En la arquitectura residencial, siempre han existido espacios indispensables y otros que podemos obviar. Al diseñar una vivienda, nuestra tarea se trata básicamente de configurar, conectar e integrar distintas funciones de la forma más efectiva y eficiente posible, forzándonos a priorizar. Y aunque hoy muchos apuestan por una arquitectura cada vez más fluida e indeterminada, podríamos decir que el dormitorio, el baño y la cocina son el núcleo fundamental de toda casa, permitiendo el descanso, la preparación de alimentos y el aseo personal. Luego aparecen algunos espacios de encuentro y otras áreas de servicio, y con ellos posiblemente se sumen vestíbulos, pasillos y escaleras que los conectan. Cada espacio suma nuevas funciones que sus habitantes pueden realizar con mayor facilidad y comodidad, y así la vida comienza a desarrollarse de forma más adecuada.
Sin embargo, menos metros cuadrados en el baño podría permitirnos ampliar la sala de estar. O incluso, eliminar algunos espacios aparentemente prescindibles podría entregarle una agradable terraza a sus futuros habitantes. En un mundo sobrepoblado y con ciudades cada vez más densas, ¿qué funciones hemos ido descartando para dar más espacio a lo esencial? Analizamos el caso del lavadero, que ha sido reducido e integrado a otras áreas de la vivienda para ceder su espacio a otras funciones.