Agregue hojas de col, cáscaras de naranja, cebollas, plátanos y unas rodajas de calabaza para obtener... cemento . Así es, investigadores de la Universidad de Tokio en Japón han desarrollado una técnica a través de la cual es posible producir cemento a partir de desechos de alimentos. Además de usarse en la construcción, la iniciativa innovadora también es comestible. Puede convertir el cemento hervido en una comida deliciosa ajustando los sabores, agregando condimentos y rompiéndolo en pedazos.
Yuya Sakai, la profesora responsable del estudio, es ingeniera especializada en hormigón y reciclaje. En investigaciones anteriores, desarrolló una técnica para mezclar polvo de hormigón reciclado y residuos de madera, generando un material más resistente a través de la compresión en caliente. Fue durante estos ensayos que surgió la idea de probar otros materiales de desecho de manera similar, incluidos – por qué no – vegetales y frutas.
Todo el proceso de fabricación se documentó y presentó en la 70ª reunión anual de la Sociedad de Ciencias de los Materiales en mayo de 2021 a través del artículo Desarrollo de nuevos materiales de construcción a partir de residuos alimentarios. El texto documenta la producción de este material, dividiéndola en tres etapas: después de romper las materias primas (cáscaras de naranja, cebollas, zapallos, plátanos, col china y algas), los trocitos se colocaban en un horno a 105°C o a máquina de secado al vacío. Luego, los materiales secos se pulverizaron usando una licuadora normal. Posteriormente, el polvo se mezcló con agua y condimentos y finalmente se prensó en caliente a 180°C.
Las pruebas se realizaron considerando la resistencia de los materiales y también su sabor. En este sentido, los resultados indicaron que, excepto la muestra de calabaza, todas las demás alcanzaron la meta de resistencia a la flexión, especialmente la col china, que es tres veces más resistente que el cemento común. Según los autores Sakai y Machida, lo más desafiante del proceso fue el hecho de que cada alimento requiere diferentes niveles de temperatura y presión, lo que permite imaginar cuántas pruebas hubo que hacer antes de llegar a un resultado homogéneo y satisfactorio.
Sin embargo, fue precisamente este ajuste fino de las dos condiciones lo que hizo que la experiencia fuera exitosa, ya que los desechos de alimentos ya habían sido probados para la producción de cemento en otros estudios. Siempre requería la adición de plástico a la mezcla para que los materiales aglutinaran, pero en este caso, con un ajuste óptimo de temperatura y presión, no fue necesario.
Además de la resistencia, en este atrevido material se destacan otros factores, como los sabores y los olores. Las pruebas indicaron que, a pesar de todo el proceso, la comida aún conserva sus aromas originales y, según Sakai, el producto no es tóxico y es seguro para el consumo pero "es muy crujiente", según dice. También cabe mencionar el color del material ya que también se mantiene el color original de los alimentos, generando un amplio abanico de combinaciones y posibilidades.
Las pruebas relacionadas con la durabilidad del material indicaron que después de cuatro meses de exposición en una habitación, no hubo informes de ataques de insectos, gusanos u hongos. Además, su apariencia se ha mantenido igual. Sin embargo, para asegurar una mayor durabilidad – a pesar de perder su potencial comestible – este cemento puede impermeabilizarse con una sustancia química o recubrirse con laca.
La profesora Sakai apuesta por esta tecnología no solo para mitigar el desperdicio mundial de alimentos – que según la ONU alcanza los 900 millones de toneladas al año – sino también para generar viviendas temporales para refugiados o en casos de desastres naturales.
Si bien la tecnología aún está en fase de desarrollo para ser aplicada en la construcción, muchas empresas de otras áreas han buscado inventores interesados en producir muebles y objetos. El mismo Machida, colaborador del proyecto y coautor del artículo citado anteriormente, fundó una empresa llamada Fabula Inc. enfocada en utensilios domésticos y otros objetos hechos de cemento comestible.
Además de las ventajas ya mencionadas, es importante recordar que el cemento comestible es biodegradable y puede ser enterrado cuando ya no es útil, convirtiéndose en un material prometedor para reemplazar productos hechos con cemento plástico y cemento común. Su aplicación también añade un nuevo significado a la arquitectura que, además de la vista, el tacto, el olfato y el oído, ahora también puede estimular el gusto.
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