-
Arquitectos: Alejandro D'Acosta
- Área: 240 m²
- Año: 2016
-
Fotografías:Onnis Luque
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Casa del Mar es la casa de retiro para una pareja, frente al Océano Pacífico en un terreno de 195 m2 en La Misión, Baja California, México. Consta de un programa simple: dos habitaciones, un estudio, una biblioteca y un espacio común. En un área limitada, las áreas públicas y privadas debían dividirse en dos niveles unidos por el vestíbulo. La ligera pendiente del terreno se aprovecha para configurar los tramos: el vestíbulo se mantiene a pie de calle; la zona pública se eleva para enmarcar las vistas al mar y la zona privada se excava parcialmente para generar privacidad y una relación íntima con los jardines. La construcción es una configuración compleja de diferentes sistemas, una mezcla de artesanía e industria, tradición e innovación; indigenismo contemporáneo. Suelo de obra, metal, piedra de excavación, madera de segundo uso.
Los muros perimetrales son de tapial de 50cm de espesor, cimbrado interiormente con láminas de petatillo antiguo para lograr una impresión de la textura en el suelo una vez seco. Mientras que la cimbra del lado externo -el que mira perpendicularmente al viento del mar- se cubre con una reconfiguración del bahareque como sistema constructivo para brindar protección a la tierra, el Palo de arco es una madera que crece en la Sierra de la Giganta en el sur de Baja y se utiliza para el cultivo de tomate en San Quintín. Este mismo palo, una vez descartado de la cosecha, se utilizó como cimbra perdida y piel protectora de los muros, evitando la degradación del adobe ante la constante humedad del mar. Al principio, el perímetro estaba uniformemente cubierto con palos para una sombra absoluta. Una vez comprendida la sombra, se ha estudiado el silencio, sin alterar la disposición continua de los palos, se generan omisiones por donde entrará la luz, se contemplarán los jardines y transitará el viento. Estas viejas paredes de palo, que se repiten verticalmente en una pared, y horizontalmente en otra, crean el patrón de piel vieja que se arruga por la irregularidad de las varillas y envejece con ellas.
Una piel que se adhiere a la carne que es la tierra que crea sombras que se han vuelto desiguales al pasar el sol, que hace vibrar la vista, ve el tiempo, el deterioro. Piel matérica, táctil, que perderá su color, pero utilizará la vejez a favor de la casa al protegerla, evitando un mantenimiento constante. Construir con tierra es recordar; dejando que el corazón enseñe a las manos, reconociendo lo indígena que somos, retomando viejos saberes, continuando el vínculo, y cumpliendo nuestro rol. En un ejercicio de construcción con sistema mixto, la síntesis de las partes es clave para mantener la pulcritud de una vivienda pensada para abrazar, contemplar, amar. Hacer lo correcto, evitando el ruido y la exageración. Armonizar los componentes desde la idea de lo mínimo y construir una sinfonía de omisiones, una casa que cante desde sus silencios. Casa del Mar es diseñar un deterioro armonizado en su contexto. “Recuerdo al pintor Francisco Toledo cuando diseñamos un jardín y pintó una pared con una mezcla muy fina de adobe, casi talco, sin ningún tipo de sellador. Lo que buscaba no era pintar la pared, sino cuando llueve lágrimas. de la tierra quedará como una sangre roja en el suelo” La idea de vejez, de deterioro en el diseño, y de causalidad en la construcción, debe sensibilizar nuestra relación con un paisaje cambiante e inclemente, en el manejo de los materiales en su contexto y sus consecuencias. Entender que la arquitectura también es temporal, un lugar para experimentar el retiro, un espacio para, de repente, un día, dejar de ser.
