La Ley de la Polaridad también es válida en relación con la sociedad humana y las culturas: de hecho, todo tiene un opuesto. Las contraculturas han estallado como condenas a “los caminos del mundo”. Un movimiento contracultural es capaz de expresar el ethos y las aspiraciones de una población durante un tiempo específico, y a medida que se va explorando acerca de nuevos estilos de vida, la arquitectura de apoyo evoluciona para saciar los ideales utópicos de las nuevas sociedades. De esta manera, la arquitectura resulta ser un producto de la cultura para la que está diseñada.
Las contraculturas implican que las normas sociales pueden aprobarse y revisarse de alguna manera, estando en constante cambio y búsqueda de satisfacer las necesidades comunitarias en evolución. Involucrados en la formación de culturas, los arquitectos reflejan y crean simultáneamente tendencias sociales que se manifiestan como edificios, ciudades y sistemas que respaldan nuevas formas de vida. El trabajo del grupo de arquitectura vanguardista Archigram condujo a un nuevo enfoque del diseño para sociedades utópicas. Los pensadores se adelantaron mucho a su tiempo y ampliaron los límites de la influencia de la arquitectura en la cultura. Sus diseños, como The Walking City y Plug-in-City, echan un vistazo a las posibilidades ilimitadas que las comunidades pueden explorar a través del diseño.
Si bien los diseños contraculturales de Archigram permanecieron en revistas y dibujos, la mayoría de los movimientos en todo el mundo influyeron directa o indirectamente en el entorno construido circundante. Los edificios y las áreas públicas proporcionaron un espacio para que las contraculturas se expandieran física e intelectualmente. Por lo general, después de los disturbios políticos, las comunidades encuentran un sentido de pertenencia organizándose, ya sea dentro de la ciudad, como en el caso de Berlín, o en comunas rurales, como se ha visto en Estados Unidos. Sea cual fuere el escenario, el espacio construido y no construido se ha prestado para dar forma a las culturas:
Berlín: contracultura artística y musical
La caída del Muro de Berlín, un evento fundamental en la historia mundial, trajo consigo una serie de cambios políticos, tensiones sociales y hambre de comunidad y liberación. A mediados de la década de 1990, el desarrollo planificado de Berlín disminuyó, dejando atrás terrenos y edificios abandonados para que creciera una contracultura. Los espacios infrautilizados comenzaron a albergar temporalmente una variedad de programas comunitarios como bares al aire libre, talleres, galerías, mercados de pulgas, jardines, clubes de música e instalaciones deportivas. Los alquileres bajos atrajeron a poblaciones más jóvenes para apoyar el crecimiento de la ciudad y su contracultura.
Berlín se ha ganado el título de "capital de los usos temporales" debido a la gran cantidad de espacios de uso intermedio que surgieron después de la caída del muro. Los lotes y edificios baldíos fueron el resultado de los daños producidos durante la Segunda Guerra Mundial y la política de vivienda predominante que priorizó nuevos edificios prefabricados a gran escala. Esta situación fue aprovechada por empresarios urbanos, artistas, ocupantes ilegales, estudiantes y músicos, quienes comenzaron a utilizar el espacio vacante para sus propios proyectos. Lo que creció en la famosa escena de clubes techno de Berlín comenzó como ubicaciones temporales que permitían alternativas utópicas a una vida convencional. Los usos intermedios permitieron que los edificios se reutilizaran a tarifas de alquiler más baratas, lo que esencialmente permitió que cualquier persona abriera un club en los años 90.
La estética postindustrial de los edificios abandonados representa la contracultura rebelde nacida en Berlín. El lenguaje arquitectónico de la década de 1990 en Berlín se caracteriza por una atmósfera cruda y escasa creada por estructuras de acero y hormigón, graffiti, servicios expuestos, acabados sin pulir y muebles improvisados. Los lugares temporales de la ciudad sirvieron como refugios para su gente, solidificando la apariencia minimalista y ascética que continúa representando a la arquitectura y el diseño de interiores de Berlín.
Estados Unidos: el movimiento Hippie
La década de 1960 fue una época interesante para vivir en los Estados Unidos a medida que proliferaba el movimiento juvenil "hippie". Marcada por una ética de armonía con la naturaleza, la vida comunitaria y la experimentación artística, la contracultura antisistema cobró impulso con el movimiento por los derechos civiles en los Estados Unidos y la intensificación de la Guerra de Vietnam. La era se desarrolló en formas culturales dinámicas de expresión, desde la música y el arte hasta la arquitectura y estilos de vida alternativos.
Durante este tiempo, los constructores y planificadores dieron forma a los cambios ideológicos generados por el movimiento de contracultura de la década de 1960. La era se caracterizó por el surgimiento del movimiento de regreso a la tierra, alejándose del activismo e inclinándose hacia formas de vida más ecológicas. La sostenibilidad y el mínimo impacto ambiental fueron conceptos que alimentaron el movimiento y se reflejaron en la arquitectura y los asentamientos utópicos que fueron surgiendo gradualmente.
Drop City, un proyecto de vida comunal en el centro de EE. UU., destacó los ideales ecológicos, humanitarios y especulativos del movimiento hippie. La comuna rural fue una mutación a escala de las concepciones arquitectónicas de Buckminster Fuller. La arquitectura temporal en forma de cúpulas de zonoedro hechas por sí solas y compuestas por material extraído dio cobijo a la comunidad de artistas. En una fusión de arte de vanguardia y ambientalismo, estas cúpulas geodésicas fueron las primeras en ser utilizadas para la vida doméstica en lugar de exposiciones y usos industriales. Drop City se conceptualizó inicialmente como un prototipo que podría replicarse en otras comunas. El proyecto tuvo una vida corta, pero influyó en numerosos proyectos de arquitectura experimental como los diseños Zome de Steve Baer.
Los diseños radicales de la contracultura estadounidense resultaron ser símbolos construidos que lucharon contra las formas tecnocráticas del pasado. La arquitectura encarnó estas filosofías adoptando formas de inflables, cúpulas geodésicas y construcciones vernáculas arraigadas en un contexto ambiental. La eficiencia del material se aseguró mediante el uso de vidrio, madera y acero en cantidades limitadas como parte de cúpulas estructuralmente estables.
Los casos de EE. UU. y Berlín destacan un tema en común: la temporalidad. Las contraculturas prosperan en la experimentación y la libertad. Los espacios y estructuras temporales permiten cambiar filosofías y movimientos crecientes. Como ocurre con cualquier otra cultura, los contramovimientos se manifiestan como formas construidas que, a su vez, apoyan la causa principal. La arquitectura permite a la sociedad cuestionar los estilos de vida contemporáneos y moldear físicamente futuros que sean más inclusivos, sostenibles y equitativos.
