólica como funcionalmente.
La construcción termina siendo para mí un apoyo a esta dimensión más estratégica del diseño. La arquitectura es una plataforma para que ocurra la vida cotidiana; y no tanto una serie de reglas sociales que condicionan la forma.
(LT): El proyecto audiovisual One-Obstruction que explora las posibilidades de la representación de la arquitectura más allá de la fetichización, pone en evidencia no sólo la temporalidad propia de las obras, sino que presenta también una crítica al consumo de arquitectura dentro de sus mismos circuitos. ¿Qué buscas visibilizar con este proyecto? ¿Es esta procesualidad un factor detonante en los procesos de diseño?
(RVJ): Una vez que uno pone el foco en la estrategia, la representación tradicional de la arquitectura queda obsoleta. Cuando terminé la Casa BC me cuestioné cómo representar la vida cotidiana que transcurre dentro de ella.
En general la representación está enfocada en lo físico, por lo que los muebles y las personas parecen decorar y dar escala a lo construido. Yo creo que tiene que ser al contrario; lo físico tiene que ser un soporte para que ocurran otras cosas. Nos hemos acostumbrado a comunicarnos a través de imágenes que no son indicativas de lo que ocurre realmente dentro de estas casas. La representación tradicional es al final una suerte de simulacro. El problema es que formarse consumiendo ese tipo de imágenes, afecta la manera en la que se enfrentan los proyectos y que finalmente re-produce ese tipo de espacios. Lo que me interesa de la representación es que produce realidades.
Este proyecto fue una invitación abierta a arquitectos, artistas visuales y cineastas a preguntarse qué se puede hacer con este panorama. Si bien el diagnóstico es compartido, los resultados fueron bastante diversos. Para mí el arquitecto tiene una posición mucho más secundaria, su rol es hacer una forma para que las personas produzcan sus propias experiencias de vida. Todos tienen la capacidad de hacer cosas creativas e interesantes.
(LT): Las últimas décadas han sido prolíficas para la arquitectura chilena, sin embargo esta se ha visto principalmente relegada a las élites por sus elevados costos y la envergadura de las obras. Por otro lado, tras la serie de revueltas que tuvieron lugar a lo largo de Chile, el debate en torno a la agencia de la arquitectura se ha reactivado. ¿Cuáles son, a tu juicio, los principales desafíos que enfrentan a la fecha las nuevas generaciones de arquitectas y arquitectos en Chile?
(RVJ): Hay cambios radicales en la forma en que vivimos. Está lo político, por un lado, que implica repensar la manera en que nos relacionamos como sociedad, y por otro lado está la entrada tecnológica, la que refleja los cambios radicales en la forma de entender la vida. La idea de quién produce el espacio constructivo se vuelve especialmente sugerente porque siempre hemos vivido bajo esa ilusión de que somos los únicos creadores de ese espacio. Dejar de encerrarse en problemas disciplinares es un desafío para las y los arquitectos, ya que se arriesga a transformarse en un actor irrelevante para la sociedad.
Las universidades están cambiando radicalmente por el acceso que tenemos a la información; mientras que antes eran lugares de transmisión de conocimiento, hoy lo son de creación. El desafío es cómo aplicar esa forma de pensar a nuevos entornos laborales. Nuestro contexto es completamente posmoderno y nuestra respuesta es moderna. El mundo es cambiante, no es lineal ni organizado. Cuando asumimos esto sin prejuicios, podemos trabajar dejando atrás la obsesión por las formas perfectas.
(LT): La construcción trae implícita una serie de negociaciones con los clientes, los usuarios y los diversos actores involucrados en los respectivos contextos, situación que raras veces se trata al interior de las escuelas de arquitectura. ¿Qué enseñanzas se pueden extraer de este proceso?
(RVJ): Nuestra escuela de arquitectura ha venido trabajando estos años en repensar y redefinir los procesos proyectuales. Con un énfasis en los proyectos de titulación, pero también en talleres iniciales. Por poner un ejemplo, Rodrigo Escandón de la oficina APRDELESP, realizó un taller en los que se dividía el curso en dos, y cada uno era a su vez arquitecto y cliente. La negociación, es decir el trabajo interdisciplinar y colaborativo, guarda mucho potencial. Las estrategias deben ser comunicables y uno debe aprender a ceder el control. Aunque no siempre resulta, siempre da frutos que son inesperados. La construcción es un proceso abierto cuyo resultado es difuso e involucra una serie de ideas que se pueden ir materializando mediante la interacción de los distintos actores. Me hago la pregunta de hasta dónde estaría yo dispuesto a soltar de modo que lo estético ya no me importe. Creo que es un proceso y espero poder a futuro realizar proyectos que permitan a las personas constantemente ir tomando decisiones sobre cómo quieren vivir. Que permitan lo impredecible.