Federico Correa Ruiz, coautor de emblemáticas obras de arquitectura en Cataluña, profesor legendario de la ETSAB y uno de los profesionales más reconocidos en el gremio arquitectónico barcelonés, partió un 19 de octubre, a la edad de 96 años, cumpliéndose este año el primer aniversario de su fallecimiento.
Este arquitecto definía a la arquitectura como un servicio a la sociedad, “si no lo es, es deleznable”, afirmaba. Dedicó largos y muy fructíferos años a la docencia en la ETSAB, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, donde se convirtió en un profesor mítico, muy querido por todos sus estudiantes y en octubre de 2008, fue proclamado doctor honoris causa en la Universitat Ramon Llull, gracias a su incomparable vocación de servicio.
Federico Correa, poco conocido por el resto del mundo, nació en Barcelona en 1924. Pasó varios años de su infancia en Filipinas, y, siendo un adolescente, dos años en el Reino Unido durante la guerra civil, experiencia que le permitió dominar el inglés a la perfección, habilidad poco usual entre los habitantes de España en aquella época. Al regresar a su ciudad, comenzó sus estudios en arquitectura, en la ETSAB, que en aquellos momentos arrastraba un tinte gris de posguerra, sin embargo brillaban allí algunos profesores como los arquitectos Josep Maria Jujol y Josep Francesc Ràfols.
En la historia de su trayectoria profesional, no podemos dejar de mencionar al arquitecto Alfons Milà, su íntimo amigo y su socio de por vida. Junto con él, se postularon para ser empleados en el estudio de José Antonio Coderch de Sentmenat y ambos obtuvieron el puesto. Allí colaboraron en célebres proyectos, como las Viviendas de la Barceloneta. A través de Coderch conoció a maestros italianos de la arquitectura de aquel entonces, como Ernesto Rogers, Franco Albini e Ignazio Gardela, con los que amplió su agenda internacional y su condición cosmopolita, la cual alimentó desde su juventud estando suscrito a la revista Architectural Forum bajo el régimen franquista. Además de haber sido discípulo de José Antonio Coderch, fue maestro de figuras como Óscar Tusquets y Juli Capella.
Correa impulsó la renovación del racionalismo, dio forma a la Barcelona de la gauche divine y contribuyó al éxito de las Olimpiadas de 1992, con el proyecto de la ordenación del Anillo Olímpico de Montjuïc, que realizó junto con Milà. Personificó la transición entre el movimiento moderno catalán y el panorama actual, creando un lenguaje propio que bebía de diversas influencias. Fue un gigante de la arquitectura barcelonesa.
Su obra junto a Milà comenzó en Cadaqués, con proyectos como la Casa Villavecchia (1955), una renovación en la que se respetó lo autóctono, pero se aplicaron criterios de modernidad, un ejemplo de la respetuosa y a la vez refrescante línea arquitectónica que caracteriza a la localidad costera. En los 60 y 70, el estudio Correa Milà realizó obras de interiorismo que se transformaron en clásicos de Barcelona, entre ellas varias oficinas para Olivetti que ya no están en uso, y algunas otras todavía en activo, como el formal restaurante italiano Il Giardinetto o la famosa tortillería Flash-Flash.
Il Giardinetto está situado en el centro de Barcelona, con esta obra los arquitectos obtuvieron el premio FAD de Interiorismo en 1974. Ambientado como un mágico jardín inspirado en los castaños del Sur de Francia, invita a frenar la vertiginosa realidad del día a día para disfrutar de su acogedora atmósfera. Durante varias décadas ha sido y sigue siendo el punto de encuentro de artistas, arquitectos, diseñadores y escritores barceloneses.
La tortillería Flash Flash también tiene su peculiar historia. Dicen que el proyecto salió de la cabeza de Federico pero fue Alfons quien, no solo lo perfeccionó, sino que lo hizo posible. Su obsesión con el ruido, le llevó a investigar todo tipo de materiales para que un techo tan bajo como el del local absorbiera el sonido de las conversaciones. El resultado es impecable. Se puede hablar allí sin alzar la voz.
Con un diseño pop y sesentero, el local fue creado en 1970 en un blanco pulcro y minimalista con ligeros toques de rojo. El fotógrafo Leopoldo Pomés realizó las imágenes de tamaño casi natural que decoran las paredes de una joven fotógrafa en acción (Karin Leiz), que se han convertido en el símbolo del restaurante y de una época. El impacto de su modernidad sigue intacto cinco décadas después sin apenas modificaciones.
En 1972 terminaron su mayor edificio, la Torre Atalaya en la Avenida Diagonal de Barcelona. Y en 1981 firmaron el proyecto de reforma de la Plaza Real. En 1984, junto a sus colegas Joan Margarit y Carles Buxadé, Correa y Milà ganaron el concurso para la ordenación del Anillo Olímpico de Montjuic.
Luego participaron también en la reforma del Estadio Olímpico. Esta carrera tendría otros hitos relevantes, como la sede de la Diputació de Barcelona, donde en un delicado ejercicio volumétrico y contextual, integraron en su obra parte de la casa Serra de Puig y Cadafalch: un afortunado ejercicio de modernidad que no ignora la historia. En 2002, Correa y Milà pusieron broche a su carrera con la inauguración del Museo Episcopal de Vic.
Sin duda este arquitecto ha dejado su legado, Barcelona no sería la misma sin su obra.
