Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades. Los restaurantes, las tiendas, los hoteles o las oficinas ruidosas son suficientes para ahuyentar a las personas. Al planear una reunión o incluso salir de noche con amigos y amigas, somos conscientes de escoger un lugar donde podamos concentrarnos y oírnos entre sí, porque cuanto más ruidoso sea nuestro mundo, más difícil será concentrarnos en lo que realmente queremos oír.
Desde el comienzo de los tiempos, nuestros oídos nos ayudaron advertir peligros cercanos. Hoy en día su función sigue siendo la misma, pero los peligros actuales son diferentes de lo que eran en el pasado. Los sonidos no deseados pueden tener efectos graves para la salud, tales como: pérdida auditiva, presión alta, dolores de cabeza, cambios hormonales, enfermedades psicosomáticas, trastornos del sueño, reducción del rendimiento físico y mental, reacciones de estrés, agresividad, sentimientos constantes de displacer y reducción general de nuestro estado de bienestar.
Teniendo en cuenta esta lista de efectos colaterales, sería ridículo dejar el confort acústico de nuestros espacios sólo para los especialistas. Cuando los arquitectos tienen la conciencia del confort acústico, el resultado final puede ser extraordinario.