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Arquitectos: Diaz Marcellino Arquitectos
- Área: 222 m²
- Año: 2019
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Fotografías:Gonzalo Viramonte
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Proveedores: Hunter Douglas, Ternium, ACINDAR, AutoDesk, Barbieri, DTI Desarrollos Tecnológicos Integrales, Ennix SRL, ForestadoraTapebicua, Gerdau, LP Argentina, Mobiliario Lamas, Tel, Trimble Navigation, Tromen, Vigorita
Descripción enviada por el equipo del proyecto. El paisaje de intervención es la serranía cordobesa, entorno natural que, por su belleza y cercanía con la segunda metrópoli argentina, es actual escenario de un proceso sin precedentes de expansión de unidades turísticas. Progresivamente se trasladan problemáticas a este medio originario. El monte nativo es el principal patrimonio y el mayor damnificado por los incendios para avance agro-ganadero, urbano e inmobiliario. Su devastación sostenida, hoy llegó a la crítica supervivencia del 2% del bosque original.
Intervenir este contexto, requería responder sensiblemente con toma de postura desde las primeras decisiones. Los clientes necesitaban un rancho serrano para compartir con hijos, nietos y amigos a las márgenes del magnífico Río Yuspe. Lugar de encuentro convocante para tres generaciones, de usuarios diversos en edades, intereses y formas de vida.
La respuesta fue una techumbre, bajo la cual acontece un escenario flexible, que muta a lo largo del día para generar hasta 20 eventuales plazas. El refugio es un espacio central abierto que articula la intensidad de la vida con el entorno, fusionando márgenes entre naturaleza y cotidianeidad doméstica.
Se indaga el arquetipo del “rancho”, como construcción elemental, refugio del poblador serrano, reparo del sol, lluvia y heladas, eventualmente, resumido a un único espacio conectado a galería y entorno de huertas, corrales y otros recursos que lo sustentan. En clave contemporánea se conciben espacialidad y flexibilidad aportada por entrepisos y mobiliario fijo indeterminado o específico según requerimientos dinámicos.
También se recuperan lógicas de emplazamiento, generando estructuras arraigadas al paisaje. Camuflándose entre molles y talas, rocas graníticas, tomado a la tierra y sumergido a la sombra. Se elige un claro flanqueado por 9 árboles, a la vera de la cota de inundación del río. Esta hondonada protege de fuertes vientos que azotan la región.
En el corazón del vacío, un triángulo equilátero, ramifica sus módulos entre la vegetación, respetando la totalidad de árboles preexistentes. El espacio se ordena desde esa estructura resistente y conecta tres patas modulares de idéntica composición.
La obra se “posa” sobre la montaña con bases, minimizando el impacto sobre la superficie natural, permitiendo el desarrollo de raíces y la continuidad de la topografía con sus drenajes.
Lejanía, inaccesibilidad, e incomunicación forzaron racionalización de sistemas constructivos y de trabajo que maximicen logística, y reduzcan huella. Una estructura metálica –pesada y steelframe- se ejecutó entre taller y sitio, y se montó por dos oficiales que resolvieron la totalidad de rubros, reduciendo plazos, costos y desperdicios.
Frente a la erosión se propuso una cáscara mono matérica, rústica y resistente de chapa sinusoidal gris, que se funde con el entorno pétreo. El interior evoca el bosque con madera, recreando una atmósfera cálida.
La hondonada y la cortina de árboles constituyen el mayor aprendizaje de pobladores. El rancho se envuelve por una segunda piel viva, que la atempera. Son estas preexistencias las que generan el microclima, con habitabilidad durante todo el año. La propuesta reflexiona sobre el medio que le da origen y sentido. Alentando la reciprocidad y la empatía entre familia, casa y paisaje.