Si la "naturaleza" y la "arquitectura" se conciben comúnmente como entidades opuestas, representativas de la invasión humana en la imagen primordialmente física del mundo, ¿en qué condiciones estos dos factores fundamentales forman un fuerte vínculo y cuál es el subproducto resultante? ¿Se puede desenterrar este vínculo, a menudo ignorado, entre la cultura y la naturaleza y sacarlo a la luz mediante el uso de la fotografía?
Mi compromiso con la fotografía de arquitectura en las últimas tres décadas ha sido una progresión constante hacia ese objetivo: el sondeo de los límites entre las estructuras hechas por el hombre y los paisajes. Este no fue un programa establecido desde el principio de mi itinerario como fotógrafo. Se fue cristalizando poco a poco a través de un viaje fotográfico en busca de paisajes liminales que fueran el eco de una infancia en tránsito. Elementos dispares se han unido para dar forma a un vocabulario visual a través del cual comunico mi idea del mundo: una topografía continua en transición bajo los efectos de la cultura humana, el azar histórico y los elementos naturales.
Mis continuas práctica e investigación fotográfica hacen especial hincapié en el grado en que la intervención humana ha incidido en los paisajes naturales y, al mismo tiempo, en cómo los elementos de la naturaleza pura o derivada han penetrado en el ámbito humano. A través de mi práctica, me he esforzado por desarrollar un lenguaje visual en el que la separación entre el contenido (estructura hecha por el hombre) y el contexto (natural o urbano) se difumina, y la relación entre ambos se invierte. La arquitectura se trata como un elemento de su entorno; al mismo tiempo, el contexto está inmerso en la arquitectura y se filtra a través de ella. Esta interpretación está relacionada con la del arquitecto Bruno Taut, que entendía la arquitectura como el acto de "diseñar relaciones" en lugar de disponer "formas en la luz" o simplemente estructurar el espacio geométrico. Por lo tanto, mi enfoque se formula de la siguiente manera: El acto de fotografiar la arquitectura (no necesariamente la fotografía de arquitectura), puede descubrir e intensificar las interacciones entre los artefactos artificiales y sus respectivos entornos, trascendiendo así el aspecto documental utilitario del medio y actuando como herramienta de interpretación y comprensión.