La vivienda social en Chile es un concepto que comienza a surgir a finales del siglo XIX por el aumento de la población tras la migración campo-ciudad. Para aquel entonces las personas vivían principalmente en conventillos y ranchos, bajo precarias condiciones de habitabilidad. Chile se encontraba en conflicto debido al déficit habitacional, tomando en 1906 la primera medida estatal bajo la “Ley de habitaciones obreras”, la cual se fue transformando al pasar de los años hasta conformarse en 1965 el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) y luego alrededor de 1980 el Servicio de Vivienda y Urbanismo (SERVIU), instituciones que median la temática habitacional hasta el día de hoy.
Junto al desarrollo de estas iniciativas, leyes e instituciones, la vivienda chilena fue adquiriendo diferentes tipologías como conventillos, cites y/o pasajes, la vivienda de fachada continua, los conjuntos habitacionales, entre otras, las cuales forman parte del patrimonio urbano presente en las ciudades chilenas.
Algunas de ellas son:
- Conventillo (1880-1920)
Eran viviendas colectivas en base a la adaptación de una casa unifamiliar que se habilitaba para que residieran varias familias. Estas ocupaban las distintas habitaciones y compartían un patio y un servicio higiénico.
- Cites y pasajes
Son viviendas de 1 o 2 pisos de fachada continua que comparten un espacio de circulación semipúblico en dirección perpendicular a una calle principal. El objetivo de esta configuración espacial era segmentar parcial (cite) o totalmente (pasaje) una manzana para el desarrollo de la vivienda.
- Conjuntos habitacionales
Son conjuntos de viviendas, ya sean de casas o de edificios, que poseen un orden coherente con la trama urbana y su emplazamiento respondiendo a su entorno y aportan un sentido de pertenencia e identidad al barrio, estos recintos comparten espacios comunes principalmente patios, los cuales en algunos casos son de uso público.
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Hoy las políticas públicas chilenas buscan resolver las problemáticas en torno a la vivienda desde el concepto de “hábitat residencial”, comprendiendo esta como un sistema que se planifica y/o mejora para tener una mejor habitabilidad, ubicación y conectividad, equipamiento urbano y principalmente responder a la identidad de las personas que lo habitan.
Hasta aquí, lo descrito responde a las áreas urbanas, pero ¿Cuáles son los parámetros para las zonas rurales?. La vivienda social se divide en dos grandes categorías, de carácter urbano o de carácter rural. Así como la primera busca desarrollar un hábitat, la segunda busca responder a la pertenencia territorial.
La vivienda rural se emplaza en pequeñas localidades de máximo 5.000 habitantes, rodeadas de paisaje natural y entornos campestres. Sus características y equipamientos responden a técnicas constructivas tradicionales de la zona en la que se ubican y sus comunidades poseen tradiciones culturales y productivas particulares.
Chile en el año 2016 pone en marcha el “Programa de Habitabilidad Rural”, el cual tiene como fin mejorar las condiciones de habitabilidad de las familias de zonas rurales o localidades de menos de 5.000 habitantes, respetando a través del diseño los múltiples modos de habitar que existen según la zona y condiciones geográficas de cada localidad. El programa, además, apunta a asegurar la igualdad de oportunidades a lo largo del territorio chileno y recoger los cambios que ha vivido el entorno rural en las últimas décadas en ámbitos demográficos, sociales, económicos y territoriales.
El desarrollo de la ruralidad no debiese quedar exento en la planificación territorial, ya que es allí donde se guardan las memorias y tradiciones de los pueblos originarios y campesinos que a lo largo de la historia dieron cabida y sustento a las ciudades.