-
Arquitectos: Estudio 2850
- Área: 40 m²
- Año: 2021
-
Fotografías:Isabel Delgado
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Históricamente, el contexto urbano de habitabilidad en el Ecuador ha reducido en 2 alternativas la decisión de contratación para la construcción y el diseño de proyectos relacionados con la vivienda en las clases socioeconómicas media y baja del país: Un profesional-titulado con predominio en conocimientos teóricos de diseño e ingenierías relacionadas con criterios funcionales, estéticos y financieros; o un profesional no-titulado con dominio en conocimientos empíricos-prácticos y técnicos del levantamiento de una edificación. Derivando así, por variables de rapidez y costos, en la mayoritaria predilección por confiar la dirección y ejecución de la obra a la segunda alternativa. La arquitectura, el acto de construir y la planificación del habitar en la ciudad, se han reducido a una alternativa aparentemente suntuosa que solamente unos pocos privilegiados, supuestamente, pueden acceder.
La Posada nace a partir de la decisión, inicialmente poco crédula y bastante desconfiada, por parte del cliente a encomendar la dirección del diseño de la obra al profesional-titulado en donde, en una miscelánea de intervenciones y de criterios, dicotomía bastante típica de la serranía ecuatoriana, la obra finaliza con la apropiación arraigada del usuario al proyecto, encargando fielmente la ejecución de la construcción de la obra al profesional no-titulado. Proceso en el que cabe mencionar que, a costa de obviar muchas decisiones de la primera etapa del proyecto, se le añadieron por parte del cliente y de la sugerencia de los maestros albañiles otras modificaciones que significaron la deseada apropiación del proyecto tanto en ideas, en construcción y en el acto final del habitar.
El encargo inicial suponía diseñar, en la terraza accesible de una construcción existente, una suite para descanso de 1 ó 2 visitantes, una estancia que contaría con todas las facilidades y servicios de actividades cotidianas en un domicilio común, adecuado tanto para la estadía temporal como también para el aprovechamiento de la vista campestre, con el volcán Chimborazo en el fondo del encuadre. Una única nave que configura su cubierta para el aprovechamiento de la luz diurna y el encauce adecuado de aguas lluvia según el entorno precedente, circundada en su fachada por un costillar metálico proyectado y proporcionado a partir de las estructuras preexistentes que alberga a un pasillo longitudinal que articula los todos los servicios del departamento y dispone de sus paneles translúcidos en consonancia con la privacidad de cada uno de los espacios que recorre; son los elementos protagonistas en la configuración del proyecto. La coraza metálica queda rellena por pieles de ladrillo y vidrio que, configuradas estratégicamente, logran aprovechar la luz solar para brindar una iluminación continua en el eje del proyecto, mismo que se encarga de racionar la claridad en cada estancia que recorre. Al interior del pabellón, el área social, aunque compacta y austera, se la diseña para crecer, modificarse y adecuarse a los servicios que lo rodean.
Como se ha dicho antes, la construcción del proyecto y gran parte de la dirección de la misma fue realizada por los clientes. La forzada, e inicialmente cuestionada responsabilidad de la obra, implicó una sentida apropiación por sus habitantes. La estancia de visita temporal se convirtió así en su domicilio permanente.