Pocas cosas nos irritan más que la exposición al ruido excesivo, o la incapacidad de escuchar lo que necesitamos escuchar. Aunque se trate de un sitio de construcción cercano, tráfico en la carretera, aire acondicionado o un vecino aprendiendo a tocar saxofón, investigaciones muestran que el ruido puede provocar enfermedades cardiovasculares, aumentar la presión arterial, producir dolores de cabeza, cambios hormonales, trastornos del sueño, y reducir el rendimiento físico, mental, y el bienestar general. Por el contrario, un ambiente acústicamente "cómodo" nos permite escuchar adecuadamente, enfocarnos mejor y sentirnos más tranquilos.
La preocupación por crear entornos acústicamente cómodos habitualmente se centra en teatros, salas de conciertos y estudios de grabación. Sin embargo, es particularmente importante en entornos educativos, ya que influye directamente en la relación de la enseñanza y el aprendizaje. La incomodidad acústica puede dañar el proceso de aprendizaje, interfiriendo en la atención y empeorando la comunicación entre estudiantes y maestros.