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Arquitectos: Alejandro Beautell
- Área: 1100 m²
- Año: 2020
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Fotografías:Flavio Dorta
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Durante años, desde la clausura, por motivos de seguridad, de la antigua Iglesia de Alcalá -finalmente demolida en el año 2011- los vecinos del barrio de Alcalá, han intentado favorecer la reconstrucción del templo perdido, que se hallaba bajo la advocación de la Virgen de Candelaria. Dicha construcción, por diversos motivos, se ha vio frustrada y, hasta la fecha, la imagen de la Virgen, de gran devoción y tradición entre los lugareños, se encontraba en un local que el Ayuntamiento cedió para su culto.
En los últimos años, la Parroquia de Candelaria, el Obispado de Tenerife, el Gobierno de Canarias y el Ayuntamiento de Guía de Isora, con la finalidad de responder a esa demanda social, han aunado esfuerzos para hacer posible un nuevo templo para Alcalá. En una zona sin referentes arquitectónicos, la nueva iglesia debía por un lado recuperar la memoria de la desaparecida ermita, y por otro, constituir un hito arquitectónico en el barrio, un nuevo centro para Alcalá. La edificación cuenta con una superficie construida total de 1.100 m2 repartida en dos niveles. La planta semisótano contempla los espacios sirvientes: salones parroquiales para usos múltiples, garaje, almacén, cuartos de instalaciones y aseos. Sobre los salones, con acceso desde la plaza, se sitúan la Iglesia y la sacristía.
Aspectos formales. Arquitectura de lo Sagrado.La nueva Iglesia de Alcalá, bajo la advocación mariana de la Virgen de Candelaria, nos habla de la tradición, de la recuperación de la memoria de aquella vieja construcción que se alzaba solitaria sobre el malpaís de lava que subyace, aún hoy, bajo el asfalto.
Partiendo de estas premisas, el nuevo templo se formaliza en dos naves diferenciadas, “la antigua” y “la nueva”. Un único espacio interior, se traduce en dos volúmenes diferentes desde el exterior. Uno, recupera la forma y posición de la antigua ermita, en una reinterpretación de la arquitectura tradicional de las islas. Al reconstruirla -de manera simplificada- se ha intentado recuperar su memoria y atenuar el sentimiento de pérdida que causó su demolición. Los muros son nuevos, pero el aire que encierra es el mismo y condensa todos los momentos vividos. La imagen de la Virgen vuelve así a su posición prístina, ocupando el mismo lugar de antaño, en la cabecera del cuerpo antiguo, esta vez protegida en una hornacina, que, a modo de cueva, rememora su aparición a los guanches (aborígenes de las islas canarias).
El otro, a modo de llama -el fuego de la candela- busca la verticalidad, dotando de mayor representatividad al espacio interior, que culmina con un tragaluz que ilumina el presbiterio y conecta ambas naves, la antigua y la nueva, simbolizando que entre tradición y modernidad hay un puente.
La agregación de volúmenes enraíza con la tipología de la arquitectura religiosa vernácula, de crecimiento por naves, a las que se le adosa un patio. La estrategia de descomposición de la edificación en volúmenes diferenciados responde también a las rígidas condiciones urbanísticas que obligaban a la alineación a vial en todo el perímetro.
A nivel material, la construcción resulta de gran austeridad, la sencillez de los materiales utilizados y el empleo de recursos tales como la iluminación natural, dotan al espacio de un carácter ascético que busca lo esencial. El cuerpo que rememora la antigua ermita se ejecuta en hormigón ciclópeo con recuperación de la piedra natural existente en el solar. El acabado escodado de este cuerpo se termina, a la manera tradicional, con un albeo de cal. El blanco de la cal contrasta con el color ocre empleado en la nave nueva que se construye también en hormigón, esa vez teñido en masa y abujardado con distintas intensidades.